Por Iñigo Aduriz
19/08/2017
ENTREVISTA A LUIS ROJAS-MARCOS. PROFESOR DE PSIQUIATRÍA DE NEW YORK UNIVERSITY SCHOOL OF MEDICINE Y DIRECTOR EJECUTIVO DEL PHYSICIAN AFFILIATE GROUP OF NEW YORK.
Es un gran conocedor del pánico colectivo que genera el terrorismo. Luis Rojas-Marcos (Sevilla, 1943) era el presidente del Sistema de Sanidad y Hospitales Públicos de Nueva York cuando la ciudad vivió los terribles atentados del 11 de septiembre de 2011. Ante este tipo de tragedias, el ahora profesor de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York destaca la importancia de olvidar. En cuanto al terror colectivo generado por los continuos ataques terroristas que vive Occidente, su diagnóstico es claro: “El miedo se debe a la idea de que no controlamos nuestro programa de vida. Por eso es importante localizar el centro de control dentro de nosotros mismos”.
Vivimos una especie de miedo generalizado por el incremento de los ataques del terrorismo internacional sobre todo en la Unión Europea. ¿Cuáles son los elementos que configuran ese terror de masas?
El pánico es contagioso. La tendencia a asustarnos cuando se asustan quienes nos rodean está relacionada con la necesidad instintiva de advertirnos unos a otros de los peligros para protegernos. Incluso las comunidades más sosegadas pueden ser invadidas por el terror en ciertas condiciones de amenaza e incertidumbre. Sin duda, la mezcla de terror e indefensión configura al pánico masivo y debilita nuestra capacidad para gestionar y superar situaciones peligrosas. No obstante, un efecto paralelo de los malos tiempos ha sido el aumento de la solidaridad y la conciencia social en muchos sectores de la población. Creo que es importante poner en una perspectiva razonable la situación actual en Europa y no caer en generalizaciones agoreras. La realidad es que, a pesar de los terribles sucesos terroristas ocurridos en los últimos años, la gran mayoría de la población mantiene un estilo de vida saludable y un alto nivel de satisfacción con la vida en general.
¿Cuáles son los pasos que se deben dar para superar el miedo?
El miedo se debe a la idea de que no controlamos nuestro programa de vida. Por eso es importante localizar el centro de control dentro de nosotros mismos. Sentir que gobernamos nuestro barco nos ayuda a utilizar nuestras funciones ejecutivas para enfrentarnos a la adversidad con más claridad mental, determinación y esperanza que si sentimos que dependemos de fuerzas externas incontrolables, del “que sea lo que Dios quiera”. También ayuda recordar las metas que conseguimos en el pasado o las adversidades que superamos, lo que nos ayuda a pensar que los desafíos que surjan también los superaremos. Esta actitud positiva estimula en nosotros una perspectiva confiada y esperanzadora del futuro y nutre el entusiasmo para luchar ante situaciones difíciles.
Vivió de cerca los ataques del 11 de Septiembre de 2001, en Nueva York. ¿Cómo consiguió la ciudad salir adelante y recuperar la sensación de seguridad?
Sin duda, el paso del tiempo sin el sobresalto de nuevos ataques fue lo que permitió que resurgieran en los ciudadanos la tranquilidad y la esperanza. El olvido natural que produce el paso del tiempo disminuye la intensidad de las imágenes, las sensaciones y los pensamientos vinculados a las crisis. Olvidar es un mecanismo natural que nos distancia de los infortunios pasados y nos anima a pasar página. Otro factor que ayudó a seguir adelante fue el ambiente solidario y las redes de soporte emocional que se crearon. Fuentes muy potentes de confianza, apoyo y seguridad fueron la familia, los amigos, el ambiente laboral positivo y las organizaciones sociales.
¿Cuáles son los consejos que daría a la población para que este verano no se sienta condicionada por ese temor al terrorismo?
Está archidemostrado que quienes piensan que dominan razonablemente sus circunstancias disfrutan más y resisten mejor las amenazas a su bienestar y felicidad que quienes sienten que no controlan la situación o que sus decisiones no cuentan, por lo que ponen sus esperanzas en poderes ajenos a ellos, como el destino o la suerte. Interiorizar nuestra capacidad de dirigir nuestro programa de vida nos ayuda a tomar la iniciativa, a relajarnos, a disfrutar y, si fuese necesario, a protegernos.
¿Es posible ser feliz en este contexto tan adverso a nivel internacional?
Sí. A pesar de las crisis, todos gozamos de tendencias naturales que alimentan el sentimiento de satisfacción con la vida en general y fomentan en nosotros la idea de que vivir merece la pena. La búsqueda de momentos y relaciones felices que incluyan amor y solidaridad está programada en nuestros genes. Mantener un nivel subjetivo de felicidad es una necesidad natural y una condición para la conservación de nuestra especie. Aunque una cosa es sentirnos felices y otra reconocerlo ante los demás. En España reconocer abiertamente que uno es feliz —aunque sea la pura verdad— no está bien visto, es de mala educación. Además, muchos callan por modestia, o temen ser juzgados de ingenuos; otros piensan que hablar de la propia satisfacción con la vida produce envidia en quienes los escuchan. Pese a que los españoles somos en general personas optimistas y razonablemente felices, usamos la queja como motivo de conversación.
¿Existen pautas que puedan ayudarnos a disfrutar más de nuestro tiempo de ocio?
Es fundamental entrenarnos para desconectar de las obligaciones laborales y preocupaciones que absorben gran parte de nuestra energía menta y emocional. También es importante ser conscientes de que las actividades de ocio tienen un peso muy importante en nuestra salud física y mental y en nuestra satisfacción con la vida. Jugar, por ejemplo, es una de las experiencias humanas más antiguas y gratificantes que nos ayudan a gozar, a liberarnos de preocupaciones y a expresar nuestra creatividad.
¿Cómo nos ayuda el descanso del verano?
Su pregunta me trae a la mente la historia que relata Charles Darwin en su obra sobre las emociones. Darwin cuenta que un día le preguntó a un niño qué significaba para él ser feliz; el niño le respondió: “Hablar, reírme y dar besos”. Creo que el descanso veraniego nos da la oportunidad de experimentar esta versión tan práctica y verdadera de la dicha.
¿Hay más personas afectadas por enfermedades mentales a raíz de la crisis económica?
La crisis ha provocado la desaparición de miles de empresas y millones de empleos. Al mismo tiempo, ha incrementado el número de personas afectadas por el estrés y los sentimientos de vulnerabilidad e incertidumbre. Cuanto más incapaces nos sentimos de planificar nuestro futuro, más espacio dejamos abierto para que la desconfianza, la inseguridad y el miedo impregnen nuestro día a día. Estos sentimientos nos predisponen a sufrir ansiedad, depresión, irritabilidad y a recurrir al alcohol o las drogas para aliviar estos síntomas.
¿Cuáles son las secuelas psíquicas y psicológicas que nos han quedado tras la crisis?
La mayoría de las personas que se enfrentan a grandes crisis con el tiempo se adaptan y vuelven a disfrutar de una vida saludable y gratificante. En mi campo empleamos el término resiliencia para referirnos a la mezcla de resistencia y flexibilidad que caracteriza a esa fuerza de adaptación. Muchos ciudadanos que han vivido el proceso de superar las adversidades asociadas a la crisis económica confiesan haber descubierto cualidades personales que desconocían y afirman haber mejorado como personas. Por ejemplo, el sentido de haber luchado y no haberse rendido les hace sentirse más capaces de superar futuros desafíos. Otros destacan los efectos reparadores de la ayuda mutua, la confianza en los demás y la solidaridad. También dicen haber aprendido y reordenado sus prioridades. Piensan que ahora disfrutan de actividades placenteras cotidianas que antes no valoraban.
A pesar de vivir cada vez más en sociedades de masa, nos sentimos cada vez más solos.
No creo que cada vez nos sintamos más solos. Lo que ocurre es que tenemos más opciones para elegir con quien nos relacionamos. Hasta no hace mucho más de un siglo, nuestras relaciones estaban físicamente limitadas a vecinos y compañeros de trabajo. Hoy, gracias a los extraordinarios avances, incluyendo internet, podemos conectarnos en cualquier momento con personas que viven lejos de nosotros. En la actualidad, millones de personas disfrutan navegando en el espacio virtual de internet. La red les ofrece un medio extraordinario para compartir y forjar relaciones felices.
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Acaba de ser premiado por la Fundación Mapfre por el Proyecto Ayuda, una iniciativa que permite atender y hospitalizar a los enfermos mentales graves y sin hogar. ¿En qué consiste exactamente?
Efectivamente, en octubre de 1987, lanzamos en Nueva York el Proyecto Ayuda, el primer servicio móvil integrado por psiquiatras, enfermeros y trabajadores sociales, destinado a atender a enfermos mentales graves sin hogar que rechazaban tratamiento médico y deambulaban por las calles de la ciudad poniendo su vida en peligro.
Una vez examinados en la calle, estos pacientes eran trasladados al Hospital Bellevue donde eran hospitalizados en una unidad especializada. Para entender el problema de estos enfermos sin techo hay que tener en cuenta el cierre precipitado y masivo de centros psiquiátricos en los países de Occidente en los años setenta y ochenta. Como consecuencia, miles de frágiles enfermos viven ahora en las calles de las ciudades, desprotegidos e incapaces de negociar una complicada burocracia asistencial.
En la actualidad, Nueva York cuenta con 24 equipos similares que atienden anualmente a cerca de 12.000 enfermos. Proyecto Ayuda también sirvió de modelo para otras urbes estadounidenses y europeas, incluida España. Como sabe, la enfermedad mental se caracteriza a menudo por la incapacidad del paciente de reconocerla y buscar ayuda.
Este hecho pone de manifiesto el delicado equilibrio entre el respeto a los deseos de los enfermos desamparados y su derecho a verse libres del sufrimiento y la prisión que es la enfermedad mental. Proyecto Ayuda sembró las semillas de la responsabilidad de la sociedad de proteger a sus colectivos más desvalidos y marginados.