Para el mercado del lujo, el cielo es el límite. Ya no es la ropa de marca, los vehículos exclusivos, las joyas o los perfumes a precio de oro. El lujo siempre se ha distinguido por la exquisitez en los saborea. Ya no basta con el caviar, los vinos finos o la trufa blanca que pueden llegar a tener precios desproporcionados. Ni el café extraído de las heces de la civeta o el tostado en las tripas de un elefante. Ni aderezar la comida con sal del Himalaya a costo de polvo lunar. Súmele el agua a los precios de champaña de la cosecha especial. La lista sigue. La nueva moda entre quienes tienen dinero de sobra son las frutas de lujo.
Ya no basta con traer frutas de cualquier rincón del planeta, independientemente de lo lejos o cerca que se esté de de donde viva. Al conseguirse en cualquier supermercado el Kiwi no es exótico, tampoco la pitahaya. Lo nuevo, lo que si es adinerado no debe dejar de probar son las frutas de diseño. Según quienes las promueven su sabor es único y exclusivo. Dos adjetivos que seducen a los muy ricos. Son verdaderas joyas, por lo menos en cuanto a los precios se refiere.
Cuando el dinero deja de ser motivo de preocupación, resulta fácil satisfacer cualquier “antojo”. Como darse el gusto de comer una piña que viene en estuche especialmente diseñado y cuesta más que una cena completa en un buen restaurante. La fruta, bautizada con el nombre de una piedra preciosa (‘Rubyglow’), es solo una más de un selecto grupo de joyas de la frutería para los antojos de los bolsillos holgados.
Rubí de la corona DelMonte
El producto no es solo un capricho para los adinerados de China y Estados Unidos. Representa un emergente mercado de frutas de superlujo. En ese exclusivo mercado, Del Monte lanzó una piña de diseño, la Rubyglow, con su distintiva piel rubí y pulpa amarilla. Por 395.99 dólares la empresa garantiza una experiencia gustativa sin precedentes. “Estamos orgullosos de presentar al mundo nuestra última innovación en piña (…) que consolida aún más nuestra posición de liderazgo global en el mercado”, comentó Mohammad Abu-Ghazaleh, presidente y director ejecutivo de Fresh Del Monte.
Más de 15 años de técnicas de cruzamiento tradicionales permitieron a DelMonte desarrollar la Rubyglow en Costa Rica. Con una patente registrada en Estados Unidos, la piña es considerada por algunos como ‘mutante’ por ser un híbrido entre una piña común y una morada, generalmente no comestible, para crear algo verdaderamente único. El cultivo de la Rubyglow requiere dos años. Debe madurar en el árbol. Luego se maneja con extremo cuidado, ya que se vende sin corona en una caja especialmente diseñada. El producto se envasa en cajas individuales con bolsas de hielo y en aviones refrigerados destinados específicamente al transporte de fruta. Se necesitan de una a dos semanas para que las frutas lleguen desde la granja a manos de los consumidores en Estados Unidos. El laborioso proceso es parte de lo que justifica su alto valor en el mercado. Refleja no solo su sabor excepcionalmente dulce sino también su escasez. Actualmente está agotada.
Mercado en auge
El auge de las frutas exóticas en Estados Unidos llevó a las compañías a innovar. Con productos que alcanzan precios inusuales. Fresh Del Monte Produce Inc., líder en la producción y distribución de frutas y verduras, introdujo la Rubyglow primero en China. “Donde los consumidores tienen un importante poder adquisitivo y valoran los artículos novedosos de lujo”, informó la compañía en un comunicado.
La misma Del Monte, sacó en 2020, en el marco del mundial de Qatar, una piña rosa que se vendía a unos 50 dólares la unidad. Era un globo de ensayo. Un movimiento de lo que estaba por venir: La Rubyglow, la joya de la agricultura. Una fusión entre lo clásico y lo exótico. Con su sabor lujoso, suave y mínima acidez. La empresa encargada de realizar la distribución advierte que Hawái prohíbe el envío de esa piña de lujo a su estado. Que Kim Kardashian se desayune con ella añade atractivo a la codiciada fruta.
Con una producción limitada a 5000 unidades en 2024 y 3000 en 2025, se ha convertido en un artículo muy deseado. Según Melissa’s Produce, el distribuidor en los Estados Unidos, tras su lanzamiento la piña se agotó. Aquellos que perdieron la oportunidad ya se están anotándose en las listas de espera. «Hay un mercado para esto. Es un mercado muy pequeño, muy de nicho. No es algo para todos», explicaba en la CNN Robert Schueller, director de relaciones públicas de Melissa’s Produce.
Japón a la vanguardia
El precedente de este mercado se remonta a la introducción de la manzana Honeycrisp hace tres décadas. Pero fue el ‘sumo citrus’ en 2018, vendido a $50 por paquete de ocho naranjas, el que marcó un antes y un después. Japón, conocido por ser un vanguardista cultural, confirma esta tendencia. La demanda de frutas y verduras de diseño ha aumentado, con un incremento del 31% en ventas desde 2018, según The Wall Street Journal.
En la era de la extravagancia frutal, las joyas agrícolas japonesas desafían la lógica con sus precios exorbitantes. Ikigai Fruits permite a los consumidores estadounidenses disfrutar de algunas de las mejores frutas del mundo, desde fresas hasta melones, sin salir de casa, gracias a la exportación directa de agricultores japoneses. Adentrándonos en el mercado de frutas de alta gama, Ikigai Fruits ha irrumpido en Estados Unidos con su oferta de fresas, melones y naranjas a precios que superan hasta diez veces lo habitual.
Los precios de las selectas frutas son asombrosos. Desde 89 dólares por medio kilo de fresas Kotoka hasta 780 dólares por un trío de cajas que parecen tesoros. Las fresas Kirameki se ofertan a 238 dólares por caja de 30 unidades. También vende otros formatos más pequeños por 108 dólares, con 18 unidades de fresas rojas (Yotsuboshi) y fresas rosas (Awayuki). “Estas dos preciadas fresas son amadas por los mejores profesionales culinarios de todo el mundo por su experiencia de sabor excepcional”.
Las más caras
Las frutas más caras del mundo son un reflejo de la exclusividad, el meticuloso cuidado en su cultivo y la tradición que las rodea. Estas frutas son más que un alimento. Son símbolos de estatus, tradición y arte hortícola. Lo que explica sus precios.
- Melón Yubari: Cultivados en una región específica de Japón, estos melones requieren un clima y suelo volcánico particular. Son famosos por su dulzura y textura. La escasez y el proceso de subasta elevan su precio. Han pagado hasta 30.000 dólares por un par.
- Naranjas Dekopon: Conocidas por su tamaño y dulzura excepcionales. Son el resultado de técnicas de cultivo precisas y controladas Un paquete de seis puede costar alrededor de 80 dólares.
- Mangos Miyazaki: Son altamente valorados por su sabor y color. Producto de un meticuloso proceso de cultivo y limitada disponibilidad en el mercado. Un par puede costar hasta 4.000 dólares.
- Sandías Densuke: Producidas solo en Hokkaido, Japón, estas sandías son apreciadas por su sabor dulce y su corteza negra brillante. Su cultivo es intensivo y su disponibilidad limitada. Generalmente se consiguen en 250 dólares cada una.
- Uvas Ruby Roman: Son valoradas por su tamaño y dulzura. Se cultivan bajo condiciones controladas y su producción es muy limitada. Un racimo de estas uvas puede costar entre 90 y 450 dólares. Pero en una subasta han llegado a pagar hasta 11.000 dólares por un solo racimo.
- Piñas de los Jardines Perdidos de Heligan: Cultivadas en un invernadero especial en el Reino Unido, requieren un proceso de cultivo que incluye calefacción con estiércol y cuidados intensivos. Se estima que cada piña podría costar más de 13.700 dólares.
