Por Javier Molins
21/10/2015
Entrar por primera vez en Frieze es como visitar un museo en el que todo está en venta. Y no se trata tan solo de un museo de arte contemporáneo, porque si juntamos Frieze con su prima clásica Frieze Masters uno puede encontrar desde un bello rostro tallado sobre alabastro en Yemen en el siglo I a. C. hasta un Anish Kapoor de 2015. Con la diferencia de que la escultura de Yemen se vende por 35.000 euros y el Kapoor tiene un precio veinte veces superior.
Y es que en el espacio temporal que va desde el siglo I a.C. hasta nuestros días uno puede encontrar obras de arte de todos los precios. Eso sí, en una sociedad en la que se valora lo nuevo, el precio sube en cuanto uno se acerca al siglo XXI, siendo los precios más altos los de los grandes maestros del siglo XX. Y ahí es donde surge con fuerza el nombre de Picasso, de quien se podían encontrar lienzos en Frieze Masters por 10 millones de dólares, una cifra muy alejada del récord del artista alcanzado este mismo año en subasta y que llegó hasta los 179 millones de dólares. Pero es que una cosa es una cabeza de hombre de la última etapa del pintor malagueño y otra cosa es una de sus 15 versiones que realizó del célebre cuadro Las mujeres de Argel de Delacroix, por el que el jeque Hamad bin Yasem, antiguo primer ministro de Qatar, pagó los 179 millones de dólares.
Pero si algo ha puesto de manifiesto esta feria es que hay artistas que están tocados con la varita mágica del mercado. Uno de ellos es, sin duda alguna, Lucio Fontana. Los precios de este artista han ido incrementándose de forma continua. Fontana rompió en los años sesenta los límites entre pintura y escultura al realizar un acto tan sencillo como es rajar un lienzo y darle así una tercera dimensión. Lo que seguramente nunca pensó es que sus cuadros variarían de precio según el color y el número de rajas que les hiciera, pero el mercado es así de caprichoso. Una única raja vale como mínimo un millón de euros y un Fontana con media docena de incisiones como el que se vendía este año en Art Basel (la otra gran feria de arte internacional) puede alcanzar los 15 millones de euros. Sin embargo, lo que nadie esperaba es que una de sus obras con diversos agujeros (denominados «buchi» frente las incisiones denomindas «tagli») alcanzaría en la subasta celebrada en la sede londinense de Sotheby’s -aprovechando la presencia de coleccionistas en la capital británica- la astronómica cifra de 21 millones de euros. Una noticia que llenó de gozo a todos sus coleccionistas, pues sus obras pasaron a valer más dinero en ese preciso instante en el que el martillo dio por finalizada la puja.
El caso de Fontana es equiparable al de Picasso, Warhol o Lichtenstein, grandes artistas del siglo XX cuya cotización alcanza varios millones de euros. Sin embargo, si nos centramos en los artistas vivos, el número de los inscritos en el club del millón de euros es más reducido. A ese privilegiado club pertenecen artistas presentes en la feria como Anish Kapoor, Richard Prince, Anselm Kiefer, Georg Baselitz o Sean Scully. Eso sí, la mayoría de ellos había entrado en este club con sus obras más grandes porque otra de las normas básicas del mercado del arte, sobre todo cuando hablamos de autores en activo, es que cuanto mayor el tamaño de una obra, más alto es su precio.
Y si nos ceñimos a la Armada española, la presencia es más bien escasa, como si la Armada Invencible hubiera fracasado en su intento de invadir Inglaterra, pues tan solo se podían ver obras de Secundino Hernández (con tres imponentes lienzos que daban la bienvenida a los visitantes desde el stand de la galería londinense de Victoria Miró), un pequeño Tapies en la galería de Elvira González, las obras de Ignasi Aballí en Elba Benítez o una fotografía de Alberto García-Alix en el stand de Juana de Aizpuru.
Sin duda alguna, se echaba de menos la habitual presencia de artistas como Manolo Valdés, Juan Genovés o David Rodríguez Caballero en el stand de Marlborough Gallery pero es que, en esta ocasión, la galería había decidido dedicar todo su espacio a Frank Auerbach, para hacerlo coincidir con la retrospectiva que le dedicaba la Tate Britain.
Mención aparte merecía Miquel Barceló, por quien había apostado claramente Ben Brown (con galería tanto en Londres como en Hong Kong) al dedicarle todo su stand en el que destacaba un enorme lienzo de casi cuatro metros de ancho perteneciente a su serie de pinturas blancas realizadas a finales de los ochenta en África y cuyo precio superaba ampliamente el millón de euros.
Muchas obras a muy diversos precios para satisfacer un mercado en auge que tan solo en subastas durante el pasado año había facturado 15.200 millones de dólares, un 26% más que el año anterior y un 300% más que hace diez años.