Por Iñigo Aduriz | Foto y vídeo: Benito Guerrero
31/03/2018
Es la política del momento y no puede evitar que las cámaras le sigan cada vez que cruza alguno de los elegantes pasillos del Parlament de Cataluña, donde recibe a Cambio16. Inés Arrimadas (Jerez de la Frontera, 1981) líder catalana de Ciudadanos, fue la ganadora de las elecciones del pasado 21 de diciembre, aunque sigue mostrándose como la más enérgica jefa de la oposición al independentismo ante el incontestable triunfo en escaños –que no en votos– de las fuerzas secesionistas. “Ya lo advertimos hace 11 años”, asegura, cuando se le pregunta por el clima de división social que ha marcado los últimos años en Cataluña.
En las elecciones de diciembre se dibujó una Cataluña dividida en el ámbito político. ¿Está la sociedad tan polarizada como la política?
La verdad es que sí. La sociedad está fracturada después de aguantar tantos años un debate que nació para separar. Cuando el objetivo es separar a Cataluña del resto de España lo primero que se hace es separar a más de la mitad de Cataluña de la otra mitad. En los últimos años los partidos nacionalistas negaban esta fractura y ahora algunos ya empiezan a reconocerla.
El presidente del Parlament, Roger Torrent, hablaba en su primer discurso de la necesidad de “coser” Cataluña. ¿Es realmente necesario?
No sé si utilizar ese término, pero sí, hay que unir a los catalanes. Hay que eliminar esta división social y esta fractura. Fue muy interesante que Torrent, de ERC, dijera esto. Porque desde su partido han negado siempre que el nacionalismo y el procés dividan. Nosotros llevamos 11 años diciendo que esto rompe la sociedad y la cohesión. Y ellos lo negaban. Torrent ahora admite que la sociedad está rota porque si ve necesario coserla es porque está rota. Pero sigue haciendo lo mismo que la ha roto. Es decir, se mantiene en el procés.
¿Cómo se podría volver a cohesionar a la sociedad catalana?
Empezando a hablar de lo que nos une y no de lo que nos divide. Ya hemos visto cómo la apuesta del Govern y de las instituciones de Cataluña es separarnos del resto de España, que al final lo que hace es separarnos entre los catalanes. Y hay que respetar a todos los catalanes. El Gobierno de la Generalitat afirmó que los que no fuimos a votar el 1 de octubre éramos súbditos; la señora [Carme] Forcadell apuntó que Ciudadanos no era pueblo de Cataluña; la señora [Núria] De Gispert –que era la expresidenta del Parlament– me dijo que me volviera a Cádiz… Nos están declarando personas non gratas en diferentes municipios por nuestras ideas. Eso lo está haciendo ERC. Y tiene que parar. Tenemos que respetar a todos los catalanes e iniciar proyectos que mejoren sus problemas. Hay que hablar de sanidad, de educación o de lucha contra la corrupción. Y de esto los partidos nacionalistas no quieren hablar. Porque para eso tienen la estelada, para tapar el 3%. Pero si hablamos de todo ello poco a poco podremos empezar a coser las heridas. En cambio, si seguimos en el procés, diciendo que en Cataluña solo es pueblo el que va a apoyar a Puigdemont y no la mayoría social que no ha votado a partidos independentistas, y si seguimos dando a entender que si no eres independentista no apoyas a Cataluña, no estamos cosiendo nada. Estamos acrecentando esa división.
A favor de la convivencia, ¿cuál sería la medida más urgente que debería adoptar el Govern?
Hay que hacer muchas cosas, pero la primera es no saltarse las leyes. Nosotros llevábamos muchos años diciendo que saltárselas divide a la sociedad. Y ya hemos visto que es así. Saltarse las leyes hace que las empresas huyan, que las familias discutan, que haya procedimientos judiciales… En una democracia no puede estar en cuestión que los políticos tengamos que respetar las leyes. Se están poniendo en cuestión cosas muy básicas. Por eso, lo primero que tiene que hacer un nuevo gobierno en Cataluña es respetar el marco de convivencia, que en una democracia son las leyes. Después, debe respetar a todos los catalanes y dejar de hablar de Cataluña como si fuera solo una parte de Cataluña. También tendrá que dejar de decirnos que no somos pueblo de Cataluña o que somos enemigos de Cataluña porque hemos apoyado la aplicación del artículo 155, que era la única manera de que ellos no siguieran degradando las instituciones y la economía. Además, que dejen de insultarnos. Y que se pongan a trabajar por lo que nuestros votantes y sus votantes comparten, que son muchísimas cosas. Siempre pongo este ejemplo: en Cataluña estamos sentados en una mesa de comedor y han puesto encima un tema que divide por la mitad a la sociedad y que es el del procés y el del referéndum por la independencia. Estoy convencida de que si en esa mesa de comedor se quita ese tema que divide y que no da ningún fruto y se pone la lucha contra la corrupción, de repente los independentistas y los no independentistas nos pondríamos de acuerdo. También si se plantea la mejora de la sanidad pública o la de las infraestructuras. Por tanto, ¿por qué seguir con un tema que nos divide y que se está cargando la cohesión y la economía en Cataluña, cuando podemos hablar de otras cosas que sí que son buenas para todos los catalanes y que nos dan fuerza económica y social? No podemos perder una década en esto.