A la caza del exclusivo mercado
La cultura shokunin japonesa, que valora la perfección en cada oficio, se refleja en la meticulosa producción de frutas como los Crown Melon. Cada fruta es tratada con un cuidado excepcional, obtenido con un proceso en el que cada planta da solo un melón para concentrar su dulzor. No cuatro u ocho, que es la producción normal. Lo que explica que se vendan los melones a 128 dólares cada uno. Marcan un hito en el sector. Pero no son los más costosos. Un par de melones Yubari King alcanzaron un precio de 45.000 dólares en 2019, lo que podría parecer una locura colectiva.
Una de las razones detrás de los exorbitantes precios es que Japón enfrenta el declive de la industria agrícola (valorada en 60.000 millones de dólares en 2020). Las nuevas generaciones no tienen ningún interés por el campo. El gobierno está intentando que sea nuevamente atractivo. Apunta a conquistar el mercado internacional con metas ambiciosas para 2050. “El consumo interno de fruta japonesa de lujo está disminuyendo. Por lo que el gobierno japonés está estimulando las exportaciones”, dijo al medio Takahiro Hiraishi, un consultor alimentario
La obsesión japonesa por la perfección en la agricultura ha comenzado a influir en Estados Unidos, con Oishii creando la granja vertical de fresas más grande del mundo en Nueva Jersey. Hiroki Kogaco, cofundador de la empresa, creó condiciones idílicas que justifican el precio de más de 6 dólares por fresa. Corea del Sur también entra en la competencia con sus On Berries, cuya variedad Gold Berry ha sido aclamada por su dulzura en la costa este de Estados Unidos.
Más accesibles
- Fresas “Shiroi Houseki”: Las fresas blancas son raras y se cultivan mediante un proceso complejo que limita su producción. Su sabor único y su apariencia distintiva justifican su precio. Pueden costar alrededor de 10 dólares por fresa.
- Manzanas “Sekai-Ichi”: Se lavan con miel y marcan a mano para garantizar que estén libres de imperfecciones. Su cultivo es laborioso y se realiza con técnicas especiales. Tienen un precio aproximado de 20 dólares por manzana.
- Peras con forma de Buda: Creadas en China se cultivan dentro de moldes para adquirir la forma de Buda. Son símbolo de buena suerte y su proceso de cultivo único. Se venden por aproximadamente 9 dólares cada una.
- Sandías cuadradas: Se moldean para facilitar su almacenamiento y transporte. Su costo está en el orden de los 65 dólares, aunque pueden llegar a costar hasta 200 dólares cada una.
Pagar por la “experiencia”
En el mundo del lujo, las indulgencias culinarias no se limitan a vinos añejos o chocolates artesanales. Existe un nicho de exquisitez donde las frutas se convierten en objetos de deseo gourmet. Para los aficionados a las frutas, degustar variedades exóticas y raras es una experiencia sublime. Una aventura sensorial que justifica su precio, como hemos visto a menudo astronómico.
Estas frutas no son las que llenarían tu cesta de la compra semanal ni adornarían tu tarta matutina. Son más bien como billetes de avión a destinos remotos. Ofrece sabores que transportan a lugares exóticos con solo un mordisco. Entre ellas, encontramos maravillas de la naturaleza y creaciones humanas como la sandía cuadrada. Cada una con su propia historia y singularidad.
La cultura shokunin de Japón, donde los artesanos dedican sus vidas a perfeccionar su oficio, se refleja en la meticulosa producción de estas frutas. No es sorprendente su elevado costo, dada su calidad y altos estándares de producción. Sin embargo, incluso entre los conocedores, como el chef e influencer Bo Corley, surgen dudas sobre si el precio de, por ejemplo, una piña de 400 dólares realmente vale la pena.
Nos enfrentamos a una era de nuevas estrellas en la mesa de lujo: las frutas de diseño. Solo la curiosidad y la voluntad de pagar definen los límites que alguien puede o quiere pagar por ellas. Mientras pensamos en una fresa que cuesta más que un almuerzo completo, nos preguntamos si lo que priva en el lujo comestible es más bien el regusto de la extravagancia. Especialmente cuando, para los ciudadanos de pie comer cualquiera fruta se está convirtiendo en un verdadero lujo.