Por CAMBIO16
Por las vetustas calles de Europa discurren decenas de rutas posibles. La que aquí proponemos no está señalizada, pero se localiza con el mapa del (buen) gusto y el olfato, pues sabe a queso fino y huele a cacao, a especias y otras viandas. Es un recorrido por los delis más vistosos y las boutiques que despachan productos para gourmets.
En España no estamos familiarizados con el apócope de delicatessen y copiamos la palabra a los ingleses, que a su vez la tomaron prestada del alemán (delikatessen une delikat, que significa delicado, y essen, comer). Su origen latino, delicatus, que quiere decir seductor, es la mejor elección para denominar a esos pequeños mercados de alimentos selectos que lo mismo venden ensaladas y sándwiches preparados que foie gras y salmón ahumado de marca.
París
En Francia, los delis también responden por el nombre de épicerie fine. Los hay gigantescos que derrochan distinción, como la sección de gastronomía de Galerías Lafayette y La Grande Épicerie de Paris, subsidiaria de los grandes almacenes de lujo Le Bon Marché Rive Gauche. Juntos atesoran sabores del mundo entero.
Los mejores productos con denominación francesa se encuentran en Fauchon, una enseña que ha traspasado las fronteras galas con sus envoltorios de color rosa, negro y oro. También en La Grande Duchesse, famosa por sus pastas y turrones, o en Julhès Paris, con tres tiendas en la Rue du Faubourg Saint Denis: una vende quesos, vinos y bocados de charcutería, otra delicias italianas y la tercera pan y pasteles.
En cuanto a los comercios de renombre especializados en un solo manjar, los turistas hacen cola en la heladería Maison Berthillon, en Ladurée (para llevarse los típicos macarons) y en la panadería Poilâne. El té tiene dos nombres: Mariage Frères y Dammann Frères; los postres más chic se encuentran en La Pâtisserie des Rêves, un espacio que huele a bollería recién hecha. En cuestión de vinos, Chateaunet es una dirección muy útil, aunque algo alejada del centro.
Si no dispone de mucho tiempo, acuda directamente a la Place de la Madeleine, pues concentra muchos establecimientos de alta gastronomía, como Hédiard, Fauchon, Maille y La Maison du Chocolat.
Londres
Lo que no encuentre en los grandes almacenes de lujo Harrods, Selfridges y Harvey Nichols no existe. Claro que también es un placer callejear y toparse con esos colmados repletos de exquisitos artículos y platos cocinados, como Mortimer & Bennett y The De Beauvoir Deli, que ofrece una cuidada selección de panes. Los maestros queseros de la urbe están en Neal’s Yard Dairy y en La Fromagerie, con permiso de Paxton & Whitfield, con los mejores quesos desde 1797.
Partridges tiene su propia marca; Fortnum & Mason es el súmmum de los foráneos, y Melrose and Morgan ofrece artículos de pequeños productores británicos. Los golosos tienen una cita obligada con Charbonnel et Walker y con Prestat, una tienda que data de 1902 en la que la estrella es la trufa de chocolate.
Bruselas
En la capital belga, donde el dulce también es seña de identidad, los locales de Pierre Marcolini se han ganado a pulso la condición de joyerías chocolateras, dado que el género se presenta como si fueran preciosas gemas. Marcolini no sólo se ha expandido por el país, sino que ha llegado a París y Tokio.
No le van a la zaga Neuhaus, presente en cuatro continentes, y Leonidas. Otras direcciones que provocan adicción son Galler, proveedor oficial de la corte de Bélgica, y Passion Chocolat.
Ginebra
Para adentrarse en cuestiones chocolateras, conviene viajar a Suiza. Ginebra es uno de los paraísos para los lamineros y algunos de sus productores con más solera muestran sus fábricas a los visitantes, con lo que la experiencia puede ser completa. Lo hace Favarger, considerada la chocolatería más antigua del país, con una historia de 200 años. También Stettler, cuyas recetas se guardan celosamente.
En La Bonbonnière, el chocolate se moldea al gusto de los artesanos, que lo mismo le dan forma de zapato que de vaca. Esta casa vende pavés de Genève, unos cuadrados de chocolate espolvoreados con cacao en polvo típicos de la zona, que también se encuentran en Arn Chocolaterie y en Chocolatier Auer. La Chocolaterie du Rhône y la Des Bergues disponen de cafetería en sus tiendas y el fuerte de Micheli, fundada en 1964, es el chocolate negro. En Carouge, un pueblo absorbido por Ginebra, despachan Philippe Pascoët, Chocolaterie de l’Arve y Martel.
Pero no olvidemos que Suiza además es territorio quesero. Para estos menesteres, visite L’Epicerie Fine Héritage, La Halle de Rive o la sección de gastronomía de Globus. No se puede pedir más a Ginebra, una ciudad de 200.000 habitantes.