Con todo lo sucedido en los últimos años, ¿ve necesario reformar el marco de convivencia que en Cataluña es su Estatut de autonomía?
El Estatut tiene tantísimo margen de autogobierno que su reforma no creo que sea la principal preocupación de los catalanes ahora mismo. Hay que reformar muchas cosas en España, como el sistema de financiación, la Constitución, el sistema judicial… Son asuntos que ya estamos llevando al Congreso de los Diputados, que se pueden y deben hacer. Pero en Cataluña hay que dejar muy claro que los políticos ni pueden dividir la sociedad, ni se pueden saltar las leyes, ni pueden dejar en un cajón los problemas de la gente. Si lo hacen, se están cargando Cataluña.
El expresident Carles Puigdemont se mantiene huido junto a otros exconsellers, y varios exdirigentes siguen encarcelados. ¿Existe el riesgo de que se conviertan en una especie de mártires? ¿Le parecen razonables las medidas que ha ido adoptando la justicia al respecto?
Ellos, sin duda, están intentando utilizar la técnica del victimismo. Pero realmente no les sale bien. No hay ningún país europeo ni ninguna institución internacional que diga que estos señores están exiliados o que son presos políticos. Yo respeto las decisiones judiciales y respetaría otras decisiones que fueran en sentido contrario. He respetado aquellas que han dejado en libertad a determinadas personas y respeto las que no lo han hecho. Lo que no se puede pretender en el siglo XXI es que alguien se salte la Constitución, pase olímpicamente de las decisiones judiciales, se gaste dinero público en hacer un referéndum ilegal, utilice los datos personales de los catalanes sin cobertura legal y no le pase nada. Pienso en la ciudadanía normal: si tú eres un autónomo y te pasas un día en el pago de tus obligaciones, te pegan una castaña buena. Si montas un bar y no cumples con las normas de salida de humos y de accesibilidad, tienes una multa. Quizá llevan tantos años en política que no se acuerdan de lo que le pasa a una persona de la calle cuando se salta una notificación de un juez o no va a declarar cuando le llaman. Los políticos nos tenemos que parecer a los ciudadanos y no gozar de privilegios.
¿Ve posible hacer tabla rasa como se ha sugerido desde algún ámbito?
¿Impunidad? Nosotros no estamos de acuerdo con los privilegios para los políticos. La gente de la calle no tiene impunidad. Si no pagas la hipoteca, te quitan la casa. Y si no pagas la luz, te la cortan. Pero el Gobierno de España, además de hacer cumplir la ley, debe saber hacer política. Hay partidos que dicen que no se cumplan las leyes y solo se haga lo político. Y hay otros, como el del Gobierno, que pasa de hacer política y solo se centra en cumplir las leyes. Nosotros proponemos que se hagan las dos cosas. Porque ni son excluyentes ni se puede prescindir de los dos ámbitos en una democracia. Hay que cumplir las leyes. Estos señores se las han saltado y deben responder ante los jueces. Pero aquí hay que comunicar mucho mejor, hay que reformar muchas cosas, hay que rebatir argumentos falaces del nacionalismo y hay que ilusionar con un proyecto de España.
¿Le parece que se podía haber evitado el choque de trenes?
Llevamos muchísimos años viendo lo que estaba pasando en Cataluña. Ciudadanos nació hace 11 años diciendo: ‘ojo, que esto va a acabar mal’. Nos llamaban de todo. Decían que éramos unos exagerados y unos agoreros. De hecho, el PP y el PSOE mientras tanto pactaban con los nacionalistas. Cuando nosotros decíamos que esto estaba a un nivel peligroso, el PSC hacía un tripartito con ERC por el que le daba la gestión de Educación y de los medios de comunicación. Y el PP pactaba con los Pujol. Hasta aquí hemos llegado por la responsabilidad de los partidos nacionalistas, pero también por la de los partidos del bipartidismo que han pactado con ellos. Y eso durante 35 años da como resultado que un día te levantes y te declaren la independencia en una comunidad autónoma.
