La inteligencia artificial puede impulsar el crecimiento económico y mejorar la productividad. Siempre y cuando se implemente correctamente y se acompaña de políticas justas y equitativas. La nueva tecnología genera preocupación ante su potencial impacto en el desempleo. Expertos advierten que la próxima generación de inteligencia artificial sustituirá a trabajadores en diversos sectores. Sin políticas públicas que aborden este problema avizoran un caos por los trabajadores que quedarán sin empleo.
Un estudio de la Universidad de Oxford indicó que la inteligencia artificial podría reemplazar entre el 50% y el 80% de la población mundial en sus puestos de trabajo. Los sectores más vulnerables a la automatización incluyen trabajos rutinarios y repetitivos, como fabricación, transporte y servicios de contacto directo con el cliente. Aunque se espera que la IA también genere nuevas oportunidades en campos como la ingeniería de software y la ciencia de datos.
No es nuevo
Es probable que en un cercano futuro nos encontremos trabajando en profesiones que aún no se han concebido. Mientras que otros roles tradicionales, como los administrativos, los cajeros de supermercado, los conductores, los camareros, los guardias de seguridad y los operadores de telemarketing de primer nivel, pueden desaparecer o reducirse significativamente.
La aparición de robots, la automatización y la Inteligencia Artificial ya comenzaron a remodelar el panorama laboral en ciertos sectores, como la automoción y la industria. Tendencia que se intensificará en los años venideros. El miedo a la pérdida de empleos debido a la irrupción de una nueva tecnología no es un fenómeno reciente. A principios del siglo XIX, un movimiento conocido como ludismo, liderado por artesanos ingleses, se levantó contra los nuevos inventos como la hiladora industrial, que la industrialización estaba introduciendo. Lo que amenazaba con dejarles sin trabajo. A pesar de sus esfuerzos por destruir máquinas e incendiar fábricas, no pudieron detener el avance inexorable de la industrialización.
“La automatización reemplaza a los humanos. Por supuesto, no es nada nuevo. Lo que es nuevo es que ahora, a diferencia de la mayoría de los periodos anteriores, los hombres desplazados no tienen a dónde ir”. James Boggs escribi esa frase en 1963 en “The American Revolution: Páginas del cuaderno de un trabajador negro”, cuando las computadoras comenzaban a hacer su aparición en las empresas. En nuestros días recuperan su vigencia ante la irrupción de la Inteligencia Artificial. Históricamente, los temores sobre la tecnología han resultado en gran medida infundados porque los beneficios han superado los perjuicios. Nuestro desafío es maximizar esos beneficios y minimizar los daños. El como hacerlo se divide en dos propuestas: reeducar y reciclar a los trabajadores desplazados o establecer un ingreso básico universal.
La experiencia más reciente
Jason Ludwig, de la Universidad de Cornell, en su tesis doctoral “Automatizando la Negritud: Raza, Computación y Política en los Estados Unidos de la Posguerra”, exploró cómo diversos actores, incluyendo funcionarios gubernamentales, expertos en informática y activistas, intentaron promover la igualdad racial a través de la informática en los Estados Unidos. Según Ludwig, Boggs argumentaba que no sólo los trabajadores poco cualificados estaban en riesgo debido a la automatización, también los trabajadores de oficina. Cuyos puestos podrían ser ocupados por “máquinas IBM y ordenadores”.
En un contexto de creciente precariedad, los planes gubernamentales para educar y reciclar a los trabajadores se volvían obsoletos casi tan pronto como se formulaban. “Tan rápido como se les forma para una fase técnica superior de la producción, se produce una nueva revolución técnica”. Boggs sostenía que a medida que la automatización aumentaba el número de desempleados, comenzaban a constituir una “fuerza revolucionaria o ejército de marginados y rechazados totalmente ajenos a la sociedad”.
Para Boggs el dilema de estos “marginados” reflejaba el dilema de la sociedad estadounidense en general. La automatización “excluye a cada vez más personas de desempeñar cualquier papel productivo en la sociedad” y no había medios claros para apoyar a los individuos que quedaban obsoletos. Advertencias sobre el desempleo tecnológico que se repiten hoy en día. Pero a una escala mucho mayor.
