No es fácil caminar sobre un techo de cristal. Eso parece que es lo que les toca hacer a los educadores franceses cada día. Mantener la visión seglar y culturalmente occidental de la educación en el país galo se ha vuelto un camino minado. Como si las amenazas y el asesinato de dos profesores de historia no hubiesen sido alarmante, recientemente a una profesora de arte la acusaron de racista por mostrar una imagen de un cuadro del siglo XVII. El islamismo en Francia pretende sacar el arte y la historia de las aulas.
En una lección de arte, una profesora mostró a sus estudiantes la obra “Diane y Acteon” del Cavalier d’Arpin (Giuseppe Cesari). Algunos estudiantes expresaron su incomodidad, mientras que otros desviaron la mirada ante la desnudez representada en la obra. Pronto, los rumores comenzaron a circular. Se decía que la intención de la profesora era provocar a los estudiantes, especialmente a los de fe musulmana. Algunos padres, alimentado por los rumores, la acusaron de racismo e islamofobia. No por cuestiones de decencia o moralidad, sino por prejuicios. Lo ocurrido atenta contra dos importantes valores franceses y de Occidente en general: la libertad creativa y la laicidad en el aula.
En Francia la libertad permitió a sus artistas explorar todos los temas y encontraron en la desnudez una fuente de inspiración. El desnudo ha sido un género artístico importante en la historia del arte francés. Ha sido utilizado por los artistas para explorar la forma humana y la expresión emocional.
Herida en el amor propio
Las artes francesas han tenido una importancia significativa a lo largo de la historia, con diversos movimientos que han dejado una huella perdurable. Desde el arte románico, renacentista, clasicismo, hasta el surrealismo, Francia ha sido cuna de innumerables expresiones artísticas que han influido a nivel mundial. Su rica historia, el desarrollo económico y el temprano respeto por el arte y la cultura han posicionado a Francia como un referente global en este ámbito. París, en particular, ha sido un punto de encuentro para los artistas del orbe. Por algo se ganó el nombre de «Ciudad Luz».
Bajo esa consigna, luego del Renacimiento la desnudez fue un motivo de inspiración artística. Especialmente en la pintura del siglo XIX siendo uno de sus iniciadores Gustave Moreau. Ha sido representado en los diversos géneros, como la pintura, la escultura, el cine y la fotografía.
Resulta difícil imaginar una clase sobre el arte francés sin que se muestre “La libertad guiando al pueblo” de Eugene Delacroix, el «Desnudo sentado» de François Boucher, “Desayuno en la hierba” de Édouard Manet, las «Dos bañistas» de William-Adolphe Bouguereau, la «Gran odalisca» deJean-Auguste-Dominique Ingres, la “Mujer ante un espejo”, Toulouse-Lautrec y un largo listado de obras consideradas patrimonios del arte mundial. Es como imaginar París sin sus museos.
Presión musulmana
Según el Pew Research Center (PRC), Francia tiene una población de 67 millones de habitantes. Se estima que unos 5 millones de franceses son musulmanes y otros 8 millones son “de origen árabe musulmán”. Son ciudadanos franceses administrativamente. Pero religiosa y culturalmente son musulmanes. Representa entre un 7 y un 8,5% de la población.
La “presión” musulmana y multicultural en las escuelas e institutos de Francia está creciendo de manera notable. El 57% de los jóvenes franceses de confesión musulmana considera que la Ley islámica “prevalece sobre las leyes del Estado”. Maestros y profesores se sienten presionados por el miedo o la inquietud ante las “presiones” de los alumnos y las familias francesas de confesión musulmana.
Hace unos años, un 36% de los maestros y profesores reconocieron que se autocensuran en la escuela para “evitar problemas”. A finales del 2021, un 49% de los maestros y profesores se autocensuraba sistemáticamente. En los suburbios de París y las grandes ciudades, la proporción es mucho más alta. Un 70% de los maestros y profesores de los suburbios parisinos afirman practicar la autocensura.
Maestros bajo amenaza
La preocupación entre los profesores por el creciente número de infracciones a las leyes laicas de Francia en las escuelas es palpable. En un clima de temor, autocensura y amenazas, para algunos educadores, la mera realización de sus deberes profesionales es una fuente de estrés.
El asesinato del profesor Samuel Paty en octubre de 2020 dejó una huella profunda en el sector educativo, que se enfrenta a menudo a ataques contra el laicismo y cuestionamientos a su autoridad. El crimen de Paty fue mostrar brevemente una caricatura del profeta Mahoma del semanario satírico Charlie Hebdo, considerada ofensiva, durante una clase sobre la libertad de expresión.
