Por Cambio16
Los resultados de las elecciones en Venezuela 2018, incluyendo los correspondientes a la abstención, signarán un punto de inflexión en América Latina. En primer lugar, las elecciones en Venezuela 2018 son el espejo en el que se mirarán los países donde se juega el futuro de la región. Y son la antesala a los procesos comiciales en Colombia, Brasil y México. Todos con la obligación de velar por la transparencia de sus procesos electorales para evitar una metástasis del cáncer venezolano. Por ende, la respuesta que tengan a bien dar los venezolanos este domingo 20 de mayo en la calle -o en ausencia de ella- será la manifestación contundente de los próximos pasos en la región.
La indiferencia y la poca voluntad de participar marcaron los días previos al 20 de mayo. Por consiguiente, las cuestionadas local e internacionalmente elecciones en Venezuela vaticinan un contundente fracaso del proceso. En las calles venezolanas, la opinión mayoritaria sobre el proceso transita entre el descontento y la omisión. Por ende, sumida en la peor de sus crisis y cada vez más aislada internacionalmente, para los potenciales votantes la elección es “más de lo mismo”. Una frase común para dejar sentado el sentimiento de incredulidad en la transparencia del proceso y del árbitro electoral que lo regenta.
Elecciones en Venezuela
Tales signos sociales han sido nuevamente desoídos por el régimen de Maduro. Que ha sentenciado que las elecciones en Venezuela 2018 se harán y que el actual mandatario será reelegido. Por ende, la comunidad internacional sigue de cerca el proceso. Y ya calibra futuras acciones de orden político y diplomático. Acciones que buscan frentear el desafío que imponen la amenaza criminal de gobiernos populistas que son títeres del narcotráfico y la corrupción.
Pero también garantizar la libertad y el bienestar de los ciudadanos. Asimismo, el desarrollo económico. Pues estas elecciones en Venezuela 2018 llegan en un momento de climax en la creciente crisis humanitaria en Venezuela. Fundamentalmente marcada por la hiperinflación. También por la escasez. Por la histórica fuga de ciudadanos. Y finalmente por una de las más profundas recesiones que ha vivido algún país en el mundo.