Por Manuel Domínguez Moreno
Empiezan a mostrarse las cartas sobre la mesa y el PSOE de Pedro Sánchez, el de la enésima renovación de la socialdemocracia española, ha recurrido a su más vieja gloria, su “jarrón chino” por antonomasia, sin contar por supuesto la referencia cada vez más lejana y difuminada del primigenio Pablo Iglesias. ¡Felipe González, el jefe de la casta, al rescate del nuevo PSOE de Pedro Sánchez! ¡Quién lo diría después de todo lo que ha llovido desde el mítico XXXV Congreso del partido en 2000, el del “impulso necesario” que aupó al entonces desconocido José Luis Rodríguez Zapatero, quien precisamente en el acto del pasado domingo estuvo presente con el rictus pétreo durante todo el discurso de la gran estrella invitada del día y al que el poder no le iba a cambiar.
¿Un premeditado tiro en el pie de la ejecutiva del PSOE con cruciales citas electorales a la vuelta de la esquina? Difícil saberlo, aunque algo así se puede interpretar con cuatro formaciones empatadas técnicamente para aspirar a la Presidencia del Gobierno, y donde el PSOE de Pedro Sánchez tiene todas las de perder ante el empuje constante de Podemos y Ciudadanos, dos partidos sin máculas aparentes porque aún no han tocado el pelo del poder.
Apenas 48 horas antes de que Manuel Chaves, expresidente socialista, expresidente andaluz y líder del partido en esta comunidad durante varios lustros, se sentase ante un juez del Supremo para explicar su presunta implicación en el bochornoso caso de los ERE fraudulentos, Felipe González, otro de los actores principales en la mítica “foto de la tortilla” se arroga el derecho de enarbolar él solito el estandarte de campaña de un partido con 135 años de historia a sus espaldas, con la socialdemocracia como único norte, un norte que a todas luces parece querer darle esquinazo más pronto que tarde. Porque no se explica entonces que el actual secretario general del partido, Pedro Sánchez, figura surgida por sorpresa después de un congreso extraordinario —sin el voto del propio González, que optó por su contrincante en las primarias, Eduardo Madina— tras tocar fondo en cuanto a respaldo ciudadano, haya decidido llamar a las puertas de un hombre que representa más que nadie eso que desde formaciones como Podemos han venido en llamar “casta”.
El Felipe González de las puertas giratorias, el hombre que se “aburre” en los consejos de administración de grandes empresas, el de las conferencias millonarias, el de los palacetes en el Caribe y Marruecos, el amigo personal del fallecido expresidente venezolano Carlos Andrés Pérez (implicado en numerosos casos de corrupción que provocaron la irrupción de Hugo Chávez en la escena política internacional)… ese “jarrón chino” se ha sacudido el polvo y quiere dirigir ahora la cruzada contra los que considera nuevos arribistas, Ciudadanos y Podemos. Lo más sorprendente no es su predisposición a “ayudar” al partido en lo que sea para no seguir hollando el subsuelo de las encuestas, sino que el actual líder le dé coba en este ¿entierro?
Cabe recordar que, entre otras propuestas, Felipe González ha aconsejado a los suyos convergir con sus eternos enemigos de la derecha, el PP, para hacer frente a las acometidas que llegan desde el centro moderado de Ciudadanos y de la izquierda más real de Podemos. ¿Es esta una forma clara de asumir que el PSOE es “casta”, como le achacan Pablo Iglesias (el actual) y los suyos? La reivindicación de las primeras municipales de 1979 que realizó durante su intervención en la conferencia municipal Felipe González es muestra más que palpable de que el PSOE quiere que el electorado compruebe el valor de su larga trayectoria democrática en la historia más reciente de este país. Pero hacerlo con la figura de Felipe González significa un claro contrasentido por todo lo que este representa en la actualidad en el panorama político nacional.
El PSOE de 1979 o el de 1982 no es ni por asomo el que hoy se oculta tras las mismas siglas, aunque el efecto “personaliza, que algo queda” impuesto por Susana Díaz en la cita andaluza ha evidenciado una nueva forma de hacer política muy alejada de la “marca partido” hasta ahora imperante. Curiosamente, también en el PP han optado por esta estrategia. Sin ir más lejos, el rap de Monago en Extremadura lo dice todo. Por el contrario, tanto Ciudadanos como Podemos sí son marcas en valor, aunque con dos liderazgos también perfectamente definidos en Albert Rivera y Pablo Iglesias.
El PSOE de Pedro Sánchez no es izquierda, ¿centro-izquierda? ¿centro?, ¿es el de los/as parados? ¿el de los afectados por los desahucios? Claramente no se puede comparar con nada en la actualidad, su indefinición ideológica es palpable y la ciudadanía se ha cansado de esperar el resurgir siempre prometido de la socialdemocracia que hasta ahora había encarnada en exclusiva el PSOE en este país. Y para colmo Pedro Sánchez recurre a Felipe González, que carga contra Podemos como el Alfonso Guerra de sus mejores mítines hacía contra el PP de Aznar. Es un favor en toda regla el que le hace al partido asambleario de Iglesias y su discurso consabido de la “casta”, encabezada por el tándem González-Aznar. Ha tardado un suspiro en responder Iglesias a González: “González y Aznar se parecen más que nadie en este país” porque los dos son “favorables a los consejos de administración y a una manera de hacer política contraria a los intereses de la gente”.
El PSOE ha imitado también al PP en esta estrategia fallida de torpedear a su nuevo enemigo. Cuando Rajoy atiza a Rivera, Ciudadanos no solo se afianza entre los electores descontentos con la derecha sino que sube como la espuma. La experiencia de los populares en Andalucía no puede ser más desalentadora en este sentido.
Pues visto lo visto, Felipe González carga contra Pablo Iglesias-Podemos. Un tiro en el pie, sin duda. El mensaje de la “casta” ha echado raíces entre los electores, cansados ya de tantas promesas incumplidas y tanta corrupción institucionalizada y generalizada. Basta preguntar a destacados socialistas por la inesperada presencia de Felipe González en la precampaña para comprobar que no ha sido recibida de buen grado, ni mucho menos. Ya lo decía el propio Felipe González: “Los jarrones chinos son valiosos pero no se sabe dónde ponerlos”. El PSOE de Pedro Sánchez ha decidido colocarlo a la vista de todos en el mismo recibidor de su casa. ¿Llamará más gente a su puerta cuando lo vea o todo lo contrario?