Ser generosos nos hace felices, según lo han podido comprobar los científicos. Ya no es un asunto de autoayuda como aconsejan determinados libros que se ponen de moda, sino de rigurosa investigación en laboratorios.
La Universidad de Zurich realizó un estudio sobre los mecanismos cerebrales que vinculan el comportamiento generoso con el aumento de la felicidad, que divulgó la revista Nature. Para ello creó dos grupos y a ambos les ofreció que les darían una suma de dinero en las siguientes semanas. El primer grupo (el experimental) debía gastar el dinero en personas conocidas, bien sea con regalos o invitándolos a comer. El segundo (el de control) lo debía gastar en ellas mismas.
Antes de iniciar el estudio se les pidió estimar cuán felices se sentían. Mientras los participantes maginaban cómo o en quién gastarían el dinero, los investigadores registraban su actividad cerebral con resonancia magnética funcional. La midieron en áreas relacionadas con la generosidad, la conducta social, la felicidad y la toma de decisiones. Al finalizar se les volvía a pedir que midieran su propia felicidad.
Las resonancias del grupo que debía gastar el dinero en otras personas mostraron un “brillo cálido resplandor”, según los investigadores. Es decir, una activación en las regiones cerebrales asociadas a la generosidad y a la felicidad, lo que parece demostrar la conexión entre ambas. El resultado sugiere que el solo hecho de pensar o imaginar en dar dinero a alguien, independientemente de la cantidad, ya nos hace sentir bien.
“Las sociedades humanas se benefician del comportamiento generoso de sus miembros, como donar a organizaciones benéficas u ofrecer su tiempo como voluntario. El comportamiento generoso es costoso, ya que implica la inversión de los recursos propios para el beneficio de los demás. Sin embargo, el comportamiento generoso es común y ocurre incluso en situaciones en las que la reputación o la experiencia reforzadora de aliviar la angustia del receptor son irrelevantes”, dice el estudio.
Es que la generosidad “es algo tan natural como la ira, el deseo, el dolor o la necesidad de venganza”, sostiene el psicólogo Michael McCullough. Su libro La generosidad de los extraños aparecerá próximamente.
“La generosidad es mucho más vieja que la religión. Y parece ser algo universal”, asegura Oliver Curry, antropólogo de la Universidad de Oxford. “La principal razón por la que la gente es generosa es que somos animales sociales”, dice.
“Somos generosos porque, en las circunstancias apropiadas, nos beneficiaremos de esa generosidad”, agrega, en un trabajo realizado por la agencia Associated Press.
Ser generoso, valor supremo
De hecho, la generosidad está por encima de otros valores, de acuerdo con Anat Bardi, psicólogo de la Universidad de Londres. Científicos agruparon los valores en diez categorías y preguntaron a la gente cuál era más importante. La benevolencia y la generosidad quedaron primeros. Luego el hedonismo, una vida emocionante, la creatividad, la ambición, la tradición, la seguridad, la obediencia, la búsqueda de justicia social y de poder.
“Un acto de generosidad nos hace felices y la felicidad te impulsa a hacer actos de generosidad”, dijo el economista Richard Layard, quien estudia la felicidad en la School of Economics de Londres y es autor del nuevo libro ¿Podemos ser más felices?
La profesora de psicología de la Universidad de California de Riverside, Sonja Lyubomirsky, puso ese concepto a prueba varias veces a lo largo de 20 años. Y siempre comprobó que la gente se siente mejor cuando es generosa con los demás. “Los gestos de generosidad son algo muy fuerte”, concluyó.
Curry analizó ensayos como el de Lyubomirsky y encontró al menos 27 estudios que llegan a la misma conclusión: ser generoso hace que la gente se sienta mejor.
Un nuevo enfoque que le da también una nueva interpretación a aquello de que “el dinero no hace la felicidad”. Sí la hace, pero no porque lo acumulemos. Ser generosos es lo que nos hace felices.
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