La elección presidencial de 2020 ha sido, por mucho, la más controversial en la historia de Estados Unidos. Luego de la resaca, lo que se avecina es una serie de cambios en las políticas de Washington que tendrán un impacto significativo en el resto del mundo
En medio de la confusión, las denuncias, las acusaciones y las críticas, algo ha quedado claro: la elección presidencial de 2020 ha sido la más controversial de la historia reciente de Estados Unidos. Y no podía ser de otra manera. Después de todo también la de Trump fue una Presidencia fuera de la común.
Pero tras el pandemónium que se produjo por lo ajustado del resultado, las dudas sobre las cifras, la espera y la negativa inicial de Donald Trump a aceptar la derrota, comienza un período presidencial donde la palabra clave será “cambio”.
Si algo dejaron muy claro Donald Trump y Joe Biden, los dos principales candidatos, fue lo diametralmente opuestas que era su visión en temas claves, como las relaciones internacionales, el medio ambiente y los programas sociales, entre otros. No es, por lo tanto, de extrañar que un cambio de Gobierno suponga un giro en las políticas de Washington. Los estadounidenses, y el resto del mundo, comienzan a preguntarse cuán diferentes serán las coas a partir de ahora.
UN GIRO AMBIENTAL
Uno de los temas donde los analistas apuntan a que habrá un giro sustancial es el del medio ambiente. Durante la campaña, Joe Biden declaró que el cambio climático es «el problema número uno que enfrenta la humanidad». Dijo que «si no se controla, en realidad horneará este planeta. Esto no es una hipérbole. Es real. Y tenemos una obligación moral».
No obstante, hay que ver cómo esas palabras se traducen en hechos. El demócrata ofreció una transición de los combustibles fósiles a la energía verde. Aseguró que su programa crearía millones de nuevos empleos. Y este punto resulta fundamental.
En concreto, Joe Biden ofreció implementar un plan de dos billones de dólares del Gobierno, que invierte significativamente en energía verde en la industria del transporte, la electricidad y la construcción, reduce las emisiones de combustibles fósiles y mejora la infraestructura. El ambicioso programa intenta colocar a los Estados Unidos en el camino hacia las cero emisiones de carbono en el sector eléctrico para 2035 y cero emisiones netas para 2050.
También es probable que Biden eche por tierra la totalidad o, al menos, la mayoría, de las órdenes ejecutivas en materia ambiental que impulsó Trump. A través de esta figura, el republicano ha derogado o debilitado 125 regulaciones ambientales, como protecciones para especies en peligro de extinción y evaluaciones de riesgo ambiental para la infraestructura. También ha abierto áreas silvestres protegidas para permitir el desarrollo de proyectos de combustibles fósiles o tala de árboles, entre otros.
Algunos de los retrocesos más notables son las reglas que buscan reducir los gases de efecto invernadero. Por ejemplo, el plan de energía limpia, los estándares de eficiencia energética y las regulaciones de ahorro de combustible para automóviles y camiones
CON MAL PIE. Joe Biden, presidente electo de Estados Unidos, ha comenzado con mal pie un mandato que todavía no es efectivo. El demócrata tuvo un percance con uno de sus perros y se fracturó el empeine. No obstante, estas lesiones no revisten gravedad.
Para avanzar en su oferta, Joe Biden debe ser capaz de ofrecer a los estadounidenses una transición climática que les permita, al mismo tiempo, una recuperación económica, la creación de empleos y el sostenimiento de altos estándares de calidad de vida. Si desea sostener el apoyo popular, deberá mantener el equilibrio.
Adicionalmente, debe afrontar una posible minoría en el Senado y una precaria mayoría en la Cámara. Las ideas más ambiciosas de Biden, particularmente el uso de dos billones de dólares en dinero del Gobierno, requieren que el Congreso las acepte. Incluso una estrecha mayoría demócrata podría no ser suficiente para avanzar con rapidez.
NUEVA DIRECCIÓN EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES
Si el tema ambiental supuso diferencias irreconciliables entre Biden y Trump, otro tanto puede decirse del manejo de la diplomacia. Desde que se perfiló la victoria del demócrata, se comenzó a especular sobre el nuevo rumbo que tomará la política de Washington en las relaciones internacionales. Las cosas pueden ser muy distintas de ahora en adelante.
