Por Andrés Tovar
30/04/2018
«#Cuéntalo.: Tengo 22 años y una leve discapacidad psíquica. 4 hombres me raptan y me violan repetidamente. No contentos, me atropellan 7 veces. Aún con vida me rocían con gasolina y me prenden fuego. 3 de mis asesinos están en la calle. Lo cuento yo porque Sandra Palo no puede».
Tuvimos que esperar 21 meses -y entre ellos otros dramáticos sucesos- para que la sociedad española viera colmado el vaso y mostrara lo grande de su demanda de una justicia realmente blindada contra la lacra social de la violencia machista. Interior calcula que solo se denuncian un 10% de las agresiones sexuales por miedo a las consecuencias. Pero el fallo al juicio a La Manada han levantado sin cesar las voces que reclaman el fin de la vergüenza con la que se estigmatiza y silencia a las mujeres que sufren violencia sexual. Por ende, el desconcierto y el rechazo social abre una brecha entre la percepción social de este tipo de delitos y su interpretación jurídica.
Amen de la que está sucediendo en las calles, una de las manifestaciones más relevantes ocurrió el fin de semana en las redes. Las mujeres españolas publicaron cientos de historias de abuso personal con la etiqueta #Cuéntalo. En la expresión participaron mujeres anónimas y del ámbito público. Algunas escribieron en nombre de mujeres que fueron asesinadas o que se suicidaron.
«15 años. Calle de poco tránsito. Un chico se me abalanza por detrás y me soba el culo. Me susurra: que buena estás. Me quedo muda. Se va. Vuelve. Hace lo mismo con más fuerza agarrándome las caderas y frotándose conmigo. Grito. Se va. Dos personas me miran. Siento vergüenza. #Cuéntalo».
#Cuéntalo es más que una etiqueta
Iniciativas como la de #Cuéntalo pueden sugerir un inicio de un cambio de forma en que las personas piensan acerca de la violencia sexual. Pero en el fondo, tanto las expresiones reunidas en la etiqueta como el propio fallo a La Manada son indicativos que cuando se trata de los problemas sistémicos subyacentes a la violencia sexual en España, el trabajo del Estado-Sociedad contra la violencia machista apenas acaba de comenzar. Muchas de las mujeres que han sufrido algún ataque reflejan una realidad conocida, la táctica común en la defensa de hombres acusados de delitos sexuales: culpar o manchar a la víctima.
«Una vez, paseando con un ex, un tío me miró de arriba a abajo como a un trozo de carne. (Esto me ha pasado muchas veces más). En esta ocasión mi ex me paró en mitad de la calle para gritarme que si alguien me miraba así era porque yo lo buscaba. Que no fuera tan guarra. #Cuéntalo».
También es el indicativo de un problema mayor. Uno que persiste a pesar de los buenos caminos abonados por el Estado como la ratificación del Convenio de Estambul en 2014 y el Pacto de Estado contra la Violencia de Género en 2017. Faltan acciones definitivas para reforzar en España medidas de protección integral contra la violencia de género. Y precisamente uno de los debates más relevantes al respecto es el reconocimiento de la violencia machista a los ataques fuera del entorno familiar o fuera de una relación sentimental. Una consideración que desde hace años prácticamente todos los organismos internacionales de derechos humanos, empezando por las Naciones Unidas.
Diana Quer «logró» ser reconocida, pero luego de la indignación pública. La misma que hizo que en el Pacto de Estado se considerara este reconocimiento. Que le haría justicia a mujeres asesinadas como Laura del Hoyo. O a la prostituta asesinada en el Raval en diciembre. O a todas las afectada psicológica y sexualmente, como las agresiones o violaciones; dos delitos que no son fáciles de denunciar para las víctimas. Por eso es más necesario que haya una voluntad política que permita actuar aunque no exista esa denuncia. Son demasiadas las veces las autoridades solo reaccionan cuando hay una demanda social elevada.
«Soy madre soltera. Tengo 2 hijos. Terminé con mi ex porque le pegó a mi hijo cuando estaba borracho. Me pegó un tiro en el pecho y lastimó a mi mamá porque no quise volver con él. Mis hijos se quedaron huérfanos. Lo cuento yo porque mi prima no puede. #Cuéntalo».
El momento es ahora
Así como las partes en el juicio volverán a reencontrarse en el tribunal, las manifestaciones públicas por la sentencia a La Manada seguro seguirán esta semana. En medio de la polémica, los principales representantes del sistema judicial han pedido tanto a políticos como a la sociedad evitar la desacreditación del sistema. Es un reclamo legítimo. Pero el debido respeto al sistema no debe ser una vía para aligerar la necesaria y urgente toma de acciones contundentes que el sistema -y el Estado- deben hacer para equipararse ya a la normativa internacional. España se está tardando demasiado y la legislación es claramente insuficiente. Las mujeres españolas merecen una respuesta.
Finalmente, a las que decidieron contarlo y a todos los movimientos promotores de la denuncia pública. Es menester reconocer su labor y pedir que no dejen de hacerlo. Diana Quer murió porque intentó defenderse de su agresor. La víctima de la Manada, que no se defendió porque se quedó bloqueada por el miedo, ha sido cuestionada e insultada luego por la opinión pública, justamente por no resistirse y por tratar de rehacer su vida. Dos indicativos del larguísimo camino que queda aún por recorrer en el ámbito de la prevención, de la educación y del cambio cultural. Por eso iniciativas como #Cuéntalo -y las que vendrán- son cada vez más necesarias. Gracias por contarlo.