Se ha vuelto un lugar común hablar de los efectos nocivos del estrés en nuestra salud. Pero un nuevo estudio demuestra que en Estados Unidos la desigualdad social es un factor de estrés aún más mortal. Porque esas personas no pueden “luchar y huir” de la amenaza que siente su psiquis.
Los estadounidenses, a pesar de encontrarse entre los habitantes de un país del primer mundo, registran vidas más cortas que sus pares de otras naciones por el estrés. Los expertos en salud pública lo atribuyen al esfuerzo constante por salir adelante en una sociedad marcada por la desigualdad.
Una reciente encuesta del Washington Post-Ipsos encontró que no tener suficientes ingresos es una fuente de estrés financiero para el 50 % de los estadounidenses, y no tener suficientes ahorros estresa al 55 %. Además, factores que escapan a su control, como la inflación, la violencia, la política y las relaciones raciales, están afectándolos.
Para Elizabeth H. Bradley, presidenta de Vassar College «Deberíamos dar un paso atrás y observar la sociedad en la que vivimos y cómo eso está determinando nuestros niveles de estrés, nuestros niveles de fatiga, nuestros niveles de desesperación». Bradely es coautora. del libro “La paradoja estadounidense de la atención sanitaria”.
Hipótesis de la Meteorización (Weathering Hypothesis)
Una investigación del Washington Post se apoya en la Teoría de la Meteorización (Weathering) para comprender el modo en que el estrés puede devenir en patologías, discapacidades e incluso acortar la vida de las personas. Antaño ridiculizada, el weathering se ha consolidado como parte del debate sobre prevención de enfermedades en EEUU.
Según esta teoría el estrés crónico afecta especialmente a quienes sufren inequidad social, debido a la acumulación constante de amenazas, tanto presentes como anticipadas. El cuerpo de estas personas se esfuerza continuamente por activar mecanismos de estrés que, a la larga, pueden fallar como consecuencia del desgaste. La anticipación del peligro genera por sí sola daños duraderos, lo que representa un desafío añadido para los colectivos en desventaja social
Es parte del proceso de erosión, (Weathering) una teoría sugerida por primera vez por Arline T. Geronimus, profesora e investigadora de equidad en salud de la población de la Universidad de Michi gan. Geronimus, publicó en marzo el libro Weathering: The Extraordinary Stress of Ordinary Life in an Unjust Society (Desgaste: El estrés extraordinario de la vida ordinaria en una sociedad injusta).
La investigadora comenzó estudiando la salud de mujeres y bebés en la década de los ochenta. Sus hallazgos mostraron que las adolescentes negras tenían mejores resultados en el embarazo que las madres negras entre 20-30 años. Contrariando la creencia de la época. Por lo que analizó las redes comunitarias de apoyo a las jóvenes madres. Al comprender mejor la salud general de las comunidades, observó que presentaban menores expectativas de vida y padecían enfermedades crónicas a edades más tempranas. Pero no le tenía un nombre al fenómeno. Fue a principios de la década de los noventa que lo encontró: Meteorización. «Me pareció la palabra perfecta».
La desigualdad enferma
En su enfoque Geronimus, trataba de capturar dos cosas: que las variadas experiencias de vida de las personas afectan su salud desgastando sus cuerpos; y que las personas no son simplemente víctimas pasivas de estas horribles exposiciones. “Los resisten. Luchan contra ellos. Son personas que enfrentan las tormentas”.
Sostiene que la gente parece comprender instintivamente lo primero, pero a menudo pasa por alto lo segundo. Lo que enferma a la gente no es sólo vivir en una sociedad desigual. “Es el esfuerzo diario de intentar ser iguales lo que desgasta los cuerpos. La meteorización ayuda a explicar el arma de doble filo del afrontamiento con mucho esfuerzo”.
