Si alguna lección dejó la pandemia es que, como las aves, los seres humanos no soportamos el encierro. Necesitamos salir, deambular, explorar, conocer lugares nuevos. Por eso viajamos. La industria del turismo, duramente golpeada por el covid-19, está emergiendo con renovada vitalidad. Tejiendo hilos de recuperación y oportunidad. Europa es el destino favorito. En especial de los turistas estadounidenses. Un fenómeno que está impactando favorablemente la economía de la región.
En 2019, el mundo celebró un hito: 1.500 millones de llegadas de turistas internacionales. La mitad de esas almas errantes encontraron refugio en Europa, donde los paisajes históricos y la vibrante oferta cultural los acogieron. España, con 83,7 millones de visitantes, se alzó como un faro. Pero llegó la pandemia y, como un viento huracanado, sacudió los cimientos del turismo europeo.
El mundo se encuentra en un proceso de reajuste tras los cierres provocados por la pandemia de Covid-19. Una tendencia que destaca es el crecimiento acelerado del gasto en viajes y hostelería. Según Oxford Economics ha aumentado aproximadamente siete veces más rápido que la economía mundial en los últimos dos años. Se espera que la dinámica continúe durante la próxima década. Aunque con menor intensidad.
La industria respira
En un mundo que anhelaba la reapertura de fronteras y la reactivación de la industria turística, 2022 trajo consigo un respiro con 2.720 millones de pernoctas. Según los datos proporcionados por la Organización Mundial del Turismo se registraron cerca de 965 millones de llegadas de turistas internacionales. Aunque representa un incremento con respecto al año anterior, aún se encuentra lejos de las cifras pre-pandemia.
La industria turística no solo es un motor de empleo, también es un pilar fundamental para la economía mundial. Más de 290 millones de empleos, entre directos e indirectos, dependen de ella. De acuerdo al Consejo Mundial del Viaje y el Turismo su aporte al PIB mundial superó los siete billones de dólares estadounidenses en el último año. Los sectores de la hostelería, las agencias de viaje, el transporte de pasajeros y el ocio, generan una actividad que atrae inversiones tanto públicas como privadas. Se estima la inversión de capital en turismo en el mundo en 856.000 millones de dólares. Mientras que el gasto medio de los turistas internacionales está en el orden de los 1.106 dólares.
Europa a la cabeza
En el mapa de destinos turísticos, Europa se alza como el líder. En la Unión Europea, el sector turístico, abarca 2,3 millones de empresas, en su mayoría pequeñas y medianas (pymes). Dan trabajo a 12,3 millones de personas. El turismo constituye una actividad económica importante. Representa un 10 % del PIB de la UE .Tiene un amplio impacto en el crecimiento económico, empleo y desarrollo social.
Francia encabeza la lista de receptores de turistas internacionales. Recibió a más de 79 millones de extranjeros en 2022. Superó a países como España y México. Italia, España, Grecia y Portugal, como estrellas fugaces, aportan entre un cuarto y la mitad del crecimiento anual del bloque europeo. En Grecia, una improbable estrella económica desde la pandemia, el 44 % de todos los puestos de trabajo están relacionados con este sector.
España, en particular, se erige como la economía de más rápido crecimiento. Casi tres cuartas partes de su crecimiento reciente y uno de cada cuatro nuevos empleos están vinculados al turismo. El 2023 trajo consigo un impulso arrollador. 71,6 millones de viajeros extranjeros desembarcaron en España, un crecimiento anual del 129,5 %. En los primeros siete meses, 47,6 millones de llegadas tejieron una historia de resiliencia.
Los cielos también hablan: 10,1 millones de pasajeros aéreos llegaron en agosto desde aeropuertos internacionales. Un 11,5 % más que en 2022. En los rincones de los hoteles y restaurantes, 2,86 millones de trabajadores escriben su capítulo de regreso, un 6,3 % más que en los días pre-pandemia. El impacto del turismo va más allá de las cifras. Es un tejido que entrelaza crecimiento económico, empleo y desarrollo social. Una herramienta poderosa para luchar contra el declive económico y el desempleo.
Estados Unidos el epicentro
El número de llegadas y el gasto de los turistas son indicadores cruciales para la economía de los países receptores. A nivel mundial, más de la mitad de las llegadas de turistas internacionales provienen de Europa. Pero casi una quinta parte tiene su origen en América. En la actualidad, Estados Unidos es quien lidera como principal emisor de turistas. Le arrebató el puesto a China. Entre los chinos persiste cierto temor a viajar, muestran una lenta recuperación de las costumbres prepandémicas. Cuando se trata de gasto, Estados Unidos es el líder por un margen considerable.
En Europa, un auge turístico sin precedentes está transformando destinos que alguna vez languidecieron en el olvido económico. Los turistas estadounidenses lideran la ascendente marea. Generan cientos de miles de empleos y llenan las arcas de gobiernos que temían la deuda soberana. El sur de Europa es uno de los principales beneficiarios del fenómeno. Pese a albergar solo el 5% de la población mundial, la Unión Europea recibió alrededor de un tercio de todos los dólares generados por el turismo internacional el año pasado. Superó el medio billón de dólares. Cifra que se ha triplicado en las últimas dos décadas. En marcado contraste con los 150.000 millones de dólares registrados en Estados Unidos, donde la recuperación turística ha sido más lenta.
