La estimulación cerebral profunda está aprobada para tratar una serie de afecciones como la enfermedad de Parkison, la epilepsia y algunas otras condiciones intratables. Ahora, fue probada para controlar la adicción a las drogas y el alcohol y ha tenido un resultado tan increíblemente exitoso que ni los médicos lo creen.
El estadounidense Gerod Buckhalter, de 35 años, fue el primer paciente que aceptó someterse a la cirugía experimental. Tras dos décadas de adicción a las drogas y el alcohol, decenas de idas a rehabilitación y un par de escenarios de sobredosis, así como varias vidas arruinadas, entre ellos su familia y amigos, Buckhalter sentía que no tenía nada que perder. Podía seguir de la misma manera pero seguro moriría en alguna calle de su ciudad y pasaría a ser otro número de los adictos a las drogas que mueren a diario.
Aceptó a que un médico cirujano le hiciera dos agujeros del tamaño de una moneda de cinco centavos en su cráneo y le hundiera electrodos con punta de metal en el cerebro. El dispositivo, conocido como estimulador cerebral profundo, también registra la actividad eléctrica en el cerebro, una innovación que los investigadores esperan que ayude a localizar un biomarcador de adicción y permita una intervención más temprana en otras personas.
La cirugía no es una cura mágica
Después de someterse a la cirugía experimental, Buckhalter no ha vuelto a consumir drogas. Es considerado un experimento viviente de la terapia de adicción a las drogas algo que podría volverse común en Estados Unidos y en todo el mundo. No obstante, a pesar de que le funcionó, el tratamiento es una prueba de lo difícil que es superar la adicción por sí solo.
Luego de más de 600 días de la cirugía, Buckhalter todavía requiere medicación antidrogas, asesoramiento y reuniones de rehabilitación. Aún tiene depresión, ansiedad y experimenta antojos. Sin embargo, está comenzando a recuperar la vida que perdió a los 16 años.
A un segundo paciente no le fue tan bien como a Gerod. Dejó de participar y se le retiró el dispositivo. Luego, los investigadores dijeron que el problema fue que después de la cirugía el paciente no se involucró con el proceso y se saltó el asesoramiento y otras reuniones.
«Esta no es una cura mágica», dice Ali Rezai, director del Instituto de Neurociencia Rockefeller de la Universidad de West Virginia, quien realizó la cirugía de Buckhalter. “Es un tratamiento que te permite reducir la ansiedad, mejorar el estado de ánimo, hacer que las personas estén más a cargo de su cuerpo, hacerlas menos frágiles y susceptibles», pero no es para todo el mundo y no todos reaccionan igual.
Incluso si tiene éxito, la estimulación cerebral ayudaría solo a una pequeña fracción de los 8,1 millones de personas en Estados Unidos con trastorno por abuso de drogas.
Buckhalter, un candidato ideal para la cirugía experimental
Una infancia normal, pero una adolescencia complicada fue lo que detonó en la vida de Buckhalter. Aunque probó todos los tratamientos posibles y pasaba días o meses sobrio, el resultado siempre era el mismo.
Por otro lado, los investigadores de Rockefeller estaban buscando sujetos para su estudio de la cirugía experimental. La Administración de Alimentos y Medicamentos exigía que los pacientes fueran consumidores de drogas en “etapa terminal”, es decir, que enfrentaran la posibilidad inminente de muerte.
Los posibles candidatos también tenían que haber fallado todas las demás intervenciones; tenían que estar lo suficientemente sanos físicamente para soportar una cirugía cerebral y necesitaban un fuerte apoyo familiar para tener un lugar donde recibirlos después de la intervención.
Pronto dieron con Buckhalter, un paciente ambulatorio en un programa de tratamiento de Rockefeller. Aunque al principio fue difícil para él y su familia, estaban desesperados por una solución definitiva, llegaron al punto en que harían «lo que fuera». El Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas financió la investigación.
La estimulación cerebral profunda
La estimulación cerebral profunda es un aspecto de un enfoque terapéutico conocido como neuromodulación. El procedimiento consiste en alterar la actividad nerviosa de manera que contrarreste la enfermedad. Técnicamente, las lobotomías crudas y la terapia de electrochoque de décadas pasadas eran formas de neuromodulación. Algunos argumentan que medicamentos como Prozac o la psicoterapia tienen la misma técnica.
Actualmente la neuromodulación se realiza con pequeños electrodos implantados en las partes apropiadas del cerebro o de forma no invasiva con potentes imanes o ultrasonido. Es decir, con dispositivos más sofisticados y mucho más conocimiento del cerebro. La cantidad de estimulación se controla mediante un dispositivo similar a un marcapasos que se coloca debajo de la piel en la parte superior del pecho. Un cable que viaja debajo de su piel conecta este dispositivo a los electrodos en su cerebro.
La FDA ha aprobado la estimulación cerebral profunda para una variedad de afecciones como distonía, epilepsia, temblor esencial, desorden obsesivo compulsivo y la enfermedad de Parkinson, pero los resultados más espectaculares se han logrado en los trastornos del movimiento, especialmente el Parkinson. Más de 200.000 pacientes de Parkinson en todo el mundo se han implantado estimuladores. Algunos llegan al hospital con fuertes temblores y se van sin ellos.
Hoy en día, la estimulación cerebral profunda también se está estudiando como un tratamiento potencial para la adicción, dolor crónico, terrible dolor de cabeza, demencia, depresión, enfermedad de Huntington, esclerosis múltiple, recuperación de un accidente cerebrovascular, síndrome de Tourette y lesión cerebral traumática.
Cirugía de estimulación cerebral para controlar la adicción
En teoría, este procedimiento podría tener múltiples beneficios para la adicción como estimular la liberación de dopamina natural o reducir los antojos de drogas. Podría mejorar la toma de decisiones y frenar la impulsividad al interferir con los circuitos que conectan el núcleo accumbens con otras partes del cerebro. Y podría revertir los cambios físicos en el cerebro causados por años de consumo de drogas. Pero aún, al igual que otros medicamentos y cirugías, no está exactamente claro por qué funciona.
Buckhalter acude al médico cada semana. Mediante un análisis de orina se verifica si continúa sobrio. También supervisan su estado de ánimo, sus descripciones subjetivas de sus sentimientos y mapas de su actividad cerebral en tiempo real mediante resonancia magnética funcional.
La estimulación cerebral para la adicción, incluso si tiene éxito en un ensayo clínico, nunca se generalizará, según Darin Dougherty, director de la división de neuroterapéutica del Hospital General de Massachusetts. Pero podría ser una alternativa para salvar la vida de personas con trastornos de adicción más graves y que de otro modo se enfrentarían a años de miseria y muy probablemente muerte por sobredosis.
Lea también: