Entre todos los pensadores y escritores del Renacimiento, Erasmo fue de los primeros europeos que encarnó la reflexión crítica de la intocable Iglesia Católica. Se destacó por su impecable postura frente a los extremos.
Traté de saber si Erasmo de Rotterdam era de aquel partido. Pero cierto comerciante me respondió: ‘Erasmo est home pro se’ (Erasmo es hombre aparte)
Epístola Obscurorum Virorum 1515
Erasmo no nació para la guerra, el hombre espiritual no debe inscribirse en un partido, su reino es el de la justicia, que, en todas partes, está por encima de toda discusión.
Stefan Zweig
Para el hombre dichoso todos los países son su patria.
Erasmo de Rotterdam
Hasta el siglo XV, Europa dormía bajo el manto de la Iglesia católica y le era extraño todo deseo de verdad por medio del saber y las ciencias. La inquietud, no obstante, comenzó a sacudir el alma de Occidente y a aupar la reflexión y las ideas de científicos, artistas, intelectuales, sacerdotes y exploradores.
Empezaron a levantarse las cabezas que se mantenían postradas y comenzaron con los audaces navegantes de desconocidos mares –Colón, Magallanes y Pizarro–, a preguntarse también sobre verdades eternas. Surgía una nueva estirpe de conquistadores espirituales que se lanzan temerariamente al infinito.
La potencia religiosa encerrada en un viejo dogma salta como un elixir desparramado de una antigua botella que embriaga los concilios de sacerdotes y llega hasta lo más profundo del pueblo.
Erasmo de Rotterdam, entre todos los pensadores y escritores del Renacimiento, fue uno de los primeros europeos que encarnó la reflexión crítica de la intocable Iglesia Católica y se destacó por su impecable postura frente a los extremos y principal teorizador literario del pacifismo. Rechazaba todo exceso, amó las cosas bellas que hoy son comunes y queridas a los promotores del humanismo contemporáneo: Amó la poesía, la filosofía, las obras de arte y los libros, de los que hizo un lema personal: Cuando tengo un poco de dinero, me compro un libro; si sobra, compro ropa y comida.
Sin hacer diferencias entre las creaciones de la humanidad, a todas las abrazó con ardorosa pasión, con el único propósito de lograr una alta civilización. Una sola cosa odió Erasmo con sentida vehemencia, como opuesta a la razón: el fanatismo.
Los radicales del protestantismo mantendrán con Erasmo, a lo largo de la gestación de la Reforma, diferencias de estilo irreconciliables. Erasmo fue el inspirador de la reforma de Lutero, con sus críticas reflexivas, como bien lo expresaran los jerarcas de la iglesia: Erasmo puso los huevos que empolló Lutero y ese hecho tendrá consecuencias de las que Lutero, en su espíritu de indomable y diestro guerrero, tratará de sacar provecho.
Retrato con Stefan Zweig
Stefan Zweig lo retrata en cuerpo y alma para la posteridad en la biografía que le escribió y nos permite acercarnos al personaje y comprender sus posturas ambiguas ante los radicalismos de Martín Lutero y Calvino, los líderes más apasionados de la Reforma.
En un sentido estricto, no se puede considerar a Erasmo un pensador de espíritu profundo; no pertenecía a los que piensan las cosas hasta el fin, a los reformadores que dotan al mundo de un nuevo sistema espiritual. Comprender, y cada vez comprender mejor, era el verdadero placer de este noble genio.
Las verdades de Erasmo son claridad. De espíritu extraordinariamente amplio, no era un pensador profundo. Pensaba recta, clara y libremente en el sentido de Voltaire. Le repugnaba lo embrollado, el confuso misticismo y toda exageración metafísica. Le repelían orgánicamente.
Para Zweig, al igual que Goethe, nada odiaba tanto Erasmo como lo nebuloso. Jamás se inclinó sobre el abismo de Pascal. No conocía la conmoción anímica de un Lutero, un Loyola o un Dostoievski, crisis misteriosamente emparentadas con la locura y la muerte.
Nace Erasmo de Rotterdam
Por más oscuros que sean los orígenes del ser humano, la luciérnaga que trae en el alma cada ser pone desde bien temprano los matices más intensos de luz y sombra ; si es apasionada y tenaz, antes de que comience a apagarse, el sol saldrá a desplegarse con ganas de iluminar desde el crepúsculo para que la hembra se fije en él.
A Erasmo de Rotterdam –filósofo humanista, filólogo y teólogo cristiano– no le gustaba hablar de sus antepasados, por más de una razón. Nació el 28 de octubre de 1466. No bastó el estigma de no haber sido deseado. Era el hijo bastardo de un sacerdote de Gouda de nombre Gerardo y su servidora Margaretha Rogerius (Rutgers). A pesar de las condiciones adversas en las que vino al mundo, su talento, ingenio y audacia las volvieron a su favor.
Desde los nueve años comenzó a trabajar, con inteligencia de adelantado, su libertad, su independencia y su autonomía. Fue internado en la escuela Deventer de los Hermanos de la vida común, una comunidad religiosa que rechazaba pedir limosna como los mendicantes y buscaba su modo de vida en la transcripción de copias y edición de manuscritos.
Ahí entró en contacto con el movimiento espiritual de la Devotio Moderna, una corriente católica humanista nacida a finales del siglo XIV en Renania y los Países Bajos, de actitud mucho más individual hacia las creencias y la religión. En Deventer aprendió latín y algo de griego mediante los eficaces métodos de su maestro y humanista Alexander Hegius von Heek.
Los rasgos de un carácter
En 1487 entra en el monasterio de Emmaus de Steyn (cerca de Gouda) de los Canónigos regulares de San Agustín. No lo guiaba una genuina vocación religiosa sino que ahí se encontraba la mejor biblioteca del país. En 1488 inicia la formación religiosa y en 1492 lo ordenado sacerdote el obispo de Utrech.
Según Stefan Zweig, no existe prueba alguna de que en los años conventuales haya luchado con deseo ardiente por la palma de la piedad; por su correspondencia, se sabe que se ocupaba principalmente de las bellas artes. La literatura latina y la pintura eran su capital preocupación.
Vayamos más adentro. Si algo define a Erasmo es la manera como concibe su libertad personal. Toda su vida, a fuerza de un riguroso sacrificio personal, tratar de hacerla, en su sentido más lato, la bandera de su carácter. No quiere ligarse ni depender de nadie, siempre se las ingenia para mantenerse en el camino que él elige para ser auténticamente libre.
Durante el reinado de Enrique VIII, hizo una corta pasantía como profesor de Teología en Cambridge. El Queen College de Londres le ofrece ser de por vida profesor en ciencias sagradas de la realeza inglesa, a lo que también renuncia. En Italia le ofrecen honores similares que rechaza. Afirma que con lo que gana en los trabajos de imprenta es suficiente.
Podemos afirmar, acompañando los juicios de alguno de sus biógrafos, que los rasgos principales de su carácter son la libertad plena para decidir, la independencia total para vivir y la autonomía intelectual para ser.
Siempre elige su propio camino
En palabras de Zweig, Erasmo no quería ligarse a nada ni a nadie. No quiere –y esto transmite una sensación maravillosa en todo iniciado– sentir la obligación de servir a nada ni a nadie. No desea servir a ningún príncipe, a ningún señor, ni siquiera al servicio divino.
Por un íntimo instinto superior de independencia, su naturaleza tiene que permanecer libre y no sometida a nadie; íntimamente, jamás reconoció ningún superior, tampoco fue obediente a ninguna corte, ni se sintió obligado con ninguna universidad, profesión ni ciudad. Al igual que con su libertad espiritual, lo hizo con su libertad moral, que defendió con perseverante tenacidad.