A lo largo de los años, la investigadora amplió su estudio a comunidades inmigrantes, latinas, LGBTQIA y blancos pobres de los apalaches para profundizar en los factores de la meteorización. Descubrió que, si bien este proceso de estrés acumulado es propio del ser humano, ocurre con mayor frecuencia en las poblaciones marginadas.
Los repetidos factores estresantes como la discriminación aplanan el ritmo habitual de la hormona del estrés cortisol, alterando su regulación. Cuando los niveles de cortisol se elevan por estrés crónico, estimulan el apetito y conducen a problemas de obesidad, fatiga, enfermedades cardiovasculares y otros trastornos metabólicos. Asimismo, aumentan la depresión, ansiedad e interfieren en el sueño.
Desde el útero
Un estudio reciente publicado en Scientific Reports indica que el estrés de madres embarazadas durante la pandemia afectó la estructura de sus placentas. El hallazgo respalda la Hipótesis de la Meteorización, que sostiene que el envejecimiento biológico se inicia incluso antes del nacimiento, debido a la transmisión del cortisol materno al feto. Bebés de familias con mayor exposición al estrés suelen presentar bajo peso y prematuridad.
Agreguemos que la exposición excesiva a cortisol durante la infancia, en un contexto de pobreza, hambre o abuso, puede alterar la regulación del sistema nervioso encargado del estrés. Demasiada exposición al cortisol puede restablecer la respuesta de lucha o huida del sistema neurológico. Lo que esencialmente hace que el interruptor de estrés del cerebro se vuelva loco. Generando problemas académicos, de conducta y salud como depresión u obesidad en la niñez y adolescencia.
Los efectos implacables del estrés prolongado incluso pueden observarse a nivel celular. En el ADN, existen secuencias llamadas telómeros en los extremos de los cromosomas. Los telómeros actúan como capuchones protectores de los cromosomas, de modo similar a cómo las pestañas protegen los ojos. Esto evita que se deterioren cuando la célula se divide.
Los telómeros acortados provocan una desconexión entre la edad biológica y la cronológica. Los estudios encontraron que personas con altos niveles de cortisol desarrollan un envejecimiento prematuro, ya que sus telómeros se acortan más rápido al dividirse las células. Cuanto más cortos son, más envejecida es la célula.
Devastador en negros e inmigrantes mexicanos
Geronimus afirma que medir el estrés permite tener una imagen más compleja y aterradora de lo que les hace a los cuerpos de las personas “y a qué cuerpos se lo hace». Un estudio durante un período de 30 años en pacientes cardíacos, publicado en SSM-Population Health en 2019, encontró que los cambios en siete biomarcadores mostraron que los pacientes negros envejecían unos seis años más rápido que los blancos. Mientras que otro publicado en el Journal of Urban Health detectó que experimentan hipertensión, diabetes y accidentes cerebrovasculares 10 años antes que los blancos.
La continua activación de la respuesta al estrés en el cuerpo trae como consecuencia la denominada “carga alostática”. Investigaciones demostraron que inmigrantes mexicanos que tienen viviendo en EE UU más de 10 años presentaban mayores niveles de carga alostática, en comparación a quienes vivieron allí menos tiempo.
Un estudio de mujeres con cáncer de mama en Ohio publicado en la revista JAMA Network Open, encontró que aquellas con altas cargas alostáticas (de edad avanzada, afroamericanas, solteras y con seguro público) experimentaron con más frecuencia complicaciones posoperatorias que quienes tenían cargas bajas.
Geronimus opina que la mayoría de la gente no entiende cómo afrontar el estrés porque “es un término muy vago”. Pero está convencida de que la desigualdad social causa estrés. Que, al provocar telómeros acortados, generan enfermedades, envejecimiento y muerte prematura en las poblaciones más desfavorecidas. A través de la Teoría de Meteorización intenta explicar la complejidad del problema para que pueda cambiar la situación mediante un proyecto social.” No de una nueva aplicación en tu teléfono que te recordará que debes respirar profundamente cuando te sientas estresado».