En los últimos meses se han marchado de Cataluña miles de empresas. ¿Qué se puede hacer para que regresen?
Si gobernáramos, pondríamos en marcha un plan urgente de retorno de empresas. Y eso tiene que incluir varias cosas. Por supuesto, seguridad jurídica y tranquilidad. Se debe dar un mensaje que asegure que con ese gobierno se van a cumplir las leyes, no va a haber sorpresas desagradables y que todos los inversores y las empresas que vengan van a tener un marco de estabilidad jurídica y política. Cataluña tiene que ser, además, una tierra competitiva fiscalmente. Por ejemplo, la clase trabajadora con rentas de 25.000 o 30.000 euros es la que más paga de toda España. Eso no es competitivo ni para los autónomos ni para las pymes. También se debería quitar burocracia administrativa y duplicidades, trabas que muchas veces ahogan sobre todo a esos autónomos y esas pymes. Porque las grandes empresas tienen departamentos jurídicos que lo solucionan todo, pero una empresa mediana que quiere empezar una actividad se ve asfixiada en un mar de trámites y de duplicidades. Si hacemos estas cosas y, además, a ello le añadimos prioridades en infraestructuras –en Cataluña hace falta impulsar el corredor mediterráneo, la conexión del puerto con el aeropuerto, etc.– podemos hacer que muchas de las empresas que se fueron vuelvan a venir. Aprendí mucho de lo que pasó en Quebec. Durante diez años estuvieron liados con este tema [el debate independentista], que evidentemente no les dio la independencia, pero sí produjo huida de empresas y de oportunidades. No quiero que pase lo mismo en Cataluña. Por tanto, cuanto antes puedan volver, mejor. Pero si siguen gobernando estos señores [los nacionalistas] y siguen haciendo lo mismo, evidentemente las empresas que se han ido no van a regresar.
El turismo también se ha visto afectado en los últimos meses. ¿Qué se podría hacer para recuperar el sector?
Está sufriendo muchísimo y no solo el turismo sino todos los sectores que están relacionados como la hostelería, los comercios, hoteles y transportes. Porque, en un mundo globalizado, las incertidumbres se solucionan a golpe de clic. Si tú estás viendo que hay una incertidumbre política o jurídica en un determinado territorio, te vas a otros. La movilidad de personas va muy unida a la movilidad de capitales, de empresas, de visitantes y de turistas. Debe haber estabilidad y seriedad. Y se tiene que volver a apostar por un turismo de calidad.
Habla de estabilidad y de una mejor fiscalidad. ¿Hay alguna otra clave para que Cataluña se vuelva a situar a la cabeza del crecimiento?
Debe haber menos trabas administrativas y mejores infraestructuras, que son necesarias y que son buenas no solo para Cataluña sino para el resto de España. Si priorizamos las que son necesarias, si damos estabilidad jurídica y política, si podemos ser competitivos fiscalmente y si nos centramos en ámbitos que van a generar empleos de calidad en el futuro –como las nuevas tecnologías, la innovación o las energías renovables– Cataluña seguirá siendo un motor de España. Lo que es bueno para Cataluña necesariamente es bueno para España. Porque cuando Cataluña ha estado fuerte, ha crecido y ha generado empleo es cuando España también ha estado mejor. Esta dicotomía de los nacionalistas de pensar que si a Cataluña le va bien automáticamente le tiene que ir mal al resto de España no me la he creído nunca y, además, no se corresponde con la realidad. Con esa mentalidad, la Unión Europea no existiría. Nosotros creemos en proyectos en los que todos podamos salir ganando.
¿Cómo le está pareciendo la gestión que está haciendo el Gobierno de la aplicación del artículo 155 de la Constitución?
Creímos que era la mejor solución. Se tuvo que aplicar el 155 para convocar elecciones. Y creo sinceramente que nuestra victoria en las elecciones ha sido muy útil porque se ha visualizado que no es verdad eso de que en Cataluña había una mayoría independentista, que tampoco es verdad que aquí la mayoría quiera un referéndum de independencia o que esto sea un problema entre Cataluña y el resto de España. Es un problema entre catalanes. Me parece muy útil nuestra victoria porque ¿qué estarían haciendo los señores de Puigdemont y de ERC si hubieran ganado las elecciones? No me quiero imaginar la que estarían liando. 35 años de nacionalismo no se van a solucionar en 35 días. Pero nuestro triunfo ha sido un primer paso para desmontar el relato que habían construido de que Cataluña es mayoritariamente independentista.
Lo cierto es que sí que ha habido un deterioro de las relaciones. ¿Qué se debería hacer desde las instituciones catalanas para restaurar su vínculo con el resto de España?
Primero, volver al marco democrático de la legalidad. En democracia, si un gobernante se salta las leyes, no está respetando el marco de convivencia. Aparte, la Unión Europea lo ha dejado muy claro. Los partidos independentistas han buscado de forma reiterada su apoyo y no lo han conseguido. Porque en una democracia consolidada dentro de la UE los gobernantes no pueden estar por encima del resto de la gente. Por lo tanto, lo primero que tienen que hacer es volver al terreno democrático, cumplir las leyes y las resoluciones judiciales. Si hacen eso, evidentemente se podrá empezar a hablar de muchas otras cosas.
¿Ha echado en falta una mayor movilización por parte de la sociedad española con el objetivo de contribuir a mejorar la relación con Cataluña?
Los responsables son los partidos políticos.
No me refiero a responsabilidad. Le preguntaba por si cree que se podía haber movilizado más gente a favor del entendimiento.
Si la actitud de los gobiernos de España y de la Generalitat hubiera sido otra, se habría dado más margen para que la sociedad civil pudiera hablar con libertad. Aquí, en Cataluña, la parte de la sociedad que no está de acuerdo con las ilegalidades del procés y del nacionalismo ha sentido mucha presión para no manifestarse en contra. Enfrentarse al nacionalismo no es nada fácil, y se lo digo en primera persona. Hay mucha gente que nos da apoyo –y le hablo de personas de nivel intelectual muy elevado–, pero que nos dice que no quiere mojarse públicamente porque lo consideran muy duro. La presión del nacionalismo al disidente siempre ha sido muy fuerte.
¿Ha sido siempre así o especialmente en los últimos años?
Siempre, pero especialmente en los últimos años. Ciudadanos lleva 11 años advirtiendo de esto. Si hace 11 años en el Gobierno de España se hubieran enterado de qué iba la película o nos hubieran hecho caso, no habríamos llegado a esta situación. Los complejos del bipartidismo han hecho mucho daño. Les han dejado hacer de todo a los nacionalistas y, al final, se ha dado una situación muy complicada. Lo único que espero es que el momento tan grave que estamos viviendo sirva de aprendizaje colectivo para toda España. Y que sepamos que no podemos cometer los mismos errores. Cuando veo al bipartidismo nostálgico de seguir pactando con los nacionalistas pienso que eso es lo que nos ha llevado hasta aquí. También el no rebatir intelectualmente al nacionalismo, no ofrecer un proyecto alternativo ilusionante, no reformar España, no negociar determinadas cosas que son necesarias para todo el país como el sistema de financiación… Si no haces todo eso, te va comiendo terreno el nacionalismo.
Se habla de la necesidad de reformar el modelo territorial. ¿Comparte ese anhelo?
Evidentemente, dentro de la reforma constitucional está también el tema territorial. Nosotros apostamos claramente por una delimitación de las competencias que sea mucho más clara de la que tenemos ahora. Existen tantas duplicidades y tantos solapamientos que muchas veces el ciudadano no sabe a quién pedirle responsabilidades. Yo haría una aclaración de competencias, una reforma del sistema de financiación para que cada administración pueda prestar sus servicios y, sobre todo, garantizaría la coordinación y la lealtad institucional.
¿Se debe modificar el estatus que tienen el País Vasco o Navarra?
La reforma constitucional tendrá que tener el consenso que requiere. Nosotros tenemos un modelo de reforma constitucional que es conocido por todo el mundo, pero tendrá que tener consenso. A mí no me da miedo abrir este debate, que lleva muchos años en un cajón porque al bipartidismo no le ha hecho gracia. Y porque quizá si se abre la reforma constitucional hay que eliminar aforamientos –cosa que no quieren perder los viejos partidos– o también hay que abordar la reforma del Senado –cosa que los viejos partidos no quieren hacer porque están encantados con esa institución que funciona más bien como un cementerio de elefantes–, hay que cambiar la ley electoral… Ellos no han querido abrir la reforma constitucional, pero a nosotros no nos da miedo, siempre y cuando se haga con sentido común, con racionalidad, con consenso y pensando en qué queremos para España para los próximos 20, 30 o 40 años.