Una razón clave de por qué el sur ha experimentado ese auge es la crisis de la deuda soberana que afectó severamente a la región hace poco más de una década. El colapso inmobiliario liberó a cientos de miles de trabajadores. Incapaces de estimular la demanda mediante gasto público o devaluación de la moneda (el euro es la divisa en 20 Estados), optaron por aumentar su competitividad reduciendo los salarios. La industria turística de la región se volvió más asequible que los destinos caribeños. Comparables a destinos latinoamericanos, como México.
Europa del sur en el centro del cambio
En Portugal la crisis de la deuda de la eurozona tuvo un efecto inesperado. Cuando la UE rescató al país en 2011 con una ayuda de 78.000 millones de euros, una de las condiciones fue privatizar TAP/Air Portugal, la aerolínea nacional. El fundador de JetBlue, David Neeleman, adquirió una participación mayoritaria.
Nacido en Brasil y sin conocer el país, transformó TAP al multiplicar por ocho los vuelos directos a Estados Unidos entre 2015 y 2020. Otras aerolíneas estadounidenses siguieron su ejemplo, lo que generó el auge turístico en Portugal. En retrospectiva, el alcalde de Lisboa, Carlos Moedas comenta que la gente no comprendía entonces su importancia. Hoy queda claro que el reajuste mundial está transformando la industria del turismo. Europa del sur está en el centro del cambio.
Según un reportaje del Wall Street Journal el turismo estadounidense está en pleno auge en Portugal. En Lisboa, ciudad costera bañada por el sol, bares, hoteles y restaurantes desbordan vida. En las estrechas callejuelas adoquinadas, el rumor de las olas se mezcla con el tintineo de copas y la risa de los comensales. Los precios de las habitaciones aumentaron. Las inversiones turísticas se multiplican.
En el corazón de la ciudad, el Ivens, un hotel de mil dólares la noche, es un refugio para los viajeros más exigentes. Su director, Gonçalo Dias, planea abrir un club de jazz en el sótano. Más del 50 % de sus reservas provienen de estadounidenses. “Son tiempos maravillosos”, dice. “Los mejores en los últimos 45 años. Es una locura”. El alcalde Carlos Moedas, tomó medidas audaces: recortó el impuesto local sobre la renta de los residentes y decretó la gratuidad del transporte público para jóvenes y ancianos. Las fachadas centenarias, antes marcadas por el abandono, ahora se pulen con esmero. Hay más en el horizonte: un nuevo aeropuerto, dos veces más grande que el actual. También una línea ferroviaria de alta velocidad que conectará Lisboa con Madrid.
Nuevo motor de Portugal
Portugal despliega su magia. Los estadounidenses han superado recientemente a los españoles como el principal grupo de turistas extranjeros. “Para los estadounidenses, este es el lugar al que hay que ir”, afirma Ameshia Cross, estratega política de Washington D.C., quien pisa suelo portugués por primera vez. La fortaleza del dólar, combinada con la enérgica recuperación posterior a la epidemia, le abrieron las puertas a millones de estadounidenses.
Aquellos que antes soñaban con vacaciones en su propio país ahora se permiten un viaje a Portugal, donde el sol y la historia se entrelazan. “Tu dólar rinde más aquí”, dice Cross mientras saborea un café en el vestíbulo de su hotel de cinco estrellas. En su viaje de seis días, adquirió entradas económicas para el concierto de Taylor Swift (la primera vez que la estrella pisaba suelo portugués).
El turismo ha insuflado vida a Lisboa. Ahora, el sector representa una quinta parte de la producción económica de la ciudad y sostiene uno de cada cuatro empleos. Pero el impacto no se queda en la capital. Según estimaciones del Fondo Monetario Internacional el PIB de Portugal creció casi un 8 % entre 2019 y 2024, eclipsando el modesto 1 % de Alemania. El Gobierno luce un raro superávit presupuestario del 1,2 % del PIB, y la relación deuda/PIB se encamina al 95 %, la cifra más baja desde 2009.
La población portuguesa, tras años de declive, resurge. La afluencia de trabajadores inmigrantes y los atractivos incentivos fiscales y visados para inversores han tejido un nuevo capítulo demográfico. “Estamos lejos del sobreturismo”, asegura el alcalde de Lisboa. Moedas vislumbra un futuro promisorio para una ciudad que se expande como un lienzo. Los viajeros diarios superan el millón, apenas 35.000 son turistas.
Desafíos locales
Uno de los aspectos positivos es que hace 15 años, pasear por el centro histórico después de las 8 de la tarde era impensable debido a la gran cantidad de edificios vacíos y abandonados. Hoy es un punto focal del turismo. Pero hay otra consecuencia menos deseada. El auge turístico tiene sus desventajas para los lisboetas. Especialmente en lo que respecta al aumento del coste de la vida. “La calidad de vida en Lisboa no se corresponde con los precios. Incluso los expatriados están buscando alternativas”, afirma Gonçalo Hall, un trabajador tecnológico de 36 años. Se trasladó a la isla atlántica de Madeira durante la pandemia y sigue trabajando a distancia.
