Por Cambio 16
La agenda del Foro Económico Mundial de Davos que se inaugura este miércoles es de lo más amplia y compleja, un fiel reflejo del contexto mundial actual. Así, en Davos, los 2.500 representantes de 140 países presentes centrarán sus discusiones en afrontar el complicado presente -en el que subyace la necesidad profunda de restaurar la confianza y estabilidad-, más que a intentar proyectar lo que ocurrirá en el futuro.
La nueva amenaza geoestratégica que representa la expansión del integrismo se mezclará como uno de los temas más destacados a tratar junto con la reciente eliminación del tipo de cambio mínimo del franco suizo frente al euro, la escalada de conflictos -Ucrania, Irak, Siria…-, el riesgo de pandemias, la divergencia en el crecimiento económico entre países y el nuevo contexto energético -con el precio del petróleo en niveles históricamente bajos e inversiones sin precedentes en energías renovables-.
No es la primera vez ni será por desgracia la última en la que el terrorismo sobrevuela este importante foro. Entre los ilustres participantes de este año se encuentra el presidente de Francia, François Hollande, y su discurso, tras los atentados de París, es uno de los más esperados. Además, los ataques han hecho que Davos se haya blindado y reforzado sus medidas de seguridad.
En sus 45 años de historia la amenaza terrorista y sus consecuencias han estado más que presentes en Davos. Estos fueron los temas tratados en las últimas ediciones.
Davos reunió a unos 40 jefes de Estado y Gobierno y a más de 1.500 líderes empresariales bajo el lema ‘Reformar el mundo: consecuencias para la sociedad, políticas y los negocios’. Durante los encuentros se analizó la situación postcrisis, la dificultad para la creación de empleos en las economías avanzadas, el riesgo de deflación en la zona euro o la desaceleración de los países emergentes. Japón e Irán, el primero por las perspectivas de crecimiento tras quince años de recesión y el segundo desde un punto de vista geopolítico, fueron dos de los países protagonistas de la reunión.
Finalizó con la convicción de que lo peor de la crisis había pasado y con el debate abierto sobre las reformas y las políticas monetarias que hay que adoptar para evitar una nueva recaída de las principales economías. Más cautelosa se mostró la canciller alemana, Angela Merkel, que insistió en la necesidad de continuar con las reformas estructurales para garantizar el saneamiento de las economías como base para el crecimiento futuro y de la creación de empleo. El director general de la OIT, Guy Ryder, también denunció que mientras se habla de recuperación económica, la crisis de empleo es más aguda que nunca y «las colas del paro siguen alargándose». La cita de este año contó con 2.500 participantes de 100 países distintos, de los cuales 900 altos ejecutivos, 300 figuras públicas, y 45 jefes de Estado que debatieron sobre cómo poner en práctica ‘El dinamismo resistente’, lema de la 43 edición.
El debate en el crecimiento y la creación de empleo en un mundo globalizado, pero también la crisis de endeudamiento de la zona euro. Bajo el lema ‘Gran transformación: creando nuevos modelos’ se debatió sobre los cambios necesarios para la creación de empleo, la principal prioridad que afecta por igual a todos los países y que se apuntó como una de las causas de las recientes tensiones en el norte de África. También estuvo presente en todos los debates la preocupación por la crisis de la zona euro y, en especial, la negociación sobre la reestructuración de la deuda de Grecia.
Comenzó con un minuto de silencio en recuerdo por las 35 víctimas mortales del atentado terrorista ocurrido en el aeropuerto Domodédovo de Moscú el 24 de enero. Los debates del foro centraron su atención en la crisis de endeudamiento de la zona del euro y los problemas de los países periféricos de Europa con baja productividad y crecimiento como Grecia, Irlanda y España. De nuevo España fue objeto de discusión por las consecuencias que tendría el rescate de la cuarta economía de la zona euro, que podría poner en cuestión el futuro de la Unión Monetaria. El debate también recogió las diferentes recetas políticas y económicas de Europa y EEUU para salir de la crisis con una apuesta por la reducción del déficit en el primer caso frente a una política de crecimiento en el segundo. ‘Normas compartidas para una nueva realidad’ fue el lema escogido para esta edición.
‘Mejorar el estado del mundo: repensar, rediseñar, reconstruir’. Este lema no fue suficiente para lograr un acuerdo sobre la reforma del sistema financiero que muchos gobiernos deseaban aplicar para evitar una nueva crisis mundial. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, convertido en campeón del capitalismo de rostro humano, inauguró oficialmente el Foro con fuertes críticas a los excesos del sistema que no cejaron y centraron los debates en cómo volver a un crecimiento económico sostenido y el excepticismo ante los indicios de recuperación de la economía.