Respecto a Euskadi y Navarra no me ha dicho qué piensa.
Habrá que reformarlo conforme al consenso. A mí me gustan los países que son descentralizados, en donde hay coordinación y lealtad institucional. Las reformas tendrán que ser acordadas por mayoría. Desde luego, el debate que hubo en el Congreso de los Diputados respecto a la estimación del cupo no es ni siquiera un ámbito que entre dentro de la reforma constitucional. En la Constitución está recogido el sistema del concierto económico, pero no que se pueda estimar el cupo de manera opaca y sin ningún criterio técnico, como se hizo. Nosotros hemos sido los únicos valientes que hemos defendido públicamente en el Congreso lo que creo que piensa una inmensa mayoría de los españoles.
Y que puede tener un coste electoral para ustedes en esos territorios.
Hemos sido muy valientes y cuando uno lo es y dice las cosas que piensa realmente, no recoge un coste electoral negativo sino positivo.
¿Es necesario adoptar medidas para que se garantice el uso del castellano en Cataluña?
En toda España es lógico que la española sea la lengua vehicular junto con las cooficiales. Yo quiero que en los colegios públicos catalanes haya tres lenguas vehiculares: el catalán y el castellano como lenguas cooficiales, y el inglés. Es importantísimo que incorporemos esta última en toda España como lengua vehicular. Estamos a la cola de Europa en conocimiento de lenguas extranjeras. Y creo que ya no hay excusa. Además, eso sí que sería un salto cualitativo en cuanto a la igualdad de oportunidades. Porque al final lo que pasa es que las familias que tienen recursos pueden darles clases particulares a sus hijos y tienen la opción de enviarles incluso a estudiar al extranjero. Y la clase media trabajadora se tiene que aguantar con el nivel de inglés que le dan en el colegio.
Hablaba usted de que Ciudadanos fue el partido más votado en las últimas elecciones catalanas. ¿A qué cree que se debe?
Es una suma de factores. Ciudadanos nació hace 11 años y nos hemos mantenido coherentes, firmes, sin complejos y sin dar bandazos respecto a lo que hemos defendido. Eso se ha valorado. Además, tenemos un proyecto limpio y regenerador. Hay que romper el debate sobre si nos quedamos dentro de España o nos salimos. La gran discusión es sobre cómo mejoramos Cataluña y cómo mejoramos España dentro de Europa. Y eso lo ha defendido Ciudadanos. Además, tiene un proyecto creíble, con buenos profesionales y preparado para gobernar. En mi grupo parlamentario tengo a profesionales que cubren todos los ámbitos: tengo a médicos hablando de la salud pública, a profesores haciéndolo sobre educación pública, a ingenieros hablando de infraestructuras, a agrónomos hablando de agricultura… Tenemos un equipo preparado para gobernar. Si se van sumando todos estos elementos y se unen a la decepción que el bipartidismo ha causado en la sociedad que no es independentista al final está la razón por la que Ciudadanos ha ganado con claridad.
Sus rivales dicen que ustedes son la marca blanca del PP. ¿En qué se diferencian?
Nos dicen de todo. El PP nos dice que somos la marca blanca del PSOE y el PSOE dice que somos la marca blanca del PP. Esa es la mejor prueba de que estamos en el centro y que somos un partido regenerador, limpio y que es una alternativa al bipartidismo.
¿Está cómodo Ciudadanos facilitando el Gobierno del PP?
Estamos cómodos dando estabilidad a España a cambio de reformas. Ese es nuestro papel ahora. Somos el partido del sentido común, de la estabilidad, del diálogo y del pacto. Porque a nosotros no nos gusta el caos. Hay otros partidos que quieren que haya caos porque es su hábitat natural. A nosotros nos gusta que haya trabajo parlamentario, que haya estabilidad, que haya presupuestos, que haya una investidura y que no haya terceras y cuartas elecciones, pero siempre a cambio de reformas. Por eso somos tan infalibles contra la corrupción y por eso somos tan insistentes en las reformas que necesita España. Quien ha llevado al Congreso la ley contra la corrupción o la ley para despolitizar la justicia y reformas, por ejemplo, en el sistema de autónomos, o quien ha aumentado los permisos de paternidad, ha sido Ciudadanos. España necesita sentido común, estabilidad y reformas sin complejos. Eso solo lo puede hacer un partido sensato pero que tenga las manos libres y limpias para poder impulsar cambios y que no esté atado como el bipartidismo a un pasado que tiene partes oscuras. Nosotros estamos preparados para gobernar.