Visión miope
En julio de 2023, el McKinsey Global Institute publicó un informe sobre la IA generativa y el futuro del trabajo en Estados Unidos. Advierte sobre los crecientes desafíos para algunos de los trabajadores más marginados de la economía. El futuro del trabajo predice una disminución de la demanda servicio al cliente, servicios de alimentación y trabajo de producción. Áreas en las que los estadounidenses de raza negra están muy concentrados.
Predicciones que amplían las preocupaciones que han surgido entre los analistas económicos de que los “robots robaempleos” puedan crear más dificultades para los ya vulnerables trabajadores de minorías raciales. El consenso emergente entre los consultores de gestión, los líderes de Silicon Valley y los responsables políticos es que para hacer frente a estos retos simplemente es necesario formar a más trabajadores negros en programación y otras habilidades valoradas en la industria de la tecnología. Parece tan evidente que casi no llama la atención.
Según Jason Ludwing refleja una ideología particularmente estadounidense comprometida con la visión de que el progreso tecnológico es inevitable. Y que los trabajadores deben mejorar o ser barridos por su inexorable marcha. Sin embargo, el enfoque individualizador del desplazamiento tecnológico oculta la miopía que ha caracterizado la política tecnológica estadounidense durante décadas. Especialmente cuando se cruza con cuestiones de justicia económica y racial.
Paternalismo de los años sesenta
Durante los años sesenta, el impacto de la tecnología y la automatización en el empleo se convirtió en un tema central en la política de Estados Unidos, impulsado por figuras como John F. Kennedy. Para abordar el desafío del desempleo tecnológico, se implementó la Ley de Desarrollo y Formación de Mano de Obra. Atendió a casi dos millones de estadounidenses, enfocándose en los más empobrecidos y las minorías raciales.
Estos esfuerzos coincidieron con el movimiento por los derechos civiles. Muchos afroamericanos carecían de las cualificaciones necesarias para los trabajos emergentes. Enfrentaban barreras adicionales debido a la falta de oportunidades educativas, la pobreza y la discriminación racial. Las revueltas de 1964 en Harlem, Rochester y Filadelfia llevaron a una reevaluación de cómo estos programas de mano de obra estaban beneficiando a los afroamericanos.
John Diebold, una voz principal del optimismo tecnológico, proclamó en 1952 que la automatización llevaría a una mejora de la mano de obra, con un enfoque en funciones más especializadas. Sin embargo, cuando se aplicó a los proyectos de mano de obra afroamericana, este “perfeccionamiento” adoptó la forma de un ascenso racial paternalista. Enfatizando la autosuficiencia y la pureza moral como claves del progreso racial en una sociedad automatizada.
Papeles de segunda clase
Durante los años 60, los programas de formación en tecnología, como el Proyecto PREPARE, se alejaron de la esperanza original de promover la igualdad racial a través de la automatización. En su lugar, establecieron una jerarquía racializada del trabajo tecnológico. Los programas, financiados por la Ley de Desarrollo y Formación de Mano de Obra, se centraron en formar a trabajadores negros en programación informática y procesamiento de datos.
El Proyecto PREPARE, una iniciativa del Instituto de Tecnología Informática, proporcionó formación en informática a desempleados y subempleados en la región metropolitana de Washington DC. Entre 1964 y 1967, graduó a unos 100 estudiantes, el 65% de los cuales eran negros. A pesar de que la finalización del programa proporcionó a muchos graduados nuevas oportunidades para entrar en el creciente mercado laboral de la informática, su papel a menudo se consideraba subordinado.
El Secretario del Departamento de Trabajo, Willard Wirtz, argumentó que los graduados del Proyecto PREPARE y otras iniciativas similares, carecían de títulos y de una formación más formal en procesamiento de datos. Por lo que podían asumir el papel de “subprofesionales cualificados”. Quienes podían aliviar a los ingenieros y especialistas informáticos altamente formados de tareas rutinarias.