También se debatió sobre cohesión económica y bienestar social, la forma de mitigar los riesgos mundiales, el cuidado del medioambiente, mecanismos para mejorar la seguridad, la creación de un marco de valores o la construcción de instituciones eficaces para impulsar la cooperación mundial y hacer frente a los desafíos y riesgos futuros. En esta ocasión, el Foro contó con la presencia del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, quien aseguró ante la elite económica y empresarial mundial que España es un país «cumplidor» tras las críticas recibidas por su alto déficit y desempleo.
El Foro de Davos calusuró su reunión anual en un ambiente de pesimismo y la advertencia de que la severa crisis económica que afecta al sistema finaciero mudial podría desencadenar reacciones sociales violentas, el resurgimiento del nacionalismo y políticas proteccionistas. Los peores augurios se vieron reforzados tras conocerse que durante la celebración del Foro se destruyeron 150.000 empleos en empresas multinacionales por los malos resultados obtenidos en el último ejercicio. Además, los analistas preveían que la situación de recesión económica en la que estaban entrando muchos países podría dejar a 50 millones de personas sin trabajo. Bajo el lema ‘Dando forma a la postcrisis’, el Foro puso sus expectativas en la reunión que el G-20 celebraría en Londres el mes de abril, que debería definir un nuevo sistema financiero, y en el liderazgo del presidente de EEUU, Barak Obama, para afrontar la crisis.
La reunión concluyó con el temor a una recesión mundial por la crisis financiera y la incertidumbre de si China e India serán en un futuro los motores para seguir tirando de la economía mundial en el caso de que EEUU entrara en recesión.
El impacto del cambio climático en la economía y en la sociedad, la crisis de Oriente Medio, la violencia en Irak y las perspectivas de la economía global y la reanudación de la Ronda de Doha, auspiciada por la Organización Mundial de Comercio, fueron los asuntos estrella de los más de 220 debates celebrados que se desarrollaron bajo el lema de ‘Los cambios en el equilibrio del poder’.
Los desastres naturales de 2005, el temor a una pandemia por la gripe aviar o la acción terrorista, el efecto devastador que podría tener para los sistemas sanitarios y económicos de muchos países, fueron los temores estrella de la trigésimo sexta reunión. También se analizó la repercusión del desarrollo de las economías emergentes en los países asiáticos, que cada vez demandan un mayor consumo de energía, lo que podría hacer peligrar el suministro para el resto del mundo. Del 20 al 22 de mayo hubo otra reunión en la ciudad egipcia de Sharm Al Sheij, en la que participaron más de 1.200 delegaciones de 46 países para debatir sobre la economía en Oriente Próximo. El reciente aumento de los precios del petróleo, las nuevas empresas emergentes en la región en los sectores de comunicación, transporte o turismo, fueron los principales temas de discusión.
En esta ocasión se intentó dar una dimensión social a sus debates con importantes propuestas para financiar la lucha contra la pobreza y el hambre en un mundo globalizado.
La trigésimo cuarta reunión del Foro de Davos estuvo rodeada de fuertes medias de seguridad en las que participaron 6.500 soldados del Ejercito suizo. El inusitado despliegue estaba en consonancia con el lema ‘Trabajando juntos por la seguridad y la prosperidad’ y con los debates sobre la situación de Irak, cuya guerra justificó de nuevo el vicepresidente de Estados Unidos, Richard Cheney.
Por su parte, dirigentes de países en desarrollo y responsables de agencias humanitarias se ocuparon de recordar a políticos occidentales, multimillonarios y directivos de multinacionales que combatir la pobreza es una manera también de luchar contra los odios y los extremismos. En el plano estrictamente económico destacó la mención de China que con un crecimiento anual del 9% y el primer preceptor de inversión extranjera.
Los días 21 y 22 de junio de 2003 el Foro de Davos convocó una reunión extraordinaria en la ciudad de Ammán, capital de Jordania, para analizar el futuro de Oriente Próximo tras la guerra contra Irak. ‘Visión para un futuro común’ fue el lema de la reunión en la que líderes mundiales, hombres de negocios y periodistas debatieron sobre la nueva situación geopolítica y el futuro de la región. La reunión concluyó con una oferta de EEUU para alcanzar una zona de libre comercio para los países árabes.
