José Luis Portela /CEO de Magtalent y profesor del IE Business School
Los niños del siglo XXI están siendo educados por adultos de finales del siglo XX, que siguen usando técnicas que eran válidas a mediados del siglo pasado y no han evolucionado mucho respecto a las que se usaban en la Revolución Industrial hace más de 150 años. La humanidad del siglo XXI necesita tener y, por tanto, debe crear un individuo que sepa responder a los grandes retos de este siglo: empleabilidad, equidad, innovación, trabajo colaborativo, deslocalización, integración y respeto por el medio ambiente.
En lo que llevamos de siglo XXI hemos visto que todo cambia muy deprisa. Las empresas que ocupan los primeros puestos mundiales no existían hace 20 años; las personas han pasado de la propiedad al uso de productos y servicios; las formas en las cuales nos comunicamos han multiplicado por varios cientos el número de interacciones y los modelos de negocio que duraban 20 años ahora duran 20 meses.
Todos hablan de la famosa transformación digital, y es cierto que ha modificado muchos sectores, pero la más importante es que los seres humanos –el alma del planeta– no han cambiado.
La digitalización va de tecnología, la transformación va de personas. Al contrario los móviles que actualizan el software todos los años para adaptarse a las nuevas necesidades y al entorno, nuestro cerebro no se ha actualizado y sigue pensando, trabajando y actuando de la misma forma que hace casi 100 años. Tenemos un cerebro que no está capacitado para liderar el trabajo del siglo XXI. Seguimos yendo a trabajar por un salario fijo, pasamos mucho tiempo justificando a nuestros superiores el trabajo que realizamos y estos dedican varias horas a controlar lo que hacemos. Impera una estructura organizativa rígida de mando y toma de decisiones.
Muchos opinan que lo que tiene que suceder es que las empresas cambien, pero esto no va a pasar ni está sucediendo. Si algo he aprendido es que “la cultura de las empresas cambia solo para protegerse y no tener que cambiar”.
Entonces, ¿qué es lo que tiene que cambiar? Las personas, que son los motores de las empresas.
El ser humano del siglo XXI enfrenta muchos retos y vive en un mundo totalmente distinto. La forma en la que trabajamos y la forma en la que nos relacionamos con las empresas tienen que cambiar.
Si hoy en día cualquiera puede hacer tu producto o servicio un poco más barato, si el acceso a los recursos se ha internacionalizado y se puede comprar en cualquier parte del mundo, si los bancos nos pueden prestar capital y si tu tecnología o tus procesos se pueden copiar, lo único que te queda para diferenciarte son las personas que trabajan en tu organización, tu cultura y tu estructura organizativa. Por tanto, los trabajadores que aporten valor serán los que mayor empleabilidad y éxito tendrán.
La tecnología, los robots y la inteligencia artificial van a automatizar todo lo que no aporte valor, pero dejarán un hueco libre que jamás podrán cubrir: el trabajo que realmente aporta valor, innovación, desarrollo de proyectos, gestión de la relación con las personas, clientes y proveedores, tanto dentro como fuera de la organización,
¿Cuáles son las características que ese nuevo cerebro-trabajador debería emplear para competir en este siglo XXI?
Nuestro cerebro está programado para seguir instrucciones concretas de nuestros superiores y para que las empresas nos marquen los límites de espacio físico, tiempo, dinero y actividades que podemos hacer y, sobre todo, de las responsabilidades que podemos asumir. Ese cerebro tenía sentido en el siglo XX, pero no en el XXI.
Vamos hacia un mundo de autoliderazgo y responsabilidad, tanto con la empresa como con el entorno que vivimos. Y en ese mundo debe ser el individuo el que se imponga las barreras de tiempo y espacio que ahora son dictadas por las empresas. El trabajador será un intraemprendedor en su organización. Los empleados serán emprendedores que usen los recursos humanos, tecnológicos y monetarios de la empresa para desarrollar sus ideas en forma de productos y servicios. En consecuencia, el salario que reciban será proporcional al beneficio que dejan en la empresa.
Las empresas del siglo XX gestionaban la escasez como estrategia competitiva. Por esto, nuestro cerebro está programado para gestionar la escasez. La disrupción de la transformación digital viene porque pasamos de la gestión de la escasez a la gestión de la abundancia. Se necesitan cerebros que sepan gestionar un paradigma en el cual hay menos limitaciones y el alcance de nuestros productos y servicios sean globales. En ese nuevo entorno el único límite somos nosotros mismos.
No esperes a que el entorno cambie. Solo si cambias tú primero, tu entorno cambiará y comenzaremos a crear la nueva sociedad del siglo XXI, en la que el individuo autorresponsable y social, comprometido, podrá desarrollar todo su potencial para contribuir a sí mismo, a su empresa y a la sociedad.
El reto de este nuevo apartado en Cambio16 es actuar como guía y como canal de comunicación para comenzar a actualizar el software de vuestro cerebro para crear un mundo mejor y en consonancia con los retos del siglo XXI.
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