La degradación del suelo y su eventual proceso de desertificación, es uno de los principales retos medioambientales que enfrenta España y, en general, la humanidad. Cada año más de 24.000 millones de toneladas de suelo fértil desaparecen y dos tercios de la Tierra están sometidos a un duro proceso de desertificación, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Estimaciones de la agencia anticipan que de no revertirse esta situación, las consecuencias del deterioro del terreno en la naturaleza y su biodiversidad podrían ser irreversibles.
Este proceso sostenido y que parece indetenible tiene impactos severos en la agricultura, en la seguridad alimentaria y en el equilibrio del medioambiente planetario. Uno de los ingredientes clave para un futuro #HambreCero es el suelo que está bajo nuestros pies. Aunque no lo parezca, el suelo está lleno de agua, nutrientes y microorganismos que son esenciales para producir los alimentos. Sin embargo, el suelo es un recurso finito: restaurar incluso unos pocos centímetros puede llevar hasta mil años.
En el mundo, el 52% del suelo se ha degradado y la FAO estima que ese porcentaje podría rodarse hasta el 90% para 2050. Esto provocaría una crisis alimentaria con secuelas humanitarias inimaginables.
Alrededor de 2 300 millones de personas en el mundo (29,3 %) se encontraban en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021. Esto es, unas 350 millones de personas más que antes de la pandemia, precisa la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Para esa fecha, unos 45 millones de niños menores de cinco años padecían emaciación. La forma más mortífera de malnutrición, que aumenta hasta 12 veces el riesgo de mortalidad infantil.
Preocupa la alta desertificación de España
La Unión Europea presentó en 2019 el Pacto Verde Europeo. Su objetivo es avanzar hacia una sociedad equitativa y próspera con una economía competitiva, climáticamente neutra y con una transición justa e integradora. Pero, el mal uso de las tierras y el cambio climático, van de la mano para frenar los nobles propósitos del pacto. Surge entonces la Estrategia de la UE sobre Biodiversidad para 2030 dirigido a asegurar la efectividad de compromiso sostenible del bloque.
Allí se reconoce el valor de proteger y recuperar los ecosistemas terrestres como uno de sus pilares fundamentales. Entre los compromisos que adquiere la UE está la lucha contra la desertificación. En ese sentido, coloca varias acciones de restauración de suelos degradados, en particular aquellos con más potencial de almacenar y capturar carbono.
Así como proteger la fertilidad del suelo, reducir la erosión y aumentar el contenido en materia orgánica. Aumentar la calidad, cantidad y resiliencia de los bosques, en particular ante los incendios, sequías, plagas y otras amenazas que se puedan aumentar por efecto del cambio climático. Y, recuperar los ecosistemas de agua dulce y las funciones naturales de los ríos limitando los volúmenes de extracción y embalse para lograr las condiciones de calidad exigidas por la Directiva Marco del Agua.
La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD) determinó que el 75% del territorio español lucha contra condiciones climáticas que conducen a la desertificación y España es la nación de Europa más amenazada por ese problema.
La degradación de la vegetación y de los suelos puede producir desertificación. Se llama así al proceso, inducido por el hombre, por el que un territorio que no posee ni el clima, ni la vegetación, ni los suelos propios de los desiertos, termina adquiriendo sus características.
Modelo de gestión ‘suicida’
Más de 9 millones de hectáreas en España ya están catalogadas como zonas con un riesgo alto o muy alto de desertificación, principalmente en el tercio sur y los dos archipiélagos. E incluso, WWF adelanta que los modelos climáticos predicen desafíos y cambios extremos aún mayores que harán cada vez más difícil garantizar suficiente agua. Y habrá zonas de la Península Ibérica que vivirán bajo estrés hídrico severo.
Las causas de esta grave situación son la sobreexplotación de acuíferos y el crecimiento insostenible del regadío. Y el abandono de tierra y la degradación del suelo están afectando a su fertilidad y capacidad para retener la humedad. Según la ONG, estos factores junto con la intensificación de los períodos de sequías extremos, como consecuencia del cambio climático, está afectando la disponibilidad de recursos naturales y la seguridad hídrica y alimentaria del país.
