Durante siglos la acción del hombre sobre los afluentes y acantilados ha sido más que evidente. En la construcción de diques y centrales hidroeléctricas, por ejemplo, quedan atrapadas las aguas y bloqueados los cauces naturales, desfigurando la topografía original. En Europa esta intervención es más acentuada que en otros sitios del planeta. Más de un millón de barreras fluviales cortan el paso a los ríos del viejo continente.
Los raudales y corrientes que fluyen libremente, a su antojo, se han vuelto cada vez más raros. La injerencia humana ha alterado el brío de sus aguas y, posiblemente de allí, derive la desintegración de los ecosistemas fluviales, advierte un estudio liderado por el proyecto AMBER (Adaptive Management of Barriers in European Rivers). Un consorcio colaborativo enmarcado en el proyecto Horizonte 2020 coordinado por la Universidad de Swansea y en el que participa la Universidad de Oviedo.
Además de los diques y las presas, para protegernos de inundaciones, se han añadido vertederos para extraer agua para riego. Esclusas y canales para asegurar y expandir las aguas navegables. A su vez, se han frenado y desviado sus caudales para generar energía. Algunos de los ríos de Europa son los más fragmentados del mundo
Al menos 1,2 millones de barreras fluviales transversales, entre grandes presas y numerosas estructuras de menor altura como azudes, entubados, compuertas, rampas, convierten a los ríos de Europa en los “más divididos del mundo”. Y, lamentablemente, pueden estar detrás de “gran parte de la desintegración de los ecosistemas fluviales”, señala el estudio publicado en la revista Nature.
Barreras fluviales y afectación de los ecosistemas
Utilizando modelos de barreras y comprobaciones exhaustivas sobre el terreno, el estudio estimó que hay unas 0,74 barreras por km de cauce de río. Estos datos sirvieron para crear el primer inventario paneuropeo en esa área, el Atlas de barreras AMBER.
«El nivel de fragmentación de los ríos en Europa es mucho mayor de lo que nadie había anticipado», dice Barbara Belletti, geomorfóloga fluvial que dirigió el estudio en el Politecnico di Milano.
Mientras, Carlos García, profesor de biociencias acuáticas de la Universidad de Swansea, en Gales, advierte que “Europa duplica la densidad de barreras presentes en sus ríos si se compara con la de países como la India, Brasil, China o Estados Unidos”.
La razón radica en que los entornos fluviales europeos “quizás se empezaron a utilizar antes”. “Muchos de estos aprovechamientos son bastante antiguos”.
La fragmentación fluvial provoca que los organismos que habitan en el río “no se puedan mover como desearían. O no puedan ocupar los mejores hábitats para desarrollar su ciclo de vida”, señala. Además, “los sedimentos tampoco pueden desplazarse ni hay un aporte de nutrientes al estuario como en un río sano”. De esta manera “se incrementan las posibilidades de que estos organismos y el ecosistema se degraden. Que especies se aíslen y que eventualmente puedan extinguirse como ha pasado con muchas especies migratorias”.
España con muchas barreras, pero pequeñas
El estudio estimó que hay al menos 0,74 barreras por km de cauce de río en promedio, en Europa. «Pero en España se sitúa en 0,91, lo que supone casi hay una barrera por kilómetro de río”, indica Carlos García.
La parte positiva de este hallazgo es que la mayor parte de estas barreras son muy pequeñas. El 68% de ellas miden menos de dos metros de altura, por lo que a pesar de que reconectar los ríos no va ser fácil, numerosas barreras están abandonadas y se pueden eliminar.
Insistió en que muchas barreras están obsoletas y eliminarlas brindaría oportunidades de restauración sin precedentes. «Nuestros resultados se incorporan directamente a la nueva Estrategia de Biodiversidad de la UE. Y se prevé ayudar a reconectar al menos 25.000 km de ríos de Europa para 2030», anunció.
Eva García Vázquez, investigadora principal de AMBER en la Universidad de Oviedo, agregó que «en España, como en otros países del sur de Europa, el cambio climático está teniendo un mayor impacto que en latitudes superiores. Por eso es imprescindible gestionar los ríos de forma más sostenible para garantizar la salud de sus ecosistemas, conciliando las reservas de agua con la biodiversidad fluvial”.
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