Trump adoptó una postura agresiva en política exterior. Se había comprometido a continuar con su estrategia de «Estados Unidos primero» si lograba la reelección. En la práctica, esta posición supuso que Washington se retirara del Acuerdo de París, del tratado nuclear con Irán y anunciara su salida de la OMS.
TENSIÓN EN IRÁN. El asesinato del director del programa nuclear iraní tensa las relaciones con Irán, espoleadas por la actitud de Trump, Israel y Arabia Saudí. Biden quiere retornar al acuerdo nuclear de 2015 si Teherán vuelve a cumplir las condiciones.
Por otro lado, la diplomacia de la era Trump se apoyó en la actuación unilateral de Estados Unidos en el manejo de la crisis en Oriente Próximo, el avance de China, la presencia de Rusia en América Latina o las sanciones contra la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela, por nombrar solo algunos.
Mención aparte merece el caso de Europa. Con Trump, las relaciones entre Estados Unidos y sus antiguos aliados europeos han experimentado sensibles altibajos. El mandatario marcó un cambio dramático en el tono retórico de sus predecesores hacia la Unión Europea. Para la historia quedaban los discursos de compromisos mutuos, desde el «Yo también soy berlinés» de John F. Kennedy, hasta el «Derribe ese muro» de Ronald Reagan. Trump, en cambio, amenazó repetidamente con guerras arancelarias al bloque. Se quejó una y otra vez del trato comercial injusto que Estados Unidos recibía de la Unión Europea.
Por cierto, los aranceles se convirtieron en una amenaza constante de Trump, no solo para Europa. También para China, Japón e incluso México.
Si antes de las elecciones Biden fue muy firme en la necesidad de un cambio radical en las relaciones internacionales, ha sido mucho más claro después de que se comenzó a perfilar su victoria. Su propuesta de que Antony Blinken sea el nuevo Secretario de Estado dio un mensaje muy claro.
Blinken ha sido calificado por quienes lo conocen de cerca como un eurófilo comprometido. Estudió la secundaria en Francia y es hijastro de un sobreviviente del Holocausto. Mantiene muy buenas relaciones con diplomáticos e incluso le gusta jugar al fútbol.
Ha criticado muchas veces lo que califica como guerra comercial artificial de Trump con la Unión Europea. Está convencido de que el Gobierno de Biden deberá trabajar para abordar lo que llamó desequilibrios en comercio entre los socios.
Los analistas esperan con Biden, como ocurrió con Obama, que se priorice a los aliados tradicionales de Estados Unidos en Europa y Asia.
Biden ha señalado que hará tres cosas para redireccionar la política exterior de Estados Unidos. Primero, cambiará el tono de las relaciones exteriores. Lo más notable sería una muy probable reincorporación a algunos de los tratados y acuerdos internacionales que Washington abandonó bajo la Administración Trump.
Los más importantes incluyen el Acuerdo Climático de París, del que Estados Unidos se retiró oficialmente el 4 de noviembre. También trabajaría en la restauración de fondos para el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones Unidas. Además, se prevé que decida extender con Rusia el tratado de armas nucleares New START, que expira en febrero. Lo segundo sería aplicar algunos recortes modestos en el gasto militar, además de reducir la presencia militar en el extranjero. Por ejemplo, ha dicho que reduciría los actuales 5.200 efectivos estadounidenses en Afganistán a entre 1.500 y 2.000 soldados.
Biden debe ser capaz de ofrecer una transición climática que permita, al mismo tiempo, una recuperación económica y la creación de empleo
Es probable que continúe con algunas prioridades de política exterior de Bush, Obama y Trump, como intentar poner fin a la guerra en Afganistán y tratar de derrotar al Estado Islámico y a Al Qaeda.
Lo tercero será alejarse de las medidas unilaterales en el manejo de las amenazas económicas y militares que enfrenta Estados Unidos. Por ejemplo, es muy probable que trabaje más para restringir a China a través del compromiso diplomático. Trabajaría con los aliados de Estados Unidos, entre ellos la Unión Europea y Japón.