Señala WWF que “pese a la extrema vulnerabilidad frente a la sequía y del riesgo de desertificación, España ha apostado por un modelo de gestión ‘suicida’ que prioriza el agua para los cultivos de regadío intensivo e industrializados. El regadío se bebe el 80% de este recurso de sus cuencas, sin contar con el agua que se consume de forma ilegal”.
Uno de los ejemplos más graves es el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, epicentro del robo de agua en España. Tras décadas sobreexplotando su acuífero y degradando Daimiel, este humedal se ha convertido en un ejemplo de cómo el desierto avanza en la península. Imágenes aéreas muestran kilómetros y kilómetros de terreno sin agua, en un territorio que debería estar inundado y lleno de vida.
“Salvemos el Suelo” irrumpe en medio de la crisis
Estanislao Arana, director académico del Foro de la Economía del Agua, advierte que las comunidades de España con mayor riesgo significativo de desertificación son Canarias y Murcia, con cerca del 80% de su territorio en peligro. Les siguen Castilla-La Mancha, la Comunidad Valenciana y Andalucía, con más del 50%.
Ante esta situación que avanza y compromete parte del futuro de la humanidad, Sadhguru -yogui, místico y una de las personas más influyentes de nuestro tiempo- emprendió el año pasado una importante misión. Crear conciencia global sobre la crisis del suelo y convertirla en una agenda política que todos puedan entender. Lo hizo a través de «Salvemos el Suelo» (Save Soil), un movimiento mundial para hacer frente a la crisis del suelo, e inspirar cambios de políticas para la salud del suelo en 193 países.
A mediados de marzo 2022, Sadhguru emprendió un largo viaje durante 100 días en motocicleta que incluyó a 27 países en 30.000 kilómetros para crear conciencia sobre la degradación del suelo, explicó en entrevista a Cambio16. Desde la famosa Trafalgar Square, en el centro de Londres, hasta la India. Una distancia que es seis veces más larga que viajar de Londres a Delhi. La iniciativa “Salvemos el Suelo”, que ha inspirado a millones de personas en el mundo, ha recibido el mayor premio medioambiental de la India, el Indira Gandhi Paryavaran Puraskar, en 2010.
Y cuenta con el apoyo de líderes mundiales. Desde la conservacionista Jane Goodall, el Dalai Lama y el presidente interino del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab. El movimiento también ha sido apoyado por muchas personas famosas, celebridades, estrellas del deporte y expertos de diferentes campos.
Correcciones crueles
En España, el movimiento “Salvemos el Suelo” dirigido a frenar la desertificación y deterioro de los suelos, ha recibido el apoyo activo de destacados expertos. Entre ellos la profesora Rosa María Poch, presidenta del Panel Intergubernamental sobre Suelos y, el profesor Jorge Mataix Solera, presidente de la Sociedad Española de las Ciencias del Suelo.
“Debemos pasar de una gestión que se limite a utilizar el suelo a una gestión que tenga el suelo como enfoque principal. Para eso, la sociedad necesita tener un mejor conocimiento de qué son los suelos y qué hacen”, comentó Poch tras recalcar la necesidad de educar y concientizar a los agricultores y a todos aquellos que trabajan con la tierra.
La mitad del suelo del mundo ya está degradado debido a la deforestación y la urbanización incesantes, la contaminación industrial, el pastoreo excesivo y las prácticas agrícolas insostenibles. Esta pérdida amenaza la calidad y el suministro de alimentos, la seguridad hídrica y la biodiversidad. Aumenta las emisiones de carbono y los riesgos relacionados con el clima, y puede provocar la pérdida de medios de vida, conflictos y acentuar los altos niveles de migraciones. Un cambio en las prácticas agrícolas nunca ha sido más urgente.
Sadhguru sostiene que “si seguimos así, inevitablemente llegaremos a un punto en el cual la naturaleza hará las correcciones, y será muy cruel”.