Estados Unidos es hoy el primer país inversor en España con un stock de 43.000 millones de euros, lo que representa el 7% del PIB y el 17% de la inversión extranjera directa en nuestro país. Las empresas norteamericanas agrupadas en American Business Council confían en la economía española y demandan al tejido industrial una apuesta decidida por la innovación, la digitalización, el talento y la educación.
Punto de encuentro para generar riqueza
Fundado en 1988, el American Business Council (ABC) es una organización independiente que encarna única y exclusivamente los intereses de las empresas norteamericanas en España. Como asociación no tiene dependencia orgánica del Gobierno de EEUU ni de su embajada o la Cámara de Comercio, instituciones con las que mantiene magníficas relaciones y colabora habitualmente. En realidad, se trata de un selecto club en el que los líderes empresariales más decisivos comparten opiniones y experiencias con el objetivo de realizar un seguimiento de su actividad económica y de mejorar y afianzar su presencia en el país.
Con este fin, llevan a cabo reuniones periódicas y una cumbre anual que se erige en un encuentro al máximo nivel para el intercambio de ideas y proyectos. En un entorno empresarial solvente, esta plataforma expresa sus iniciativas en torno a la competitividad de España en un mercado global.
Inversiones estratégicas
En la actualidad, aproximadamente 1.200 empresas norteamericanas operan en España y consideran sus inversiones un factor estratégico, fundamental para el desarrollo del talento, generando empleo en sectores muy cualificados y financiando proyectos de innovación, desarrollo y formación. Más del 30% se localizan en Madrid, con un volumen total de puestos de trabajo cercano a los 100.000 empleos de un total de 300.000 en todo el país. Antes de la crisis, la inversión directa superaba los 3.000 millones de euros.
Sólo 53 directivos empresariales están integrados en el ABC, lo que refleja su exclusividad. Según su presidente, Miguel Carmelo, EEUU es hoy el principal país inversor en España, con un stock de más de 43.000 millones de euros, que representa el 17% de la inversión exterior directa en nuestro país y un 7% del PIB. “Los inversores norteamericanos, a pesar de la crisis, mantienen su confianza en el potencial de la economía española, con más de una treintena de proyectos, principalmente de empresas de alto nivel tecnológico”, apunta.
Los retos de la reindustrialización
Desde la perspectiva de las grandes corporaciones, algunos de los líderes empresariales más prestigiosos del ABC –como es el caso de Daniel Carreño, presidente y consejero delegado de General Electric España y Portugal; José Manuel Machado, presidente de Ford España-Iberia; Beatriz Faro, directora general de Pfizer; Helena Herrero, presidenta y directora general de HP Inc. Iberia y Marta Martínez, presidenta de IBM España, Portugal, Grecia e Israel– han coincidido en señalar que las multinacionales desempeñan un papel económico fundamental. Las grandes empresas son el pilar básico para la transferencia de conocimiento y embajadoras fuera de nuestras fronteras del buen hacer en España y del talento que existe en nuestro país.
Errores del pasado y desafíos del presente
Las empresas americanas sí apuestan por España. Para Miguel Carmelo, “el desafío más inmediato es la reindustrialización, la necesidad de contar con una industria fuerte y competitiva, que garantice que los errores pasados no vuelvan a repetirse y asegure una estabilidad económica sólida”.
No siempre ha sido así. En plena crisis, a principios de 2012, las multinacionales norteamericanas se plantaron. La Cámara de Comercio de EEUU exigió al Gobierno español una respuesta contundente a la situación económica del país para evitar una fuga de la inversión. Las medidas se planteaban en cuatro frentes: las administraciones públicas debían pagar sus deudas, atajar la piratería, cumplir las leyes y mejorar la imagen en el exterior de la marca país.
El aviso surtió efecto y España rectificó su política. Así lo reconoce García Margallo al afirmar que cuando pocos confiaban en España, las empresas norteamericanas lo hicieron. “La política exterior sólo será eficaz si se basa en dos anclajes como son la pertenencia a la Unión Europea y, por supuesto, en una buena relación transatlántica con EEUU”.
La salida del Reino Unido de la Unión Europea tras el Brexit y la negociación del tratado de libre comercio entre Estados Unidos y la UE (TTIP) condicionan un presente en el que las dificultas políticas pueden frenar las expectativas económicas.
En cualquier caso, la incertidumbre, la volatilidad de los mercados, las turbulencias políticas y el contagio financiero no son síntomas positivos para la economía, una fragilidad que repercutirá en la fortaleza de los mercados.
La revolución digital
La transformación digital de las empresas impulsada por las nuevas tecnologías, con el desarrollo de herramientas como el Big Data, el Cloud y el IoT (internet de las cosas), requiere un importante esfuerzo en un proceso en el que no sobrevivirá quien no apueste por el cambio.
La denominada cuarta revolución en el proceso de industrialización debe permitir superar barreras entre lo físico y lo virtual, donde es fundamental el factor de la personalización, con el objetivo de producir en función de lo que se entiende que es el cliente.
Financiación pública y reforma administrativa
En los últimos años, no sólo en España, sino también en el resto de países desarrollados, la industria ha perdido peso en favor de otros sectores que han sabido crecer en tiempos de crisis. La reindustrialización es una oportunidad que beneficiará a quienes sepan aprovecharla. Así lo ven otros dos líderes empresariales que participan en la cumbre del ABC: Cristina Garmendia, presidenta de la Fundación Cotec para la innovación, y Javier Vega de Seoane, presidente del Círculo de Empresarios. Ambos incidieron en el valor diferencial que aporta la industria a la economía española, un sector pionero en el desarrollo de procesos al competir de forma global. Según aseguró Garmendia, “la industria es la mejor palanca para integrar al sector primario y terciario”.
La empresa privada insta a la Administración pública a buscar fórmulas que vayan más allá de la financiación de proyectos para la reindustrialización. Aunque el apoyo público a la industria resulta fundamental, máxime cuando se acaba de salir de la peor crisis económica y se atisba débilmente la recuperación, el sector necesita una reforma que empiece en la educación, puesto que la disrupción tecnológica y la digitalización demandan nuevas aptitudes y capacidades que no se encuentran en la actualidad en el sistema educativo.
Perfiles que demanda el mercado laboral
Se trata de retener y potenciar el talento para que los demandantes de empleo tengan los nuevos perfiles y habilidades profesionales que requieren las empresas. En este empeño deben conjurarse todos los agentes políticos, económicos y sociales.
El reto consiste en adaptar la educación a las futuras necesidades, a empleos que están cambiando y que están ligados a tareas de valor. De ahí que sean necesarias personas con nuevas capacidades y surja la necesidad de buscar perfiles técnicos, una demanda que no encuentra suficiente oferta en el mercado laboral actual. Ante esta situación, la única solución posible es trabajar para revertirla y adaptar la realidad educativa a la laboral con el objetivo de que se conozcan las posibilidades reales de empleo. En esta línea, el mundo de la empresa debe implicarse mucho más en el ámbito educativo.
En definitiva, las empresas norteamericanas precisan un marco institucional estable tanto a nivel nacional como local, invertir en educación y talento y trabajar para generar crecimiento económico de manera que tenga su réplica en una generación de empleo de calidad.