El empleado portugués promedio gana alrededor de 1.000 euros al mes (después de impuestos), lo que equivale a unos 1.100 dólares. Solo el 2% supera los 2.000 euros. Comprar un apartamento de un dormitorio en Lisboa puede costar fácilmente más de 500.000 euros. Alquilarlo más de 1.200 euros al mes. Los alquileres en las ciudades cercanas también están en aumento. La gente abandona la capital debido a los lucrativos alquileres a corto plazo que han transformado el mercado inmobiliario.
“El daño que ha traído el turismo es infinitamente mayor que los beneficios. Aleja a la gente de su lugar de trabajo, haciéndoles la vida mucho más difícil”, afirma Jessica Ribeiro, socióloga de 35 años. Junto a su exmarido paga unos 490 euros al mes por un apartamento en un pueblo cercano a Lisboa. Ambos ganan poco más del salario mínimo, 820 euros al mes. El aumento en los alquileres hace que encontrar una vivienda asequible sea casi imposible.
Encrucijada
El aumento de los alquileres está afectando a comercios y espacios culturales y sociales que antes atendían principalmente a la población local. Lisboa se encuentra en una encrucijada. Trata de equilibrar el atractivo turístico con las necesidades de sus habitantes. Una queja común entre los residentes y defensores de la vivienda es que algunas de las mayores beneficiarias del auge turístico son empresas estadounidenses, como Airbnb y Uber, que a menudo pagan pocos impuestos en los lugares donde operan.
La alcaldía de Lisboa está tomando medidas enérgicas contra los Airbnbs. Aumentó los impuestos a los turistas. El impuesto municipal nocturno se duplicó de 2 a 4 euros, lo que se espera que recaude 80 millones de euros al año. Airbnb paga a Lisboa y Oporto más de 63 millones de euros tras firmar acuerdos voluntarios de recaudación de impuestos con las autoridades locales. La empresa asegura que el 90% de los anfitriones de Airbnb en Portugal alquilan sus casas familiares. Casi la mitad afirma que los ingresos extra les ayudan a permanecer en sus hogares.
Uber asegura que la mayoría de los ingresos generados por la plataforma se quedan en la economía local. El alcalde Moedas está considerando “un poco más de regulación” para los numerosos conductores de la ciudad. Sin embargo, para muchos residentes, las soluciones gubernamentales son insuficientes. “Toda la ciudad está subordinada al turismo”, advierte Rita Silva, investigadora y defensora de la vivienda.
Enfermedad de la playa
El auge del turismo en Europa ha generado debates y preocupación entre economistas y expertos. Al igual que el descubrimiento de petróleo, la creciente orientación hacia el turismo en el sur de Europa puede tener consecuencias inesperadas. Algunos economistas han denominado al fenómeno como la “enfermedad de la playa”. Para Priscila Valadão, administradora de 43 años, Portugal no es una potencia industrializada, sino más bien un “patio de recreo” para la Unión Europea. Los empleos disponibles a menudo se limitan a actividades que no enriquecen significativamente la economía. Marcos Carias, economista de la aseguradora francesa Coface, advierte que es más fácil fomentar la apertura de hoteles y restaurantes que impulsar la fabricación avanzada, que requiere más capital y tiempo.
A pesar de las críticas, hay defensores del turismo. El alcalde de Lisboa, Moedas, busca aprovechar la afluencia de visitantes extranjeros para desarrollar sectores como la cultura y la tecnología mediante conferencias y eventos culturales. En Atenas, el alcalde Haris Doukas trabaja para ampliar la temporada turística y atraer visitantes con mayor poder adquisitivo. Pero la “enfermedad de la playa” también afecta a la mano de obra. El aumento del coste de vida y la falta de empleos bien remunerados estimula la emigración de los estudiantes portugueses. Incluso los trabajadores tecnológicos mejor preparados y remunerados están buscando oportunidades más ventajosas en otros lugares.
Cautela
Aunque el futuro a corto plazo es prometedor, algunos economistas y políticos alzan la ceja ante las implicaciones a largo plazo. El alquiler y otros gastos de manutención se disparan en los lugares de moda, dificultando la vida de muchos residentes. Además, la atención excesiva al turismo, aunque genera beneficios rápidos, ata las economías a un sector cíclico y poco productivo.
Las grandes interrogantes giran en torno a si la emergente “economía de museo” europea podrá sostener la creación sostenida de riqueza y los amplios sistemas de bienestar. Las inversiones turísticas inundan la ciudad. ¿Qué ocurrirá si el dólar cae y los turistas se desvanecen? El propietario del Ivens, el hotel de 1.000 dólares la noche en Lisboa, Gonçalo Dias, se muestra cauteloso. «No creo que podamos cobrar estos precios porque tendremos que ir a los europeos. Y los europeos, no tienen dinero».