A este rasgo distintivo de su carácter está unido orgánicamente el sentido de independencia; pero lejos de ser un revoltoso, un desadaptado o un rebelde, evita toda infructuosa confrontación con los poderes y los poderosos. Prefiere negociar a rebelarse, le gusta más atraer con inteligencia y persuadir para lograr su independencia que combatir por ella.
Es demasiado prudente para ser un héroe. A diferencia de Lutero, que arroja con desdén su capilla de agustino porque le aprieta el alma, Erasmo se la quita suavemente y la deja caer después de haber conseguido soterradamente el permiso para hacerlo.
Librepensador, activo no contemplativo
Libertad para pensar, independencia para decidir y autonomía para ser serán el paradigma para las generaciones que buscan y trabajan por el desarrollo humano y la realización humanista del ser, para ser libres de tutelas paralizantes que estancan, de la envidia que marchita el alma, del resentimiento de otros y del sentimiento de venganza.
Después de su ordenación, a los 26 años, se las arregla para librarse del claustro y obtener el permiso de sus superiores para trabajar como secretario latino del obispo de Cambrai, Enrique de Bergen, del que aprende mucho del buen vivir y a compartir socialmente; de la forma de relacionarse con pensadores, sabios y hombres de letras. También estudia los clásicos latinos y eclesiásticos.
Gracias a su buen desempeño, en 1495 consigue una beca para estudiar teología en la Universidad de París, donde está en auge el Renacimiento. Conoce al asceta Juan Momber y a uno de los primeros humanistas de París, Robert Gaguin. Es el inicio de Erasmo como librepensador. Luego de la experiencia en París, no volverá a la vida monástica hasta 1517, cuando la iglesia regulariza su situación.
Erasmo consideraba que monachatus non est pietas” es decir, que la vida contemplativa de los monjes carecía de valor religioso; que la espiritualidad debería realizarse a través de las virtudes en la vida activa. Con ese ideal, en 1503 hizo imprimir para la gente común (laicos) su Enchiridion militis Christiani (Manual del caballero de Cristo), donde exponía la vacuidad de los ritos vacíos y dar más atención a la letra de la ley que a su intención; que de nada sirven los ayunos, obras o penitencias si no provienen de la verdadera caridad. Su perfil religioso aúna desdén por todo formalismo, rechazo de la superstición, defensa de una religiosidad “en espíritu”, vuelta a la simplicidad del cristianismo primitivo, conversión interior, crítica a particulares aspectos de la tradición eclesiástica.
Inglaterra, un momento estelar
Viaja a Inglaterra entre 1499 y 1500, donde vivirá un momento estelar de su formación. Conoce a John Colet (1467-1519), quien dictaba en Oxford una conferencia magistral sobre la vida de san Pablo. Colet le dejó una profunda huella intelectual. Una larga conversación sobre el modo de hacer una lectura realmente histórica de la Biblia, le impactó tanto y le generó tanta admiración por el decano de la Catedral de San Pablo, que Erasmo que no aceptaba otro maestro y le concedió el título de Praeceptor Unicus (el único maestro).
Inglaterra le seduce por muchas otras razones. Allí concibe su primera obra importante, Adagios, con la colaboración de Publio Fausto Andrelini. La primera edición de 690 refranes y moralejas de la antigua Grecia y Roma, con algunos comentarios sobre sus orígenes y significados, tuvo un gran éxito. Erasmo siguió trabajando en los Adagios hasta completar 3.400 en 1521. A la hora de su muerte había recopilado 4.500 y se habían publicado 60 ediciones.
Muchas de esas fases son parte de la memoria colectiva de Occidente: Mejor es prevenir que curar; En el país de los ciegos, el tuerto es el rey; La guerra es bella solo para quien no participa en ella; Un solo crimen convierte en un maldito; millares, en un héroe; La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa; Reírse de todo es propio de tontos, pero no reírse de nada es de estúpidos.
