España revalidó su título como campeón europeo de balonmano, tras derrotar a Croacia con un cerrado marcador de 22 a 20 en la final. De esta forma, la selección logra la clasificación directa a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Fue un partido de infarto, digno de una final. Ambas escuadras se emplearon a fondo en un ritmo trepidante. Una lucha feroz, pero la selección le puso un plus que siempre tienen los grandes: corazón.
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De esta manera, llegó el momento en qué el partido ya no se decidiría por estrategias ni tácticas, sino por el que encontrara una motivación extra en los momentos determinantes. Fue así como la balanza se inclinó del lado de España. Todos los jugadores se sacrificaron un poco más y el resultado llegó: campeones de Europa otra vez.
Duro comienzo
A la selección le costó el comienzo del partido. Los croatas marcaban el ritmo con una gran velocidad y una férrea defensa, mientras que las jugadas españolas eran predecibles y neutralizadas con facilidad.
Aunque el juego de España se tornó pasivo en ciertos tramos, la paciencia ha sido una de las virtudes de la selección en el torneo. De a poco los jugadores se fueron acoplando y comenzaron a realizar más jugadas colectivas. Fueron aumentando el ritmo. De esa forma, España remontó la pequeña ventaja que los croatas habían construido en el tramo inicial del encuentro.
Nueva táctica desestabilizadora
España mostró un nuevo elemento de su juego que desestabilizó la defensa balcánica. Aparecieron los ataques por los extremos, una táctica ausente en todo el campeonato, la ofensiva directa había funcionado a la perfección.
Asimismo, quedó claro que el ataque por los costados había sido entrenado como táctica y la utilizaron solo cuando la necesitaron. La velocidad por el lado izquierdo y derecho desconcertó a los croatas, que no tuvieron respuesta.
La lucha croata
El partido no fue fácil. El triunfo era para cualquiera de los equipos. Los croatas, apoyados por su afición, rompieron la defensa española y anotaron tres goles de ventaja que casi le valen para ganar el partido.
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De manera eficiente los croatas ponían límite físico en todas sus jugadas y con un ataque muy compacto pusieron en dificultades a los españoles.
Igualmente, España no encontraba espacio para moverse en la cancha ni había opción para imponer su ritmo, pero el entrenador Jordi Ribera decidió volver a sus orígenes y le dio indicaciones precisas a Jorge Maqueda, que utilizó su presencia y sus zarpazos para descerrajar la defensa rival. España logró la remontada.
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