Por Ores Lario
21/02/2017
Fiel a su cámara analógica de placas y dejándose llevar por el ritmo natural, obviando las vertiginosas prisas inherentes al mundo digital, Fernando Manso (Madrid, 1961), el fotógrafo detallista, minucioso y paciente, extrae de la realidad, a golpe de estirar el tiempo lentamente, unas imágenes que impresionan por su nitidez y belleza. Este artista de la vieja escuela acaba de inaugurar Norte, una nueva exposición centrada en los paisajes de la cornisa cantábrica española.
Manso, que reivindica el arte pausado, utiliza una cámara analógica Ebony. Explica así las motivaciones de la muestra que se exhibe hasta el 3 de abril en la galería Ansorena de Madrid. «Me suelto a la deriva por el magnetismo atávico de fluir rumbo norte. Miro hacía atrás y mis huellas desaparecen en el mullido musgo; barridas por una silenciosa marea verde, donde el liquen es la espuma que queda entre las ramas. Y el vaho constante testigo de mi respiración, de esa frontera entre sueño y realidad; como el solemne tejido entre las indomables playas que se abren hacia las montañas, envueltas en un bosque que torna amarillo para llegar a blanco, protegiendo su hielo y sus recién nacidos ríos, que descienden en furor, sedientos de arena y sal. Donde las olas pastan salvajes serenando con su aroma cada paso de civilización».