Ludwing sostiene que aunque la formación pretendía proporcionar a los trabajadores negros los conocimientos necesarios para asumir trabajos básicos de procesamiento de datos, su inclusión en la economía de la automatización a menudo se planteaba en papeles de segunda clase o subordinados. Esta política de mano de obra preveía una división racializada del trabajo informático que persiste hasta nuestros días. Con trabajadores marginados de todo el mundo realizando labores rutinarias y mal pagadas en plataformas como Mechanical Turk de Amazon.
Reciclaje cuestionado
En 1973, la Ley de Desarrollo y Formación de Mano de Obra fue reemplazada por la Ley Integral de Empleo y Formación. Marcó un giro hacia una gobernanza del cambio tecnológico centrada en las habilidades individuales. Sin embargo, los proyectos resultantes a menudo no abordaban los problemas económicos subyacentes en las comunidades marginadas.
Durante la década de 1960, teóricos como James Boggs propusieron visiones alternativas del cambio tecnológico. Planteó que la solución en la era de la automatización no era luchar por el pleno empleo, sino aceptar el pleno desempleo. La creación de una sociedad sin trabajo. Argumentaba que para abordar adecuadamente el desafío de los marginados, “la cuestión del derecho a una vida plena tiene que divorciarse completamente de la cuestión del trabajo”. Y garantizar un ingreso pleno y digno a los trabajadores.
Hoy, en la cúspide de lo que algunos predicen será la revolución de la inteligencia artificial, las lecciones de Boggs son relevantes. Para Ludwing sus argumentos señalan el fallo de las recomendaciones actuales que sugieren que los trabajadores necesitan desarrollar nuevas competencias para mantenerse al día con las tecnologías cambiantes. En su opinión el reciclaje de los trabajadores puede ser una medida temporal importante, pero «sólo será una solución provisional a los problemas político-económicos subyacentes al cambio tecnológico».
Renta Básica Universal
La historia de la política laboral en Estados Unidos sugiere que es necesario cambiar nuestra forma de pensar sobre la tecnología, el trabajo y el valor social. Según el psicólogo y sociólogo Naum Kliksberg, experto en inteligencia artificial, es probable que reemplacen a las personas en los próximos 20 años. En su opinión aunque los gobiernos lo intenten tendrán dificultades para regular efectivamente el avance y el desarrollo de la inteligencia artificial. “Será inevitable que la cantidad de pobres crezca al igual que la desocupación y los salarios”.
Posibles soluciones al problema como subsidiar a más desocupados, crear programas de apoyo a los necesitados, bajar los sueldos, disminuir los días de trabajo o confiar en que la dinámica del mercado genere nuevos trabajos es probable que no funcionen. Debido a que no hay una garantía de que los nuevos empleos requieran que personas realicen esas actividades en lugar de la inteligencia artificial.
Kliksberg sugiere que una posible solución al problema podría ser establecer un ingreso básico para los ciudadanos. Lo que ya planteaba Boggs en el 63. Con la diferencia que la idea cuenta con el apoyo de figuras políticas y jerarcas de las grandes tecnológicas. Pero que requerirá que cada país cree su propio sistema de financiamiento.
A favor
Mustafa Suleyman, cofundador de Deepmind, comparte la preocupación por el impacto de la IA en el mercado laboral. Pide a los políticos que actúen con urgencia. Propone la implementación de una renta básica universal para cubrir las necesidades económicas de los ciudadanos. “Es una medida política y económica de la que tenemos que empezar a hablar en serio», afirma.
Sam Altman, director general de OpenAI, predice que la próxima generación de IA reemplazará a los trabajadores humanos en EE UU. Asegura que dará lugar a una Renta Básica Universal para todos. “Aunque la gente seguirá teniendo trabajo, muchos de esos empleos no crearán mucho valor económico en la forma en que concebimos el valor hoy en día”, escribe Altman.
Para el CEO de OpenAI el dinero generado por la inteligencia artificial será suficiente para financiar pagos de ingresos dirigidos por el gobierno para todas las personas de la Tierra. Propone la creación de un Fondo de Equidad Americano. Que se capitalizaría gravando a las empresas por encima de una determinada valoración con el 2,5% de su valor de mercado cada año y gravando con el 2,5% del valor de todas las tierras de propiedad privada.