En Inglaterra también cultivará sus amigos más caros hasta el final de sus días: Tomás Moro, humanista enfrentado a Lutero y a la Reforma; Thomas Linacre (1460-1524), erudito humanista, uno de sus profesores, y John Fisher (1469-1535), obispo y cardenal inglés, férreo opositor a la ruptura de la iglesia de Inglaterra con la católica, lo que terminó costándole la vida.
En Cambridge, fue profesor de Teología por muy corto tiempo. Su inquietud y curiosidad por conocer, viajar y no sentirse atado a ninguna obligación rutinaria, le hace abandonar para irse a Italia.
En Roma, sus amigos lo llevan a una corrida de toros, y manifiesta su irritación por tanta barbarie. No encuentra ningún placer en tan sangrientos juegos. Busca ante todo la higiene en un medio de manifiesto descuido corporal. En aquel ambiente bárbaro, intenta asegurarse la mínima higiene que pone como artista en su estilo y su trabajo.
Erasmo en todas sus facultades físicas y mentales
Erasmo fue el estilista de los tiempos nuevos. Sabía señalar con delicadeza y tacto y pasar por el fino olfato de la censura eclesiástica algunas heréticas verdades con cinismo y habilidad. Por una décima parte de lo expuesto subliminalmente por Erasmo con distinguida audacia, muchos otros fueron llevados a los suplicios y a la hoguera.
Con su ingenio pudo deslizar en los conventos y las cortes de los príncipes, toda la materia explosiva de la Reforma. Se burlaba de los poderes mundanos y espirituales, y por eso era mucho más peligroso que los ataques directos e iracundos, como los lanzados después por los partidarios radicales de la Reforma. Erasmo –para Zweig– llega a ser un poder en Europa, al igual que otros poderes.
Su semblante es uno de los más resueltamente expresivos, según Lavater, el padre de la fisiognomía. Pocos pensadores fueron tan retratados por los pintores de la época como Erasmo. Por Hans Holbein en seis oportunidades, dos veces a Durero y una a Quentin Massys.
Vuelta a Inglaterra y Elogio a la locura
Amaba a los libros más que a las mujeres. Cuando las imprentas daban sus primeros pasos, para Erasmo era una verdadera dicha presenciar el momento en que se imprimían los libros. Solo entre los muros de sus libros se consideraba seguro.
Sentía temor horrible a la peste. Apenas se entera de que está próxima huye a otra ciudad. Siente miedo al oír hablar de Marte, el Dios de la guerra, y un verdadero pánico al escuchar la palabra ‘muerte’.
Zweig logra componer una frase sencillamente reveladora para ilustrar su regreso a Inglaterra: En este país Erasmo de Rotterdam se curó de la Edad Media.
Su retorno no lo convierte en un inglés. Su vida estará ahora indistintamente ligada a condición de ciudadano del mundo, donde domina el libro y la palabra, la «elocuentia et erudito», allí, desde ahora, está su patria.
Hacia 1509, después de atravesar los Alpes a su regreso de Italia, escribe Elogio a la locura, publicado en 1511, después de haber visto la decadencia de la iglesia católica; a los obispos viviendo en el lujo y la licencia, en lugar de la apostólica pobreza; presenciado el criminal furor bélico de los príncipes de aquel país destrozado; la arrogancia de los poderosos y el espantable empobrecimiento de los pueblos.
Al llegar a Inglaterra, donde se sentía libre y confortable en la casa de campo de su amigo Tomás Moro, escribe una sátira contra todos los grupos de poder, dedicada a su amigo y apenas para ser comentada en su círculo. Pero llega a tener toda la resonancia que, al igual que el Cándido de Voltaire, se convertirá en un clásico que recibirá mucha más acogida e interés en el público, que el resto de toda su obra.