Pero el de Paty no es el único caso. Se han documentado varios ataques a docentes a lo largo de los años. Como el asesinato del profesor de literatura Dominique Bernard por un exalumno radicalizado. O el de otro profesor de Historia asesinado por un estudiante que le atacó con un cuchillo en el instituto donde trabajaba en el norte de Francia.
100 años de lucha
En esta ocasión, hubo reacciones notables. Agotados por un inicio de curso desafiante, marcado por un aumento significativo en el número de incidentes, los profesores optaron por detener su trabajo para proteger a su colega. A quien consideraban “difamada”. Un correo electrónico enviado a los padres para explicar este acto, aludía a una “situación particularmente difícil” en la escuela. “El malestar palpable, el incremento de los incidentes y el aumento de los casos de violencia caracterizan actualmente la vida cotidiana de nuestra escuela”, añadía, sin mencionar el incidente del arte.
Francia es el tercer país del mundo con la mayor población judía (después de Israel y Estados Unidos) y uno de los países occidentales con la mayor población musulmana. Por un lado, están los defensores de un laicismo estricto y riguroso que se asemeja a una “antirreligión de Estado”. Por otro lado, están aquellos que reivindican sus creencias religiosas musulmanas como un derecho básico. Denuncian el laicismo, heredero de la Ilustración, como una cobertura ideológica para la xenofobia, la estigmatización y la islamofobia.
Cien años atrás el laico Estado francés luchaba para limitar la influencia del catolicismo en las escuelas. Hoy en día, se trata de enfrentar el islam. La tarea de los docentes es explicar el concepto de laicidad. La separación entre el Estado y las diversas Iglesias, y el respeto a la libertad de conciencia. Esta labor se vuelve cada vez más desafiante y riesgosa.
Golpe al corazón
Los ataques han golpeado duramente a la escuela pública, que en pocos países mantiene un vínculo tan estrecho con la nación como en Francia. Como ha escrito el historiador Pierre Nora, “es un vínculo absoluto que une en línea recta la Revolución con la República, la República con la razón, la razón con la democracia, la democracia con la educación. Y que, paso a paso, hace que la instrucción primaria sea incluso la base de la identidad nacional”.
La ley de 1905, que estableció la separación de las Iglesias y el Estado, consagró el principio de laicidad en Francia. Más recientemente, la ley de 2004 prohibió el uso de símbolos religiosos ostentosos en las escuelas. Como el velo que algunas mujeres musulmanas usan para cubrirse el cabello o la kipá que algunos judíos usan para cubrirse la cabeza.
«En la escuela francesa, no se cuestiona la autoridad, se respeta. No se cuestiona el laicismo, se respeta. En la escuela francesa, no se aparta la vista delante de un cuadro, no se tapan los oídos en clase de música, no se lleva ropa religiosa. En resumen, en una escuela francesa no se cuestiona la autoridad del profesor ni la autoridad de nuestros valores”.
Gabriel Attal, ministro de Educación
Pero, la realidad en las aulas y pasillos de las escuelas francesas es más compleja. No es simplemente una cuestión de leyes. Trasciende los acalorados debates políticos y mediáticos. A menudo polarizados entre quienes advierten sobre una islamización creciente de los barrios y escuelas y aquellos que niegan el problema para denunciar la marginación de los musulmanes. En el centro, en la línea de fuego, están los maestros y profesores. Preocupados por la creciente influencia del islam en sus centros de trabajo. Lo que dificulta el abordaje de temas sensibles relacionados con la historia, la religión y la cultura. Como resultado, se autocensura para evitar conflictos o situaciones de riesgo.
Uberización de la fetua
Los profesores y maestros están amenazados por la “uberización de la fetua” y la escuela por la islamización de las aulas. Cualquier persona, a través de las redes sociales, puede convertirse en víctima de quien sienta que han ofendido real o imaginariamente sus creencias según el Corán. No es solo una cuestión de libertad de expresión. Se trata del uso de los medios de comunicación modernos para crear una amenaza generalizada.
Es evidente que todo docente en Francia sabe que puede ser agredido y hasta asesinado por lo que muestra o dice en clase. Poco importa que sea un hecho histórico, o una obra de arte universal. Basta que cualquiera le considere ofensivo. Caminan cada día sobre un techo de cristal. El arte universal no debe salir de las aulas. Ni “Diane y Acteon” del Cavalier d’Arpin, ni ninguna otra obra deben estar sujetas a veto por una religión. Ni ningún maestro debería recibir amenazas por hacer su trabajo: abrir las mentes de los jóvenes a las ideas, la tolerancia y la libertad. Menos en Francia.