Igualmente, Biden podría reenfocar la política de Estados Unidos en temas como Irán y presionar por el respeto de los valores normativos en toda la región. Es probable que quiera reducir el nivel de participación de Washington. También aquí buscaría trabajar con los aliados de Estados Unidos.
Ha dicho que le gustaría volver al acuerdo para limitar el programa nuclear de Irán, que Teherán suscribió en 2015 con Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania, junto con la Unión Europea. Este regreso marcaría un cambio importante, luego de que Trump anunciara en 2018 que Estados Unidos se retiraría del acuerdo.
GUERRA COMERCIAL. El próximo Gobierno de Estados Unidos tendrá numerosos retos que afrontar en el área económica, comenzando por la recuperación tras las severas consecuencias de la pandemia, pero también afrontando la guerra comercial impulsada por Trump.
Biden también ha subrayado su apoyo a un enfoque diplomático para reducir las tensiones entre Irán y los Estados del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo. Su participación podría generar un impulso para llevar a cabo un diálogo de seguridad regional, que incluiría las conversaciones entre Arabia Saudita e Irán. Esto es algo que la UE ha apoyado durante mucho tiempo, particularmente en lo que se refiere a Yemen e Irak.
Las nuevas relaciones con Europa también podrían abrir un camino para que Estados Unidos avance en la ruta de la lucha contra el cambio climático. La Comisión Europea ha anunciado un ambicioso plan para establecer objetivos más estrictos en materia de emisiones y lucha contra el cambio climático para 2030.
La CE sostiene que la crisis de la COVID-19 no debería afectar a las ambiciones medioambientales de Europa. Señala que el presupuesto de 1,82 billones de euros y el plan de recuperación del coronavirus, acordados por la UE, se dedicarán en un 30% a gastos relacionados con el clima.
El recorte del 55% para 2030 es solo una etapa en el ambicioso plan de la Unión Europea para lograr emisiones netas cero para 2050. El objetivo general de neutralidad climática forma parte de la ley climática de la UE.
LA RELACIÓN CON AMÉRICA LATINA
Uno de los temas más controversiales en la carrera de Biden hacia la Casa Blanca ha sido el de América Latina. En especial, ha causado mucho ruido el posible regreso a la política de Barack Obama, de acercamiento y levantamiento de las sanciones contra la dictadura cubana, y su posible repercusión en el mantenimiento del régimen chavista en Venezuela, además de la propagación de este tipo de sistemas por el resto del hemisferio.
Sin embargo, algunos colaboradores aseguran que Biden, que era vicepresidente cuando Obama normalizó las relaciones con Cuba, ha dicho que estaba decepcionado de que los planes de lograr un cambio político hacia la democracia en la isla no salieron como esperaban. En este sentido, no debe darse por sentado que se regrese a las políticas de distensión con La Habana.
El rumbo que tome en definitiva el Gobierno de Biden aún están por verse. El impacto de estos posibles cambios se hará esperar. Muchos analistas son optimistas por el posible alivio de las tensiones de Estados Unidos con otros países, en especial con sus aliados tradicionales. También hay consenso en los beneficios de volver a la senda de apoyar la lucha contra el cambio climático.
MENOS ARANCELES. Se podrían eliminar los aranceles existentes con la Unión Europea así como los que se aplican a las importaciones de acero y aluminio. También es probable que desaparezca la amenaza de aplicar impuestos a la importación de automóviles
No obstante, existe preocupación acerca de hasta dónde podrá avanzar Biden en la ruta de la descarbonización, en medio de la preocupación que supone para empresas y trabajadores de sectores vinculados con los combustibles fósiles. De hecho, los anuncios ambientalistas del demócrata, presentados en el segundo debate televisado, le costaron el apoyo popular en algunos estados del Medio Oeste, como Texas.
Igualmente, hay dudas sobre si el acercamiento de Estados Unidos con sus aliados tradicionales (como la Unión Europea) durante la era Biden, no sea seguido por un resurgimiento de la posición de «America first» ante un eventual cambio de gobierno dentro de cuatro años.
Por ahora, hay muchas expectativas. Lo único seguro es que habrá cambios importantes. Queda por verse cuán profundos serán y cuál será su impacto. Biden cuenta, por ahora, no solo con el beneficio de la duda, sino con la expectativa de los retos y oportunidades que se abren para la diplomacia y el medio ambiente.
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