«No se puede permitir que la discordia se convierta en un constante ruido de fondo que impida escuchar el auténtico pulso y sentir de la ciudadanía»
El mensaje de Nochebuena del rey Felipe VI no fue un récord de audiencia. Ni, por lo que se ha escuchado, tuvo la receptividad esperada entre los principales y bien escogidos destinatarios. El liderazgo político de España necesitan más serenidad y ponerle freno a la crispación. Sobre todo, anteponer el interés común a cualquier otro interés. No deben ser palabras al viento e llamado real a la conciencia del bien común.
Luego de resaltar el espíritu de solidaridad que la ciudadanía mostró ante la DANA, Felipe VI dijo que ese modo de ser de los españoles, esa preocupación en el bien común, debería ser la base sustentación ideal del quehacer de la dirigencia política. Recordemos que en medio del desastre demasiados funcionarios y autoridades hicieron oídos sordos al clamor de ayuda de los ciudadanos, y que cuando al fin respondieron fue de manera lenta y deficiente.
Las personas que perdieron la vida y los desaparecidos merecen todo nuestro respeto y no debemos olvidar nunca el dolor y la tristeza que han dejado en sus familias.
En poco más de 15 minutos, el rey se refirió a los puntos claves del momento: inmigración, déficit habitacional, complejidad del escenario internacional, vigencia de la Constitución de 1978, crispación política y, desde el principio, la DANA. Divulgado por las cadenas de televisión en horario estelar, el mensaje estuvo dirigido más a los líderes políticos que a los ciudadanos. Su insistencia en que debe primar el “bien común” en la toma de decisiones no debió pasar inadvertida.
La audiencia estuvo lejos de los 11 millones de espectadores que en 2020 esperaban en sus palabras una luz de esperanza ante la calamitosa pandemia de COVID-19 . En esta ocasión, las mediciones registran que 5,9 millones lo vieron, unos 100.000 menos que el año pasado, pero no fueron palabras al viento las suyas.
«Consciencia del bien común»
Las heridas causadas por la DANA siguen abiertas en varias zonas del este y sur de España, especialmente en Valencia. Los reyes lo saben porque lo han visto. «Un hecho difícil de asumir, pero del que todos deberíamos poder sacar las enseñanzas necesarias que nos fortalezcan como sociedad y nos hagan crecer”, dijo al rendir homenaje a las víctimas y desaparecidos del devastador temporal. Recordó que 800.000 personas se vieron afectadas por la catástrofe, que causó la pérdida de miles de hogares, negocios y escuelas.
Luego de reconocer la solidaridad más pura en el trabajo incansable de voluntarios anónimos y servidores públicos, mencionó la frustración, el dolor y la impaciencia de quienes demandan una mayor y más eficaz coordinación de las administraciones. Dijo que tanto las emociones que conmueven y reconfortan como las que duelen surgen de una misma raíz: la conciencia del bien común. Insistió en que la consciencia del bien común debe preservarse y reforzarse en el ámbito político.
Esa solidaridad en su sentido más puro y más apegado a lo concreto la hemos reconocido día tras día en el trabajo ingente de voluntarios anónimos y de servidores públicos y también hemos comprobado y entendido la frustración, el dolor, la impaciencia, las demandas de una coordinación mayor y más eficaz de las administraciones porque todas esas emociones, las que conmueven y reconfortan y las que duelen y apenan surgen de una misma raíz, la conciencia del bien común, la expresión del bien común o la exigencia del bien común. Por encima de eventuales divergencias y desencuentros prevalece en la sociedad española una idea nítida de lo que conviene, de lo que a todos beneficia y que por eso tenemos el interés y la responsabilidad de protegerlo y reforzarlo.
Invitó a los principales actores en la política nacional a evitar que la diversidad de opiniones derive en la negación del espacio compartido. «En ese acuerdo en torno a lo esencial es desde donde debemos abordar los asuntos que nos preocupan y que nos afectan a todos de maneras diferentes en nuestra vida colectiva», asentó.
Defender la democracia liberal
Enumeró los temas esenciales que afectan la vida colectiva y le preocupan. «La inestabilidad internacional, el crispado clima del debate público, las dificultades en el acceso a la vivienda y la gestión de la inmigración merecen nuestra atención», dijo.
Considera que la vida de los españoles se ve afectada por un escenario exterior cada vez más complejo y cambiante, una importante razón para defender la democracia liberal, los derechos humanos y las conquistas en materia de bienestar social. «En un mundo necesitado de actores fuertes y cohesionados, Europa sigue siendo nuestra referencia más valiosa. España y los demás Estados miembros de la Unión Europea deben defender sus valores junto con los socios internacionales», apuntó.
Al referirse a la política nacional y sus actores, defendió la Constitución de 1978 como la gran referencia, cuyo acuerdo en lo esencial fue el principio fundamental que la inspiró. «Trabajar por el bien común es preservar precisamente el gran pacto de convivencia que afirma nuestra democracia y consagra nuestros derechos y libertades, pilares de nuestro Estado social y democrático de derecho», subrayó.
A pesar del tiempo transcurrido, la concordia de la que fue fruto sigue siendo nuestro gran cimiento. Cultivar ese espíritu de consenso es necesario para fortalecer nuestras instituciones y para mantener en ellas la confianza de toda la sociedad. Un pacto de convivencia se protege dialogando, ese diálogo con altura y generosidad que debe siempre nutrir la definición de la voluntad común y la acción del Estado.
