La guerra en Ucrania es la oportunidad que tiene Europa para asumir un papel preponderante en la geopolítica mundial y convertirse en ejemplo (“luz”) de humanidad para el planeta. Es un momento crucial para defender los valores democráticos –principalmente la libertad– y acelerar la transición ecológica hacia la descarbonización a través de energías limpias y verdes.
El mundo entero observa conmocionado las devastadoras consecuencias de la guerra en Ucrania, pero también es importante notar que Europa está recobrando su unidad y propósito. Está despertando.
Por primera vez en muchos años, los ciudadanos de la Unión Europea valoran la trascendencia de un continente comprometido y activo en defensa de los valores democráticos. Europa es, con mucho y no es poca su historia, el último bastión de humanismo de los países llamados del primer mundo. Es la región donde las condiciones de vida son óptimas para sus ciudadanos, un Estado de bienestar, sin estar obsesionados con el consumismo salvaje que distingue a Estados Unidos o sometidos a los regímenes totalitarios como el chino.
En las circunstancias actuales solo falta que los ciudadanos de la Unión Europea, sus gobiernos y líderes vean que es el momento de dar el gran paso hacia la independencia energética a través de las energías limpias, verdes. La independencia energética verde es esencial para que Europa consiga su libertad e independencia económica. No más guerras por el control de las energías fósiles.
Sin ataduras, convertirse en el ejemplo de un nuevo sistema más humano, justo y regenerativo. Recordemos que la mayoría de los estudios científicos advierten que tenemos hasta el año 2030 para lograr la descarbonización de la economía y poder así empezar a revertir el daño causado al medioambiente, al futuro de la humanidad.
“Con la guerra estamos perdiendo el foco y el impulso. Los países se centran ahora en el aumento de su presupuesto bélico por razones obvias, y dejan en un segundo plano el tema de las energías verdes. Una terrible equivocación”
Igualmente, no debemos caer en la trampa de incrementar la extracción de las energías fósiles para contrarrestar las consecuencias negativas de la guerra y de la incipiente recesión económica mundial. Ese camino no es la solución de fondo, es temporal y, además, incrementa la dependencia energética de terceros países y condenaría a las generaciones futuras a la penuria medioambiental. La peor de las miserias.
Con la guerra estamos perdiendo el foco y el impulso. Los países se centran ahora en el aumento de su presupuesto bélico por razones obvias, y dejan en un segundo plano el fomento de las energías verdes. Una terrible equivocación. Ahora, más que nunca, Europa debe unir sus fuerzas y virtudes en lograr la independencia energética mediante el desarrollo de las energías sostenibles.
Es el momento de duplicar o triplicar la inversión en el desarrollo de energías sostenibles. Incluso a costa de aumentar el ya gigantesco endeudamiento público derivado de la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2. Impulsar las energías sostenibles genera beneficios adicionales, tanto por el aumento de los puestos de trabajo como por la posibilidad de vender la tecnología implementada a terceros países.
Por nuestra indefensión ante el incremento de las catástrofes naturales, más temprano que tarde el mundo entero se verá obligado a migrar a las energías sostenibles. Será inevitable, pero no podemos dejar que sea demasiado tarde. Contar con energías sostenibles suficientes y accesibles para todos debe ser la meta. No solo para lograr la independencia económica, sino esencialmente para ser verdaderamente libres y poder además salvar al planeta, a nosotros mismos.
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