Por Magali Guillén
22/03/2016
n su empeño por encontrar unos esquís con los que deslizarse a su gusto por la nieve, Gurutz Coretti decidió construirlos él mismo, siguiendo una tradición familiar que data de comienzos del siglo XX en el Tirol italiano. “Mis hijos competían y las tablas que usaban sólo duraban una temporada. Tenían que tener un modelo para entrenar y otro para las competiciones. Mi pasión por el deporte invernal me llevó a fabricar esquís personalizados. Lo que empezó como un reto personal se transformó en un proyecto empresarial. Recojo así el testigo de mi abuelo paterno, que construía esquís de madera en las Dolomitas”, asegura el donostiarra nacido en 1961.
Este ingeniero de profesión necesitó cuatro años de investigación para desarrollar un sistema de fabricación que permite personalizar el esquí. Teniendo en cuenta su peso, la manera de esquiar y el tipo de nieve que hay en el Pirineo, donde él practica este deporte, creó en 2009 su primer diseño. “Era de abedul y tardé dos años en tenerlo listo. Cuando lo acabé la temporada estaba a punto de terminar y casi no había nieve. Tenía tantas ganas de probarlo que lo cubrí con laca en la mesa del apartamento de Astún (Huesca) un viernes para estrenarlo el sábado. Como no tenía horno, para que se secara lo rodeé de velas”, recuerda entre risas este artesano desde su taller, un local de unos 300 metros cuadrados, en la localidad guipuzcoana de Astigarraga. “El entusiasmo que suscitaron los prototipos entre amigos, monitores y competidores fue el espaldarazo necesario para hacer realidad este proyecto”, añade en su hábitat, un espacio con tornos con fresadoras, prensas y herramientas con las que, en un proceso artesanal, crea tablas que se adaptan a las ne- cesidades específicas de cada cliente.
“Usamos maderas sin nudos ni defectos y con las vetas orientadas a lo largo”, explica. Con esta materia, modela las tablas que luego refuerza con fibra de carbono. “Seleccionar la cantidad y la orientación de las fibras de carbono es la parte más complicada para conseguir el efecto deseado, “ya que la alta resistencia de este material hace que pequeñas variaciones tengan mucho efecto”.
También utiliza polietileno sintetizado en las suelas “para proporcionar un máximo deslizamiento” y acero templado en los cantos, “que dan un óptimo agarre en las nieves duras”. Así consigue unos diseños con un precio medio de venta de 1.400 euros y que, en función de los accesorios y acabados, pueden superar los 2.500.
Cada modelo tiene un plazo de entrega de seis semanas. “En España no hay costumbre de encargar esquís artesanos a medida, pero lo normal es pedirlos de una temporada para otra”, asegura el fundador de la empresa en cuyos planes está ampliar su catálogo con tablas de snow, bastones y cascos.
A Gurutz le gusta probar sus creaciones en la zona de Astún-Candanchú, donde se inició en el esquí. Y para deslizarse por la nieve fuera de nuestras fronteras apuesta por las Dolomitas, tierra de sus ancestros.