Desde el comienzo de la pandemia y a pesar de las promesas colectivas de «reconstruir un mundo mejor», las naciones del G-7 han invertido más dinero en combustibles fósiles que en energías limpias. Un informe encuentra que estos países invirtieron más en combustibles fósiles entre enero de 2020 y marzo de 2021.
El carbón, el petróleo y el gas recibieron un apoyo de 189.000 millones de dólares, en comparación con 147.000 millones de dólares para formas limpias de energía.
El análisis es elaborado por la organización benéfica para el desarrollo Tearfund, el Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible y el Instituto de Desarrollo de Ultramar. Señala que estas naciones poderosas perdieron oportunidades para hacer que sus respuestas a la pandemia fueran más ecológicas. Además de que contravienen sus compromisos.
En la mayoría de los casos, el dinero proporcionado para las industrias de combustibles fósiles se entregó sin condiciones ecológicas. Esto incluyó salvavidas que se lanzaron a las industrias de la aviación y el automóvil, que recibieron 115 mil millones de dólares de los países del G-7. De esos recursos, el 80% se entregó sin ningún intento de obligar a los sectores a reducir sus emisiones a cambio del apoyo.
El estudio encontró que 8 de cada 10 dólares comprometidos con los combustibles fósiles llegaron sin «condiciones verdes». Beneficiaron a los sectores “más sucios” sin requisitos para ir hacia la descarbonización.
Solo 1 de cada 10 dólares comprometidos con la respuesta a la COVID-19 benefició a las medidas de energías «más limpias». Como las energías renovables o la eficiencia energética.
G-7, los combustibles fósiles y la cumbre
El G-7 está integrado por las economías industrializadas de Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos. En 2018, ese bloque representa alrededor del 58% de la riqueza neta mundial y más del 46% del producto interno bruto (PIB) global.
El informe insiste en que el apoyo a los combustibles fósiles de estas naciones incluyó medidas para eliminar o degradar las regulaciones ambientales. Así como la financiación directa de petróleo, gas y carbón.
Después de este derroche de recursos y oportunidades, seguramente en la cumbre del G-7, a realizarse el 11 de junio en el Reino Unido, volverán a reanudar sus compromisos verbales con el ambiente. De reducir las emisiones necesarias para limitar el calentamiento global a 1,5 ° C.
El primer ministro Boris Johnson inaugurará la cumbre. Ha anticipado que quiere unir a las naciones para «reconstruir mejor las economías» en la etapa posterior a la pandemia. Y crear un futuro más verde y próspero. Además del G-7, el Reino Unido ha invitado a participar a Sudáfrica, Australia, India y Corea del Sur.
El historial reciente del Reino Unido destaca la tensión entre las ambiciones ecológicas del gobierno y las decisiones de gasto reales del Tesoro. Al asumir los compromisos per cápita más altos del G-7 con los combustibles fósiles, y solo el 4% de este apoyo tiene algún «hilo verde» adjunto.
Sin embargo, el Reino Unido también ha realizado varios cambios de política importantes desde el inicio de la pandemia. Incluido el fin del apoyo público a los proyectos de combustibles fósiles en el extranjero. Y la prohibición en 2030 de nuevos coches de gasolina y diésel.
Dos caminos: transición o mayores riesgos climáticos
Paul Cook, jefe de defensa de Tearfund se refirió al comportamiento de los países del G-7 en apoyar los combustibles fósiles.
«Todos los días, Tearfund es testigo del empeoramiento de las consecuencias de la crisis climática para las comunidades del mundo. Las cosechas de los agricultores fallan, las inundaciones y los incendios arrasan las ciudades y las aldeas. También las familias enfrentan un futuro incierto. Las decisiones que tomen ahora los países del G-7 acelerarán la transición hacia un futuro seguro o pondrán en peligro los esfuerzos realizados hasta la fecha para abordar la crisis climática».
Asimismo indicó que las naciones del G-7 se encuentran entre los países más contaminantes del mundo. Representan solo una décima parte de la población mundial, pero casi una cuarta parte de las emisiones de CO2. Sus acciones pueden sentar las bases para el éxito o el fracaso de las conversaciones de la ONU sobre el clima organizadas por el Reino Unido. en noviembre».
Entretanto, Lucile Dufour, asesora principal de políticas del IIDS, consideró que «invertir en energía renovable y eficiencia energética debe ser una de las principales prioridades para descarbonizar las economías del G-7. Pero no dará sus frutos mientras continúen apuntalando la industria de los combustibles fósiles».
Por otra parte, Angela Picciariello, oficial de investigación sénior de ODI, señaló el hecho de que «los países del G7 no hayan logrado ecologizar su recuperación de la COVID-19 es una gran oportunidad perdida. Tanto en términos de lograr una descarbonización rápida de sus economías como de creación de empleo. Las inversiones sin ‘condiciones verdes’ asociadas son muy problemáticas, ya que terminan beneficiándose actividades intensivas en combustibles fósiles sin requisitos para ningún objetivo climático o reducción de la contaminación «.
Abanico de alternativas
El informe conjunto recomienda al G-7 adoptar un principio de «no hacer daño» poniendo fin a cualquier apoyo a la producción de combustibles fósiles. Y agregando importantes «hilos verdes» a cualquier apoyo restante a los sectores intensivos en combustibles fósiles.
Al mismo tiempo, dedicar un mínimo del 40% del gasto total de recuperación de la COVID-19 a políticas y medidas ecológicas. La cifra actual es del 22%, según el Observatorio de Recuperación Global.
Y, permitir una recuperación ecológica para todos al continuar aliviando la carga de la deuda que enfrenta un número creciente de países de ingresos bajos y medianos. Utilizar la influencia del G-7 en los bancos multilaterales de desarrollo para alinear sus actividades con el Acuerdo Climático de París.
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