La educación y el autoritarismo
En un contexto convulsionado por la lucha entre tradición medieval y escolástica y las nuevas ideas que apuntan al humanismo, Erasmo parece querer convencer al mundo mediante la sátira elegante e inteligente, de que la insensatez, la estulticia y la locura son el origen de todas las bondades, deleites y diversiones que el ser humano disfruta. Un alegato contra los poderosos de la sociedad de su tiempo. Fue considerado una provocación, por el sarcasmo y la lucidez con la que fue escrito.
El encanto de la verdad es visible para Erasmo, especialmente en la infancia. El comportamiento disparatado de los niños, sus preguntas impertinentes, nos mueven a risa y nos provocan ternura. Distinta a la seriedad, la pose, el acartonamiento adulto que resulta de la desvitalización que anuncia la muerte. Un racionalismo separado del cuerpo, invita a una deconstrucción infinita, a la invisibilización de los hechos que hacen la vida alegre y duradera.
Erasmo estaba convencido, al igual que todos los que simpatizaban con sus ideas, que era posible el progreso de la humanidad por medio de la ilustración y la educación, tanto individual como social, mediante la difusión masiva de la cultura, los escritos y los libros. Todos deseaban ser ciudadanos del mundo en este imperio de la cultura: emperadores, papas, príncipes, sacerdotes, artistas y hombres de Estado, mancebos y mujeres rivalizaban y competían en las artes y la ciencia.
Luchador vehemente contra toda cárcel espiritual
No es de extrañar que Erasmo sintiera predilección por una educación libre, sin dogmas y universal, que odiara el fanatismo, los extremos, y fuera partidario de la reforma pacífica de la Iglesia católica, y que entre sus banderas tuviera como prioridad una lucha vehemente contra toda cárcel espiritual e intelectual. Será su distinción, la marca de carácter, la solemnidad de su postura cuando se le apremie por un pronunciamiento a favor de la Reforma al estilo luterano y calvinista.
Su lucha será contra el autoritarismo dogmático que somete y obliga a tomar partido, como pretenden nuestros padres desde la casa con su estilo de vida y sus creencias. Pero acontece igual con los maestros y los profesores que inducen a escoger el tema en la tutoría para repetirse ellos y pretender que sigamos sus pasos. Por eso todos pasan la vida imitando un modelo que se escoge para producirnos en serie, como si fuéramos salchichas.
Allí sigue radicando el principal problema después de más de 500 años, nuestra educación sirve para todo menos para ayudarnos a pensar como lo declaró Octavio Paz. La educación debe ser para liberarnos, no para hacernos esclavos de autoritarismos dogmáticos. Por eso, muchos se preguntan en qué momento, Erasmo tomó conciencia de que toda educación formal es una forma de sometimiento y que así como se enseña se debe criticar, sin condicionamientos ni persecuciones.
Dos temperamentos, dos estilos, dos humanos
Erasmo de Rotterdam y Martín Lutero no se conocieron personalmente, pero lidiaron muchas batallas epistolares y ensayísticas aunque ambos tenían el mismo diagnóstico: la iglesia corría peligro de muerte, que perece internamente por sus venalidades. Pero mientras Erasmo prescribe un prolongado y sistemático tratamiento, un proceso cuidadoso y progresivo de purificación de la sangre, Lutero se lanza a practicar una extirpación sangrienta que provocar una incontenible hemorragia.
Al principio ambos quieren las mismas cosas, pero sus temperamentos los quieren de diferentes maneras. Erasmo confiesa: Todo lo que exige Lutero lo he enseñado yo, solo que no con tanta violencia, ni con el lenguaje que buscando siempre los extremos. Y Lutero lo confirma: Devoro como un bohemio y me emborracho como un alemán. Paradójicamente, para Lutero lo más importante era lo religioso, para Erasmo lo humano.