El representante de Comercio Exterior de EEUU, Robert Zoellick, prometió asistencia técnica y financiera por valor de mil millones de dólares anuales para el desarrollo de las infraestructuras necesarias con el fin de conseguir este objetivo en un plazo de diez años. Esta iniciativa se enmarca en la propuesta hecha por el presidente de EEUU, George Bush, el 9 de mayo (tras la caída del régimen iraquí) para combinar comercio y ayuda con un compromiso por la paz y la seguridad en la región. Por su parte, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, abogó por el fortalecimiento de las instituciones internacionales, marginadas por EEUU durante el conflicto de Irak, como instrumentos eficaces para el mantenimiento de la paz.
Con el lema ‘Construir la confianza’ comenzó la trigésimo tercera edición del Foro de Davos de 2003. Durante los seis días de debates y reuniones planeó el fantasma de la guerra contra Irak, aunque no se discutió en profundidad sobre sus consecuencias a pesar de que una intervención militar podría acabar con la vida de más de 48.000 personas. El Foro cuestionó la posición de EEUU con respecto a Irak y puso en evidencia los escándalos financieros de grandes compañías como Enron, World-Com o Arthur Andersen.
Tras los atentados de 11 de septiembre de 2001 en EEUU, la ciudad de Nueva York fue elegida de forma excepcional para celebrar la trigésima segunda reunión del Foro de Davos. El Foro concluyó con una llamada a que los beneficios de la globalización sean compartidos por todos, tanto ricos como pobres, y a una mayor responsabilidad social por parte del mundo empresarial. Pero también dejó entrever las diferencias entre EEUU y Europa tanto en política económica como de defensa. Se cuestionó el modelo de «capitalismo anglosajón» como la mejor vía de crecimiento, así como la definición estadounidense del «eje del mal» compuesto por Irán, Irak y Corea del Norte.
La 31 edición estuvo marcada por la ausencia de representantes del Gobierno de EEUU, cuya economía presentó los primeros síntomas de recesión frente a la pujanza del modelo europeo con unas expectativas de crecimiento superiores al 3%. En este clima de optimismo, los políticos y empresarios europeos no descartaron la posibilidad de asumir en la próxima década el liderazgo mundial frente a EEUU. La reunión coincidió con la primera celebración en Brasil del Foro Social Mundial, organismo contrario a los planteamientos neoliberales del Foro de Davos.
Esta edición bajo el título ‘Nuevos comienzos: Marcando la diferencia’, contó con la participación de 30 jefes de Estado y cerca de 2.000 personas, entre dirigentes políticos, empresariales, economistas, científicos e intelectuales, a los que en esta ocasión se sumó una nutrida representación de miembros de la llamada «sociedad civil» y de organizaciones no gubernamentales.
La 29 cumbre de Davos arrancó con la advertencia de los expertos sobre la fragilidad de la economía mundial y su dependencia de la demanda de EEUU. Los especialistas advirtieron de que un parón de la demanda estadounidense agravaría la crisis mundial que había comenzado hacía veinte meses en Asia y que llegó ha afectar a Rusia y posteriormente a Brasil, motor principal de la economía latinoamericana. Pese a ello, la atención del Foro de Davos se centró en la búsqueda de un «rostro humano» a la nueva arquitectura financiera mundial que enfrenta a EEUU con sus socios en el Grupo de los Siete.
El Gobierno estadounidense quería que la nueva arquitectura mundial no establezca controles ni regule los mercados financieros, mientras que la Unión Europea y Japón pidieron reglamentaciones más estrictas, especialmente sobre los fondos de alto riesgo, y la creación de un sistema internacional de revisión y control de los mercados, así como una la fijación de bandas de fluctuación para las principales divisas. Científicos y economistas pidieron un incremento del esfuerzo investigador en las enfermedades que afectan a los países del Tercer Mundo, mientras que diferentes personalidades abogaron por la lucha contra el fundamentalismo y el diálogo entre culturas y religiones como forma eficaz de prevenir los conflictos en el mundo.
Reunió a mil altos ejecutivos empresariales de todo el mundo, 250 políticos con cargos equivalentes a ministro, 40 jefes de estado o de gobierno, 30 expertos científicos, intelectuales y artistas, 200 ejecutivos de medios de comunicación y 250 periodistas, además de contar con la asistencia del Secretario General de la ONU, Kofi Anan. El objetivo de este congreso fue tratar de encontrar las prioridades globales para el siglo XXI, mientras que la discusión económica se centró en la crisis de Asia y sus repercusiones en el resto del mundo, y en el establecimiento de la moneda única europea.