En su breve visita apostólica a Marsella, en el sureste de Francia, el Papa Francisco, se convirtió una vez más en la voz de los migrantes que, por miles están llegando a las costas del Mediterráneo, en busca de mejores oportunidades. Criticó el “fanatismo de la indiferencia” en pleno debate en Europa sobre la acogida de refugiados.
Esta es la primera vez que un Obispo de Roma viaja a Marsella en cinco siglos y Francisco no perdió oportunidad para rendir tributo a los migrantes, en medio de una nueva crisis migratoria en la isla italiana de Lampedusa.
La ruta del Mediterráneo está considerada como una de las más peligrosas del mundo. Más de 28.000 migrantes han desaparecido en sus aguas desde 2014 al querer alcanzar Europa desde África, según la OIM. La presencia de Francisco en esa ciudad portuaria coincide con una nueva afluencia de refugiados de África a esa y otras localidades. Circunstancia que ha provocado una reacción violenta de algunos países.
En una visita nocturna al puerto francés, el papa presidió un momento de silencio y de oración ante el memorial dedicado a los marineros y migrantes perdidos en el mar. Estuvo rodeado de líderes religiosos de Marsella y representantes de organizaciones de rescate de inmigrantes que han sido fuertemente criticados por los líderes populistas de Europa.
“Es un deber de humanidad, de civilización, socorrer a las personas que corren el riesgo de ahogarse en el mar. No debemos acostumbrarnos a considerar los naufragios como noticias, ni a los muertos como cifras. Ellos son rostros e historias, vidas rotas y sueños destrozados”, dijo el pontífice en un sentido tributo a los migrantes.
Francisco, la voz de los migrantes
Francisco señaló en una de sus intervenciones centrales, que ante esta “encrucijada de civilización”, por un lado, de fraternidad, y por el otro de indiferencia, “no podemos resignarnos a ver seres humanos tratados como mercancía de cambio, aprisionados y torturados de manera atroz. Ni seguir presenciando los dramas de los naufragios, provocados por contrabandos repugnantes y por el fanatismo de la indiferencia”.
Hace apenas unos días, la isla italiana de Lampedusa se vio abrumada por la llegada de casi 10.000 inmigrantes en 3 días, cifra mayor que la de su población residente. Y obligó a la UE a establecer un plan de diez puntos para atender la apremiante situación humanitaria.
Francisco ha hecho de la difícil situación de los migrantes una prioridad de su pontificado. Viajó a Lampedusa en su primer viaje como santo padre para honrar a los inmigrantes que se ahogaron y luego celebró una misa en la frontera entre EE UU y México. Lo más espectacular fue traer a casa a 12 musulmanes sirios en su avión después de visitar un campo de refugiados de Lesbos, Grecia.
En una oración interreligiosa en el monumento de los migrantes, insistió en que demasiadas personas que huían de la guerra, la pobreza, la miseria y los desastres climáticos nunca llegaron a la costa.
“Y así, este hermoso mar se ha convertido en un enorme cementerio, donde muchos hermanos y hermanas se ven privados incluso del derecho a una tumba”, sostuvo. “El Mediterráneo es un cementerio donde está sepultada la dignidad humana”.
Citó también el mandato del Evangelio de dar la bienvenida al extranjero, exhortando a los gobiernos a acoger, promover, proteger e integrar a las personas desesperadas que huyen de sus países.
Países intentan bloquear ingreso de inmigrantes
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, resucitó los llamados a un bloqueo naval para evitar la llegada de inmigrantes a Lampedusa. Y anunció nuevos centros para retener a aquellos que no califican para el asilo hasta que puedan ser enviados a casa.
Francia, por su parte, reforzó las patrullas en su frontera sur con Italia, a unas pocas horas en coche desde Marsella. Y aumentó la vigilancia con aviones no tripulados de los Alpes para evitar que los recién llegados crucen. Mientras el ministro del Interior, Gerald Darmanin indicó que “Francia no aceptará inmigrantes de Lampedusa”.
Agregó que “no es acogiendo a más personas que vamos a detener un flujo que evidentemente afecta nuestra capacidad de integrarlos” en la sociedad francesa.
El arzobispo de Marsella, cardenal Jean-Marc Aveline, que nació en Argelia y se mudó a Francia cuando era niño, afirmó que medidas tan “agresivas” no eran la respuesta. Pero resaltó que los discursos “ingenuos” y pacifistas sobre que todos vivirán juntos y felices para siempre tampoco eran útiles.
“La Iglesia debe medir bien estos males y encontrar un camino que no sea ni ingenuamente irénico ni agresivo por intereses especiales, sino profético” al estar cerca de los migrantes y vivir entre ellos, añadió.
En ese sentido, el secretario de Estado de la Santa Sede, recalcó el llamamiento de Francisco para encontrar un marco de entendimiento sobre los migrantes. «Es necesario que Europa encuentre cuanto antes un consenso sobre el Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo», precisó Pietro Parolin.
Todos los países europeos -subrayó el cardenal- deben asumir juntos la responsabilidad de la situación en el Mediterráneo. Lejos de eslóganes y oposiciones, teniendo en cuenta más los rostros que los números de una cuestión compleja y dramática.
Clima de intolerancia e indiferencia
Parolín anticipó que el propio título de la reunión central en Marsella: «Mosaico de esperanza», resume bien las expectativas sobre esta crisis.
Se trata de reavivar la esperanza y de hacerlo juntos, en un momento en que se percibe un clima de gran intolerancia e indiferencia, puntualizó. Convergiendo sobre temas fundamentales, en torno a los cuales no ayuden a los bandos sino la colaboración y la buena voluntad.
“Pienso en el fenómeno de las migraciones, pero también en los desafíos de la paz, el cambio climático, la lucha contra el hambre. En este sentido”, confió, “el encuentro de Marsella representa, a través del trabajo conjunto de los responsables eclesiásticos y civiles, una oportunidad para promover de manera concreta la esperanza.
En sintonía con esa búsqueda de soluciones conjuntas, varias organizaciones fijaron una posición. La Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja y SOS Mediterranee, que opera un barco que asiste a migrantes, emitieron un “llamado urgente a todos los actores para dignificar la vida de los niños, mujeres y hombres supervivientes de rescates en el mar”.
La cofundadora de SOS Mediteranee, Sophie Beauer, comentó que “la insondable cifra de muertes en el Mediterráneo este año podría haberse evitado si hubiera habido voluntad política. Como figura moral y global prominente, el Papa Francisco aprovechó su visita a Marsella para recordar el drama de los migrantes. El imperativo subyacente a las leyes y convenciones que se aplican en el mar: nadie en apuros debe morir ahogado”.
Marsella es una de las ciudades más multiculturales, multireligiosas y multiétnicas de las costas del Mediterráneo. Caracterizada desde hace mucho tiempo por una fuerte presencia de migrantes que viven juntos en una tradición de tolerancia.