Un grupo de expertos acaba de identificar cinco factores clave para medir el éxito (o fracaso) de las estrategias para flexibilizar las restricciones y los bloqueos, frente a la pandemia de la COVID-19. Estas son: conocimiento de los niveles de infección, participación de la comunidad, capacidad de salud pública, capacidad del sistema de salud y medidas de control fronterizo.
El informe analiza las estrategias de nueve países y regiones para flexibilizar las restricciones tomadas en la primera ola de infecciones de la COVID-19. Cinco en Asia Pacífico (Hong Kong, Japón, Nueva Zelanda, Singapur, Corea del Sur). Otros cuatro en Europa (Alemania, Noruega, España, Reino Unido).
Los expertos analizaron los éxitos y fracasos de esos países y regiones de altos ingresos, en las cinco dimensiones estudiadas. Encontraron una ausencia de estrategias claras y consistentes para salir de las restricciones. También identificaron lecciones clave entre países que aún se pueden aprender.
España no aparece precisamente como un buen ejemplo. Los 20 expertos en salud pública y epidemiología que elaboran el análisis coinciden en señalar que hubo precipitación. Apuntan en concreto a los errores cometidos en la detección y seguimiento de contagios y a la falta de criterios claros para tomar medidas.
En cambio elogiaron el sistema de rastreo de Corea del Sur, las burbujas sociales de Nueva Zelanda y la inversión de Alemania en su sistema sanitario.
Retos por delante
Después de instituir bloqueos totales o parciales, muchos gobiernos enfrentan el desafío de reabrir la sociedad. Mientras, equilibran las consideraciones de salud, sociales y económicas. La Organización Mundial de la Salud advirtió que un levantamiento prematuro de los bloqueos podría provocar un resurgimiento de infecciones. Esto podría causar un daño a la economía peor que el originado en los bloqueos.
«La COVID-19 es una enfermedad grave que nos acompañará durante mucho tiempo», dijo la autora principal del estudio, la doctora Helena Legido-Quigley, de la Universidad Nacional de Singapur y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. «Cada vez hay más conciencia de que aliviar el bloqueo no es volver a la normalidad anterior a la pandemia. Los gobiernos deben encontrar estrategias que eviten el rápido crecimiento de las infecciones de manera que sean sostenibles y aceptables para el público durante muchos meses», agregó.
Conocimiento de los niveles de infección
Los autores identifican aprendizajes clave de las experiencias de estos países que tienen implicaciones para las estrategias de salida del encierro en todo el mundo. El primer aspecto considerado en el estudio fue la necesidad de contar con un plan claro con un proceso de toma de decisiones transparente.
Este programa debe indicar explícitamente los niveles o fases de flexibilización de las restricciones, los criterios para pasar al siguiente nivel o fase, y las medidas de contención que cada nivel o fase implica.
En este aspecto, el estudio destaca que en España, así como en Singapur, Noruega y el Reino Unido, los políticos, basándose en el asesoramiento de los expertos, decidieron cuándo y qué restricciones relajar. Pero estas medidas carecieron de «criterios explícitos y públicos».
En cambio se destaca a Japón, Corea, Alemania, con su mecanismo de freno de emergencia y Nueva Zelanda, con su alerta de cuatro niveles.
Capacidad de salud pública
El estudio también destaca que los gobiernos deben tener sistemas sólidos para monitorear de cerca la situación de la infección antes de suavizar las medidas. Los autores señalan que el llamado valor R0 es importante. Pero advierten que requiere datos de alta calidad en tiempo real (como en Hong Kong) para ser precisos y deben interpretarse utilizando conocimientos epidemiológicos. Por ejemplo, un pequeño brote localizado puede aumentar el valor R de un país, pero no requiere un bloqueo nacional para ser controlado.
Para que las comunidades vuelvan a abrir de manera segura, se necesitarán medidas de control para reducir la transmisión durante algún tiempo. Estas deben incluir las máscaras faciales y distanciamiento social. El estudio señala que las burbujas sociales de Nueva Zelanda proporcionan un ejemplo exitoso de medidas sostenibles. Permiten la interacción social al tiempo que reducen la transmisión. En cambio Reino Unido y España han tenido grandes dificultades para garantizar un control en la detección y aislamiento de los casos.
Participación de la comunidad
Para que las medidas de control funcionen, los gobiernos deben educar e interactuar con el público. Es necesario generar confianza y seleccionar las medidas apropiadas que el público esté dispuesto a cumplir. El público debe participar directamente en el proceso de producción de medidas apropiadas para el contexto local.
El uso de cubiertas faciales para proteger a los demás se adoptó, al menos inicialmente, en mucha mayor medida en Asia que en Europa. Esto tiene que ver en parte con una mayor aceptación cultural. Por ejemplo, en Hong Kong, Japón y Corea del Sur, el hábito de cubrirse la cara ya estaba muy extendido antes de la pandemia.
Medidas de control
Cada país debe tener un sistema efectivo de búsqueda, prueba, rastreo, aislamiento y soporte antes de flexibilizar las restricciones de bloqueo. Los métodos y el éxito en estos aspectos han variado significativamente entre los distintos estados.
Muchos países asiáticos, excepto Japón, realizaron pruebas exhaustivas, rastreo y aislamiento de todos los casos (no solo los graves) desde el inicio del brote. Se apoyaron en tecnología de vigilancia innovadora. Ese no fue el caso en Europa, con la excepción de Alemania, donde los recursos existentes se reasignaron rápidamente. Además, la mayoría de los casos confirmados en Asia se aíslan en instituciones de Asia. En Europa, predomina el confinamiento en casa.
Capacidad del sistema de salud
El estudio agrega que cualquier sistema de prueba, rastreo, aislamiento y apoyo debe estar respaldado por una inversión sostenida en la capacidad de salud pública y la capacidad del sistema de salud, incluidas las instalaciones, los suministros y la fuerza laboral.
Finalmente, existe un fuerte argumento para adoptar una estrategia denominada de COVID cero, como en Nueva Zelanda, que tiene como objetivo eliminar la transmisión doméstica, particularmente considerando la evidencia emergente sobre los efectos del COVID prolongado (que ocurre en personas que han sobrevivido a COVID- 19 pero continúan teniendo síntomas por más tiempo de lo esperado).
Lecciones al flexibilizar las restricciones
La experiencia con pandemias pasadas en Asia Pacífico significó que estaban más preparados que los países europeos. En estos últimos, las políticas de austeridad económica han debilitado el sistema de salud en los años previos a la crisis actual.
Haber afrontado epidemias anteriores como el SARS y el MERS significó que muchos países asiáticos ya tenían una sólida infraestructura de salud pública y de atención médica. Históricamente, ha habido un alto nivel de aceptación de reglas estrictas en tiempos de crisis. La mayoría ha aceptado un compromiso entre sus derechos personales y la salud pública.
En Europa, en cambio, los sistemas de salud pública en países como España y el Reino Unido han luchado con las consecuencias de una década de austeridad, apunta el informe.
Pero no todo está perdido a la hora de flexibilizar las restricciones. El Dr. Legido-Quigley, co autor del estudio apunta que la «revisión de las experiencias internacionales identifica lecciones que los gobiernos pueden aprender de los éxitos y fracasos de los demás. No estamos recomendando que se repitan exactamente las mismas medidas en diferentes países. Pero no es demasiado tarde para que los gobiernos consideren soluciones políticas novedosas desarrolladas por otros países y adaptarlas a su propio contexto».
Lea también: