Quizá el verano ha sido el momento en el que nos hemos podido dar cuenta del grado de dependencia que tenemos de nuestro teléfono móvil, convertido ya gracias a las mejoras tecnológicas en un auténtico ordenador en miniatura que nos permite hacer casi de todo. Lo utilizamos para hablar –cada vez menos– pero también para enviarnos mensajes, estar en contacto con nuestros grupos de whatsapp, leer el correo, jugar….
Si te ha sido imposible desconectar y no has dejado el smartphone ni un sólo momento, quizá – y sólo quizá – tengas un problema. La dependencia del teléfono ya tiene incluso un nombre clínico para definir el miedo incontrolable a salir de casa sin él. Se denomina “nomofobia” y los estudios que se realizan asiduamente sobre diferentes grupos de población advierten que en España estamos a la cabeza de esta nueva dependencia.
El último de los informes publicados destaca que el 29% de los jóvenes españoles entre 18 y 24 años reconoce ya su adicción a su smartphone. Por comunidades son los vascos, los extremeños y los jóvenes de Castilla La Mancha los que mayor dependencia reconocen frente a riojanos, canarios y asturianos que parecen menos enganchados a sus terminales. Según el estudio realizado por Rastreator.com, si bien son los jóvenes los más afectados por la “nomofobia” lo cierto es que en mayor o menor medida toda la población española se ve afectada ya que el 19% de los encuestados, sea cual sea su edad, reconocen tener un problema.
Si cuando no tienes el móvil presentas una sensación de ansiedad, dolor de cabeza o de estómago por la abstinencia del aparato tecnológico, sufres incluso taquicardias y no dejas de pensar en que ha podido pasar algo grave y no te has enterado, es recomendable ponerse en manos expertas.
Los hay que no apagan el móvil o lo silencian ni siquiera cuando se acuestan dejando que el terminal les sobresalte constantemente con los tonos que le advierten de la llegada de un correo o un mensaje entrante. Toda una dependencia que termina incluso por afectar a nuestras relaciones de amistad y de pareja al prestar mayor atención al smartphone que a las personas que se tiene alrededor.
Una app para desconectar
Existen diferentes aplicaciones en el mercado para conocer nuestro grado de enganche al teléfono móvil, pero una de ellas es española y ha logrado un importante reconocimiento en poco tiempo. Se llama FaceUp y la podemos encontrar fácilmente consultando en nuestro ordenador o en la tienda de aplicaciones de las dos principales plataformas AppleStore y GooglePlay. Tiene un coste de 1,79€, un precio razonable si logra el objetivo de tener controlada nuestra dependencia tecnológica.
La aplicación, tal y como destacan en su página web, ha sido creada por un grupo de emprendedores de Barcelona, Marc Masip y Nacho Giner tras años estudiando el comportamiento de las personas en relación al uso del teléfono móvil y de internet. Masip es el experto en conductas de riesgo con una dilatada experiencia fomentando la correcta utilización de las nuevas tecnologías y Giner el alma máter de iBoo Mobile, una empresa dedicada al desarrollo de aplicaciones para móvil.
Juntos han creado FaceUp que nos permitirá en primer lugar medir nuestro nivel de dependencia. Primero conoceremos nuestro grado de enganche al smartphone antes de pasar a utilizar la aplicación para monitorizar todas nuestras acciones a la vez que intentamos cumplir los retos que nos va marcando para ir poco a poco reduciendo nuestro tiempo de conexión y permitirnos ganar calidad de vida.
Otra opción que tenemos disponible es BreakFree. Al igual que la anterior la podemos encontrar en las tiendas de Apple y Google además de en su página web. La aplicación cuenta con una versión gratuita y una de pago. Su funcionamiento similar también a la app de origen español, monitorización de todos nuestros pasos para mostrarnos nuestro grado de dependencia y nos ofrece propuestas para ir logrando un desenganche progresivo.
También daños físicos
Si bien la dependencia del móvil es un tema psicológico, lo cierto es que puede terminar causándonos otro tipo de trastornos y afectar a nuestro estado de salud. Incluso la prestigiosa revista científica The Lancet ha acuñado el término “whatsappitis” para definir los problemas que muchas personas, sobre todo adolescentes, presentan en los pulgares por el uso continuado de las aplicaciones de mensajería hinchados y entumecidos de tanto teclear.
Ya más comunes los problemas de espalda derivados de la posición y horas que pasamos delante de las pantallas de los ordenadores, ya sea por trabajo o por ocio. Y que decir de las constantes alertas de la Dirección General de Tráfico y de otros organismos similares a nivel autonómico para evitar las distracciones al volante. El Whatsapp ha sido uno de los protagonistas de las recientes campañas de la DGT. Podemos tener manos libres, como manda la normativa, pero si luego nos ponemos a mandar o a leer mensajes la distracción al volante puede salirnos muy cara. Mandar mensajes con el móvil mientras se conduce multiplica por 23 el riesgo de siniestro, según la fundación Traffic Safety.
Menores y smatphones
Para evitar que los adolescentes terminen enganchados a los móviles los expertos recomiendan que no tengan un dispositivo propio hasta los 15 o 16 años. Pero la realidad es bien diferente. Según el apartado “condiciones de vida” del informe España en cifras que edita cada año el Instituto Nacional de Estadística (INE), uno de cada cuatro menores de 10 años cuenta ya con su propio smartphone y conforme aumenta la edad el porcentaje de menores con móvil crece exponencialmente. A los 11 años es del 41,6% hasta llegar al 90,2% a los 15.
Debemos por lo tanto controlar el uso que nuestros hijos e hijas hacen de los terminales para evitar problemas en su salud, pero también dar ejemplo por nuestra parte renunciando conductas de riesgo. Así podremos disfrutar de las nuevas tecnologías, que nos facilitan la vida, pero limitando los riesgos de terminar siendo unos esclavos del smartphone.