Efectos ya se sienten
Según Goldman Sachs la inteligencia artificial generativa podría dejar sin empleo a 300 millones de trabajadores a tiempo completo en EE.UU. y Europa. OpenIA apunta a que del 80% de los profesionales afectados por la IA, por lo menos un 10% será totalmente reemplazada de forma inminente. Y casi un 20% de los trabajadores verán como realizará la mitad de sus tareas. IBM ya ha realizado uno de los mayores recortes de empleo en favor de la inteligencia artificial. Despidió a unos 7.800 empleados. Ben Goertzel, quién popularizó el término “inteligencia artificial general”, sostienen que la tecnología será beneficiosa para la sociedad a largo plazo.
«El problema que veo es en el período intermedio, cuando las IAs hagan que el empleo humano sea obsoleto… No sé cómo resolver los problemas sociales [que esto va a provocar]».
Ben Goertzel
Para el experto en IA, filósofo y astrofísico de Harvard, Avi Loeb, el problema radica en la necesidad de que la sociedad se reorganice. Porque si se elimina la necesidad de trabajo, ¿cómo se puede ganar un salario? “Tendremos tiempo para dedicarnos a cualquier cosa, a crear, a investigar, hacer sencillamente lo que nos guste”, apunta. Pero la sociedad necesita adaptarse a ese nuevo mundo en el que el trabajo sea innecesario. Implica cambios significativos en la estructura social y económica actual. Para Loeb, es preocupante que ningún gobierno muestre algún liderazgo para afrontar éste y otros retos derivados del desarrollo de la inteligencia artificial.
El inversor Warren Buffett también ha expresado su preocupación por el impacto de la IA y la falta de previsión. Después de que su amigo Bill Gates le demostrarse algunos de los proyectos de IA de Microsoft. El magnate de 92 años dijo que la IA «puede hacer cosas notables […]cuando algo puede hacer todo tipo de cosas, me preocupo porque sé que no podremos ‘desinventar’ la IA».
«Einstein dijo [que la bomba atómica] cambiará todo en el mundo, excepto la forma en que piensan los hombres y yo digo lo mismo… con la IA puede cambiar todo en el mundo, excepto la forma en que los hombres piensan y se comportan”.
Warren Buffet
Inacción de los gobiernos
La acción gubernamental hasta ahora ha en el mejor de los casos titubeante. Apenas en la Unión Europea se está actuando de forma limitada. Esencialmente apuntando a la protección de datos y el copyright. En EE UU, la Casa Blanca lo ha dejado en manos de las grandes tecnológicas como OpenAI, Microsoft y Apple. Loeb opina que a esas empresas solo les interesa su propio beneficio, no el de la humanidad.
En España, en mayo del 2023 la ministra Calviño afirmaba que preveía una «transformación profunda» en el empleo por la IA. Por lo que iban a “empezar a vigilar su impacto”. Algo que puede sonar a humorada si las consecuencias de esta falta de visión no fueran a tener un impacto demoledor en el tejido socioeconómico. Hasta ahora las acciones concretas son escasas, por no decir inexistentes. Como apuntaba el mismo Loeb, no se gobierna, sino que se hace política de gestos y señalización de virtudes sin ninguna sustancia.
La inteligencia artificial tiene el potencial de traer beneficios significativos a la sociedad. Pero también puede ser demoladera. Para abordar los desafíos que presenta y garantizar que sus beneficios se distribuyan de manera justa es crucial que los gobiernos, las empresas y los individuos trabajen juntos. Los avances en la inteligencia artificial sorprenden cada día con nuevos desarrollos. Mientras, los potenciales afectados esperan por la implantación de políticas públicas que minimicen sus efectos adversos. Particularmente en el desempleo.
“La ansiedad por la automatización puede enfrentar a los trabajadores en una carrera por aprender nuevas habilidades. En su lugar, deberíamos exigir que la innovación tecnológica se destine al negocio del florecimiento humano”.
Jason Ludwing