Reiteró la necesidad de cultivar el espíritu de consenso para fortalecer las instituciones y mantener la confianza de la sociedad. En particular, insistió en poner freno a la crispación política mediante un diálogo sereno y generoso en la esfera pública y en la vida diaria:
«Es necesario que la contienda política, legítima, pero en ocasiones atronadora, no impida escuchar una demanda aún más clamorosa: una demanda de serenidad. Serenidad en la esfera pública y en la vida diaria, para afrontar los proyectos colectivos o individuales y familiares, para prosperar, para cuidar y proteger a quienes más lo necesitan».
Insistió en que no se puede permitir que la discordia se convierta en un constante ruido de fondo que impida escuchar el auténtico pulso de la ciudadanía.
Integración y respeto a las leyes
En relación con la inmigración y el acceso a la vivienda, instó a una gestión adecuada y a una eficiente coordinación entre los actores implicados. Dijo que la inmigración es un fenómeno complejo y sensible. Recordó que los movimientos de población explican las sociedades actuales, pero que, como se está viendo en varios países de Europa, las migraciones sin una gestión adecuada pueden erosionar la cohesión social.
Instó a respetar las leyes y normas básicas de convivencia y civismo; a reconocer la dignidad que todo ser humano merece y la importancia de luchar contra las redes y las mafias que trafican con personas. «La forma en que España aborde la inmigración dirá mucho sobre sus principios y la calidad de su democracia», sentenció.
La manera en la que seamos capaces de abordar la inmigración, que también precisa de una buena coordinación con nuestros socios europeos, así como con los países de origen y tránsito, dirá mucho en el futuro sobre nuestros principios y la calidad de nuestra democracia.
En cuanto al acceso a la vivienda, señaló que es una preocupación, sobre todo para los jóvenes, y que requiere la reflexión y el diálogo de todos los actores implicados. Subrayó que es necesario encontrar soluciones que faciliten la vivienda en condiciones asumibles, especialmente para los jóvenes y los más desprotegidos. Tener una casa es la base para la seguridad y el bienestar de muchos proyectos de vida.
Esperanza y fe en los jóvenes
La parte final de su mensaje fue de optimismo y de confianza en el potencial de España y su juventud. Reconoció la existencia de pobreza y exclusión social, pero aseguró que el presente de España resulta prometedor por el positivo comportamiento de la economía, con indicadores de crecimiento, empleo y exportaciones en ascenso, al igual que el nivel general de bienestar social.
Expresó su convicción de que los españoles tienen un enorme potencial que debe infundirles esperanza. Tanto a nivel nacional como internacional, la juventud española «ha hecho brillar nuestro nombre en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos y en la última Eurocopa»; también «emprende pese a las dificultades» y «está a la vanguardia de nuestra ciencia». Destacó su espíritu de trabajo, compromiso y superación de obstáculos, además de su papel fundamental en los momentos más difíciles, como las recientes inundaciones.
Insistió en su llamado a que la solidaridad siga presente en cada gesto, acción y decisión. «Que las ayudas lleguen a todos los que lo necesiten, para que puedan reconstruir el futuro por el que tanto han luchado». Afirmó que la memoria del camino recorrido, la confianza en el presente y la esperanza en el futuro son una parte ineludible, «acaso la más valiosa, pero también la más delicada, de nuestro bien común».
Hubo reacciones
Los antimonárquicos criticaron que fuese el rey y no el presidente quien diera el mensaje. Los separatistas apuntaron a que no apoyaron la Constitución de 1978. Los progres criticaron que no mencionó la violencia contra las mujeres. La izquierda consideró el discurso de derechas. Los aliados de Sánchez se enfurecieron porque mencionó el problema de la vivienda. Un país crispado que pone de lado el bien común.
En su defensa, el PSOE y Núñez Feijóo, cosas de la política moderna, publicaron sendos mensajes en sus redes sociales X. «Celebro el discurso del rey. Su reconocimiento a la solidaridad del pueblo español, su reivindicación del bien común como principio rector en política, y su defensa de la Constitución», publicó Feijóo.
Mientras que el PSOE -no Pedro Sánchez- resaltó que el rey puntualizara que la vida política debe estar marcada por la serenidad. «No podemos estar más de acuerdo. El consenso debe ser el camino para dedicar todos nuestros esfuerzos al bienestar de los ciudadanos y ciudadanas de España».
Oídos sordos
Su discurso estuvo dirigido a quienes ejercen el liderazgo político, pero no reacciones encendidas a favor ni en contra. Respondieron con comentarios tan intrascendentes, por salir al paso, que no se viralizaron en las redes. Si algo logró desnudar la DANA es que la actual dirigencia política parece haber olvidado esos principios elementales de la convivencia ciudadana y la solidaridad que es la consciencia del bien común.
«Que la solidaridad que nos ha unido en los momentos más difíciles siga presente en cada gesto, en cada acción, en cada decisión. Que las ayudas lleguen a todos los que lo necesitan para que puedan reconstruir el futuro por el que tanto han luchado, afrontando con coraje y dignidad los retos de un presente a veces implacable. Cuanto antes lo consigamos, más reforzaremos nuestro sentido de comunidad, nuestro sentimiento de país, porque la memoria del camino recorrido, la confianza en el presente y la esperanza en el futuro son una parte ineludible, acaso la más valiosa, pero también la más delicada de nuestro bien común».