Por: Alberto Silva
Vemos a diario que algunas empresas tienen mucho éxito, mientras que otras fracasan. Conocer las causas de resultados tan diferentes es, por supuesto, de mucho interés. Académicos, empresarios y analistas de las bolsas de valores procuran conocer las razones detrás de estos hechos, aunque no siempre es fácil hacerlo.
Para comenzar, ni siquiera es fácil saber si una empresa es exitosa o no. El éxito de una empresa ocurre si esta logra los objetivos que establecieron para ella sus fundadores o directivos. Aunque en general, se considera exitosa una empresa que produce buenas ganancias de manera sostenida, no necesariamente ese es el objetivo que tenían en mente sus creadores o ejecutivos. Algunas empresas pueden haber sido creadas o adquiridas para servir a los objetivos de otra empresa, aun cuando incurriesen en pérdidas, o pueden haber sido establecidas para que produjesen buenos resultados durante un tiempo relativamente breve y luego desaparecer. Por otra parte, nada creado por el hombre puede sobrevivir eternamente, todo perece algún día y las empresas, por supuesto, no son una excepción. Pero, apartando estas sutilezas, quedémonos con la idea de que una empresa exitosa es la que produce buenas ganancias de manera sostenida durante un buen tiempo.
La probabilidad de supervivencia de nuevas empresas es, en casi todos los países, muy baja. Incluso muchas empresas que parecían haber superado el umbral de la supervivencia, digamos cinco años de actividad, y logrado cierta prosperidad, de repente entran en dificultades y hasta tienen que ser liquidadas. En general, menos de la mitad de las empresas sobreviven más de cinco años y casi todas desaparecen antes de cumplir cuarenta años de actividad. Es decir, el fracaso de las empresas es algo bastante común y la mayoría de los empresarios, aunque afirmen lo contrario, viven preocupados por la sostenibilidad de sus negocios y luchando desesperadamente por mantenerse a flote, superando las crisis o momentos difíciles.
Si se analizan los estudios que se han hecho sobre la supervivencia de las empresas, es fácil entender que los caminos hacia el fracaso son casi infinitos. Casi todo tiene que salir bien para que una iniciativa empresarial sea exitosa o al menos debe existir una buena capacidad de lidiar con las crisis cuando casi inevitablemente se presenten. Aparte de la influencia desfavorable del entorno o de que simplemente un competidor lo esté haciendo mucho mejor, los factores internos de fracaso que se mencionan en esos estudios son innumerables, sin contar con la estupidez, el fraude o algún otro tipo de escándalo.
En las nuevas empresas destacan: el modelo de negocio inapropiado, la ausencia de un buen plan de negocio, la falta de habilidades del emprendedor, el exceso de confianza, y la falta de suficiente capital de trabajo. En las empresas establecidas, aparte de casi todas esas fallas, sobresalen los siguientes factores: liderazgo inefectivo, inercia y baja disposición al cambio y la innovación, deterioro de la eficiencia y la productividad; ausencia de fracasos temporales que les permitan aprender de esas experiencias; y, sobre todo, falta de un control adecuado.
Nokia, la dificultad de mantener el éxito
Muchas empresas establecidas se dan cuenta de que están en serios problemas apenas un año antes del fracaso, cuando en muchos casos un sistema de control apropiado hubiese podido alertar a los ejecutivos y accionistas para tomar medidas oportunas. Sin embargo, puede ocurrir, como en el caso que veremos a continuación, que aun recibiendo señales de alarma los ejecutivos de una empresa resulten incapaces de tomar las acciones adecuadas para enderezar su rumbo.
Entre tantos casos de fracasos empresariales, podemos comentar el de Nokia, que ha sido objeto de varios estudios recientes. Nokia, una empresa perteneciente a un grupo finlandés que se inició en 1865 produciendo papel, comenzó en 1963 desarrollando radio teléfonos, mejor conocidos como “walkie talkies”, y para la mitad de la década de los 90 era segunda en teléfonos móviles, después de Motorola. A fines del siglo pasado y comienzos de este siglo, Nokia era una empresa muy exitosa, con un gran crecimiento en ventas y ganancias. Pero en 2007 comenzó su declive y en 2013 fue adquirida por Microsoft.
Nokia es un ejemplo de las dificultades para mantener el éxito, dejando de ser una empresa dinámica e innovadora. Aparte de no anticipar los problemas, al comenzar estos los gerentes se pusieron a echarse la culpa unos a otros, no reaccionaron con rapidez para desarrollar las capacidades necesarias para enfrentar la nueva realidad, su estructura no les permitió realizar a tiempo las actividades de investigación y desarrollo requeridas y eludieron su responsabilidad argumentando que el entorno era el culpable del fracaso. Es decir, sus gerentes hicieron todo lo contrario de que lo habían hecho cuando hicieron progresar la empresa y fueron incapaces de tomar acciones apropiadas ante la crisis. La empresa fue víctima de su propio éxito.
Una de las lecciones importantes del fracaso de Nokia es que las empresas deben ser capaces de revisar y modificar su modelo de negocio, es decir su idea de cómo generar ingresos y obtener ganancias, cuantas veces sea necesario. Se puede saber que un modelo de negocio no está funcionando cuando la idea original deja de tener sentido y los números comienzan a mostrar síntomas de deterioro. Por supuesto, un buen modelo de negocio no es suficiente; se requiere crear una ventaja competitiva fuerte, aunque esta sea transitoria y necesite ser renovada, como usualmente lo exige la dinámica actual de los negocios.
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