Aumentar los impuestos para llenar el hueco fiscal es siempre una idea tentadora para los gobiernos. Pero la teoría económica y -sobre todo- la experiencia histórica se han encargado de mostrar que sus efectos pueden ser contraproducentes, sobre todo si la medida se aplica sin tomar en cuenta las variables socioeconómicas -estructurales y coyunturales- que atraviesa el país donde se pretender implantar el nuevo esquema tributario.
Es, precisamente, lo que ocurre en medio de la crisis económica producto de la pandemia del coronavirus. Es cierto que el impacto de la COVID-19 está abriendo un enorme agujero en las finanzas públicas en casi todos los países. Para taparlo, más de un Gobierno se ha planteado echar mano de nuevos o mayores impuestos. Las empresas, los empresarios y, finalmente, el bolsillo de los ciudadanos se presentan como las fuentes más asequibles para obtener recursos. Empero, la idea es una locura. Gravar la creación de riqueza es un freno, un obstáculo. Pero cuando la economía está ralentizada por una causa externa, la idea deja de ser mala y se convierte en pésima al extremo.
Europa en su conjunto está más que clara. El grueso de los países de la Unión han optado por rebajar los impuestos para impulsar las economías. Después de todo, gravar una riqueza que es cada vez más difícil de producir, es una vía segura para no tener mañana riqueza alguna de la cual tomar beneficio.
El ejemplo de Alemania recorre a Europa
El paso al frente lo dio, en primer lugar, la economía más grande del bloque. Alemania ha apostado a una rebaja de impuestos que alcanza los 42.000 millones de euros. Esto es el 1,2% de su Producto Interior Bruto (PIB). La estrategia germana es amplia. Este plan de apoyo fiscal beneficiará a pymes y familias. Pero también tendrá un impacto positivo a las rentas altas. Subió el límite de ingresos, reduciendo así el número de contribuyentes que tributan al tipo máximo en el IRPF. Para Berlín, no dejar a nadie atrás significa, en realidad, no abandonar a nadie.
El nuevo estímulo se sumará a los 34.100 millones de euros de rebaja de impuestos que ya había aprobado Berlín. Estas medidas están contenidas en el programa de estabilización para este año, que fue enviado a Bruselas.
El plan teutón es realmente atractivo. Tanto así, que Italia le está siguiendo la pista. Roma está estudiando la aplicación de varias rebajas fiscales en su plan de recuperación. Entre las medidas, está un recorte del IVA. Pero no solo está estudiando medidas, sino que ya ha tomado algunas. Aprobó un estímulo fiscal por valor de 17.100 millones de euros, entre exenciones, subvenciones y créditos fiscales.
A lo largo y ancho del Continente, los países están apostando a medidas de estímulo para sus ciudadanos y empresas. Menos impuestos y la extensión de medidas de auxilio temporal forman sus estrategias para evitar que sus economías caigan en terapia intensiva a consecuencia de la crisis del coronavirus.
España en contracorriente
Pero para el Gobierno de España, las prioridades son otras. Lo fundamental no es rescatar la economía, sino mantener el gasto público. Por eso su estrategia se dirige a subir impuestos. Salvarse a costa de otros.
El plan presupuestario enviado por el Gobierno de España a Bruselas este jueves anuncia subidas de impuestos con un impacto presupuestario de 7.000 millones de euros el año que viene y otros 2.000 millones en 2021. Entre los cambios se incluye un incremento del IRPF, el Impuesto de Sociedades y el IVA, aunque el documento no brinda mayores detalles.
El acuerdo recoge el compromiso del Gobierno de subir el IRPF a las rentas superiores a 130.000 millones de euros y de establecer un suelo mínimo para el impuesto de sociedades.
Dentro de la imposición indirecta, dónde encontramos el IVA, también se anuncian «medidas por razones de equidad, cuyo impacto conjunto asciende a 1.724 millones de euros». Tampoco en este punto se detalla más. Explican en el Gobierno que estos cambios se están ultimando, aunque hay ya cálculos concretos de su impacto en este documento. Y que habrá que esperar a la presentación de los presupuestos para concretar su alcance.
Lo que se le viene a España
La economista jefa del Fondo Monetario Internacional, Gita Gopinath, define la recuperación ya en curso para buena parte del planeta como «un ascenso largo, desigual e incierto». El camino será más duro para unos que para otros. Y España no está del lado más cómodo. La economía se contraerá este año un 12,8%. Sin cambios desde el pasado junio pero 4,8 puntos porcentuales más de lo previsto en el mes de abril, según la última edición de las Perspectivas Económicas Mundiales (WEO).
Y para lograr una recperación sostenida en el tiempo, se requiere contar con empersas sólidas y prósperas, que puedan crear puestos de trabajo, para que se recupere el consumo y así se libere la sufientes energ´ñia financiera para retomar la ruta del crecimiento.
Algunos sectores -la mayoría- se contraerán este año y el próximo. Pecharlos más es ponerlos en un estado crítico. Los pocos que pueden crecer -como los de la economía digital- serán fundamentales para una recuperación económica. Castigarlos con más impuestos sería liquidar las pocas salidas a la crisis.
Y finalmente el consumidor. Las subidas del IVA le castigan directamente. Y los impuestos a las empresas y altas rentas le afectan de manera indirecta -pero severa- coartando sus esperanzas de recuperar o mantener sus puestos de trabajo.
Al final de todo, no es seguro que el Gobierno logre salvar sus cuentas para cubrir el déficit fiscal. Y si tiene éxito, el precio será muy alto. Quizás este no sea un buen momento para ir a contramarcha del resto de Europa.
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