Las desigualdades entre países ricos y pobres se han acentuado durante la pandemia en muchas aristas. Las vacunas y su distribución son dos de ellas. Los primeros ejercen su poder económico para adquirir mayor número de dosis; y los otros quedan en segundo o tercer plano pese al aumento indetenible de contagios y muertes. Se espera, en los próximos días, la aprobación de un proyecto que llevará a Estados Unidos a erigirse como dueño de una patente relacionada con la vacuna. Un descubrimiento de ingeniería molecular que fue crucial y determinante para el desarrollo de cinco de las principales vacunas contra la COVID-19.
El proyecto se emprendió hace unos cinco años y Estados Unidos podría ejercer el control sobre el uso del procedimiento de ingeniería molecular.
Por los momentos, las naciones más aventajadas por su solidez económica y por financiar las investigaciones y en ensayos científicos de sus laboratorios, tienen mucho que ganar. De hecho, los habitantes de los países ricos y de ingresos medios han recibido cerca del 90% de los casi 400 millones de vacunas entregadas hasta ahora. El resto de países están a la espera de ayudas, de exoneración de pagos y de la solidaridad. Algunos piensan que será en 2022 y en años siguientes cuando reciban las dosis.
Naciones Unidas, FAO, OMS, Amnistía Internacional, Global Justice Now y Oxfam y otras organizaciones piden que prive la equidad en el reparto. Exigen además, que los gobiernos occidentales utilicen facultades para forzar a las empresas a compartir su conocimiento y experiencia, publicar las fórmulas de las vacunas y redoblar su fabricación. Los defensores de la salud pública le piden al gobierno de Joe Biden que use la patente para facilitar el acceso a la vacuna.
Países ricos acaparan las vacunas
Los países ricos, que representan el 14% de la población mundial, llevan la delantera y se han apresurado a comprar hasta el 53% de las vacunas. Han adquirido dosis suficientes para inmunizar casi tres veces su población antes del final de 2021. Canadá va más allá. Encabeza la lista de países que dispondrá de esos fármacos, si fuera el caso, hasta para vacunar cinco veces a cada ciudadano.
Entretanto, datos recopilados por la Universidad de Duke, UNICEF y Airfinity observan una zanja profunda entre los países pobres y los ricos en la adquisición de vacunas. “Los países de altos ingresos se pusieron al frente de la fila y vaciaron los estantes”, comentó Andrea Taylor, una investigadora de Duke.
Peor aún. Una experiencia ingrata antecede a esta terrible crisis sanitaria. En 1998 África se vio azotada por la epidemia de VIH. Varios gobiernos del continente estaban pidiendo retirar las patentes de las farmacéuticas para poder obtener las medicinas que podían tratar el sida y evitar muertes. Los países donde están asentados los laboratorios que producían esos fármacos, se negaron. Al final, los costosos medicamentos antirretrovirales tardaron 10 años en llegar a los países de bajos ingresos a un precio accesible para todos. Una gran injusticia. Desde 1996 estaban disponibles en los países desarrollados. ¿Los gobiernos se han sensibilizado? ¿Será distinto ahora?
Mezquindad, derechos y geopolítica
Joe Biden y Ursula von der Leyen, la presidenta del órgano ejecutivo de la Unión Europea, son reacios a cambiar el curso de las cosas. Biden prometió ayudar a una empresa de la India a producir cerca de 1.000 millones de dosis para fines de 2022, y su gobierno donó miles dosis a México y Canadá. Pero dejó bien en claro que tiene puesta su atención en Estados Unidos Empezaremos por asegurarnos de que los estadounidenses sean atendidos primero. Después intentaremos ayudar al resto del mundo”, dijo Biden recientemente.
Presionar a las empresas a compartir las patentes lo han pedido muchos organismos mundiales. Pero algunos creen que podría ser visto como una manera de socavar la innovación y los esfuerzos de sus científicos por dar con las vacunas en tiempo récord y con calidad.
Mientras los países ricos discurren el curso que seguirá la vacuna, la India y Sudáfrica acudieron a la Organización Mundial del Comercio para intentar recusar las restricciones de patentes para estos fármacos. «El acceso a las vacunas es el desafío más importante al que se enfrenta la comunidad internacional. Casi como una nueva ‘carrera armamentística'», según el centro de análisis estadounidense Soufan.
Para potencias como China y Rusia, la carta del prestigio se juega en los países más pobres, donde se han impuesto como los proveedores de este escaso «bien público mundial». A la par, Estados Unidos y la Unión Europea, reservan las dosis de vacunas para su población.
Rusia y China adoptaron una diplomacia de la vacuna y prometieron llenar el vacío. Unicef y la empresa de análisis de datos científicos Airfinity informaron que el Instituto Gamaleya de Moscú firmó acuerdos con productores desde Kazajistán hasta Corea del Sur. Los productores de vacunas chinos sellaron acuerdos similares en los Emiratos Árabes Unidos, Indonesia y Brasil.
Principio bioético de la justicia
En este reparto de vacunas entre los países ricos y los pobres sale a flote la bioética. Si la salud puede servir para especular o acaparar el producto en medio de una pandemia. En un artículo publicado en The Conversation se señala el principio de la justicia dentro de la bioética. Este punto ha estado en entredicho al momento de elegir qué paciente va a la UCI y a cuál se da prioridad o no.
La crisis ha desvelado muchas costuras que ponen cara a cara el deber ser y la práctica. Este principio, frecuentemente olvidado, exige que el acceso a cualquier tratamiento sea equitativo, sin restricciones ni discriminaciones.
“Las empresas que desarrollen estas terapias querrán recuperar la inversión realizada y obtener beneficios. Es posible que el precio de venta que se fije no sea asumible por todos los sistemas de salud de todos los países. O, por los individuos en aquellos países en los que la sanidad pública no cubra estos gastos. Entonces nos enfrentaríamos a un dilema ético importante que habría que resolver: la legitimidad de obtener beneficio por la vacuna frente a la obligación de que esta pueda llegar a todo el que la necesite”, señala la publicación.
Está en juego no solo la supremacía de los países ricos en la producción y distribución de la vacunas, sino las vidas de millones de personas.
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