Stefan Zweig dibuja un muy vistoso cuadro comparativo de los dos temperamentos:
Rara vez el destino del mundo ha producido dos criaturas humanas en tan perfecto contraste por su carácter y personalidad física. Por su carne y por su sangre, por su norma y su forma, por su exposición espiritual y su posición vital, por lo externo del cuerpo como por su nervio más íntimo, pertenecen, por así decirlo, a diversas y hostiles razas de carácter: tolerancia frente a fanatismo, cultura frente a fuerza primitiva, ciudadanía universal contra nacionalismo, evolución frente a revolución.
El más fanático y el más antipático
Martín Lutero es la puerta por donde se abre paso todo alemán, la parte más primitiva de la cultura alemana protestante y rebelde frente a la conciencia del mundo. Al entrar la nación en las ideas de Lutero, también y al mismo tiempo, entra él en la historia de su nación.
Las habilidades parten de Lutero, dice Zweig. De todos los hombres geniales que ha sostenido la tierra, acaso haya sido Lutero el más fanático, el menos capaz de ilustrar, el menos acomodable y el más antipático:
Lutero era y seguirá siendo, el tiempo que duró su vida, una naturaleza combativa, un pendenciero nato con Dios, con los hombres, con el diablo.
Erasmo, por el contrario, un hombre de temperamento apacible, nunca estuvo preparado para combatir; solo podía defenderse simulando, como esos animalitos que para protegerse cambian de color o se hacen los muertos. Solo detrás de la fortaleza de los libros se siente confiado y seguro.
Cuando llega la hora decisiva de la confrontación entre los dos bandos, cercado y apremiado por un pronunciamiento por parte de la Iglesia y de los príncipes, fiel a sí mismo, considera equivocadas las dos posiciones. Tal indefinición le cuesta el desprecio y el cuestionamiento de los partidarios de unos y de otros. Se popularizó la expresión: Erasmo de Rotterdam puso los huevos que empolló Lutero. A lo que Erasmo contestaría: Sí, pero no sabía qué clase de pollo darían.
Epílogo
La fuente inicial de inspiración de Lutero fue la traducción que Erasmo hizo del Nuevo Testamento en 1516 y que utilizó hasta el final de sus días. La devoción de Lutero por esta versión desató un torbellino de lectores. Puso el Nuevo Testamento al alcance de la gente que no sabía leer en latín. Sus seguidores se propagarían por toda Europa un año después de la traducción de Erasmo al griego del Nuevo Testamento. Estas dos traducciones serán vitales en los inicios de la Reforma, que terminó en el gran cisma de la Iglesia católica.
En 1522 Lutero traduce el Nuevo Testamento al alemán y será la base de la primera traducción al inglés por William Tyndale en 1526. En 1524, Erasmo en respuesta a las exageraciones doctrinales de Lutero escribe Discusión sobre el libre albedrio, libro que Lutero responde con otro titulado Sobre la libertad esclava.
Erasmo paso los últimos años de su vida acosado por la crítica feroz de católicos y reformadores. Fue triste y doloroso recibir amargas acusaciones de amigos que quiso y respetó a lo largo de su vida, pero que nunca le perdonaron su libertad, su independencia y autonomía. Los enemigos aumentan y los amigos desaparecen, se le oyó lamentarse en soledad, para quien el trato humano espiritual fue la mayor belleza y la mayor dicha de la vida.
Apenas el gran prosista francés, François Rabelais –pedagogo, médico y humanista– autor de Gargantúa y Pantagruel, levantará su voz en solitario contra el tumulto acusador, en la aurora de su gloria juvenil para saludar al crepúsculo de su moribundo maestro:
Todo lo que soy y lo que valgo lo he recibido únicamente de ti, y, si yo no quisiera reconocer esto sería el ser humano más desagradecido de todos los tiempos. Te saludo, y otra vez te saludo, padre amado, y honor de la patria y espíritu protector de las artes, invencible combatiente por la verdad.