Una bella ancianidad es, generalmente, recompensa de una bella vida
Pitágoras
Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejo amigo en quien confiar, y viejos autores para leer
Sir Francis Bacon
Saber envejecer es la mayor de las sabidurías y uno de los más difíciles capítulos del arte de vivir
Henri-Frédéric Amiel
Cada ser humano que viene al mundo, de mutuo acuerdo, debería ser un proyecto esperanza. Un niño venturoso desde que recibe la palmada inicial, emite el llanto primogénito y le ponen un nombre. Un ciudadano que tiene la garantía de que aquí, desde el comienzo, durante su crecimiento y cuando pasen los años, allá lejos, en su última fase, él, satisfecho de haber cumplido con mística su función laboral, en los últimos años de su existencia se sentirá complacido de la vida que vivió.
Confiado y muy seguro de que se marcha de una estación a otra para un placentero viaje, como el que tenemos cuando soñamos plácidamente después de una gran fiesta donde bailamos, comimos, bebimos, inventamos, compartimos fraternalmente y sonreímos hasta quedar exhaustos y, por ello, aceptamos un nuevo cielo.
Vejez activa y saludable
La juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza. Cualquier persona que mantiene la capacidad de ver la belleza no envejece nunca
Franz Kafka
Hablar de viejos activos y saludables es hablar de seres humanos que tienen planes y continúan vivos, con aspiraciones y sentires. Por el contrario, la vejez pasiva y limitada es nostalgia por el pasado y connota relación con algo disfuncional o desgastado para su uso. El anciano activo lucha como un guerrero lo que le queda de vida. El viejo pasivo sufre lo que le falta hasta la muerte.
El viejo activo lleva una vida dinámica, llena de proyectos y plena de esperanzas. Para él, el tiempo pasa muy rápido, y la ancianidad nunca llega. El viejo pasivo y limitado generalmente encarna dependencia y crea a la familia problemas a veces insolubles; el activo se los salta y termina como un buen vikingo abrazado a su espada, enterrado de acuerdo con su propio ritual.
La escritora francesa Marguerite Yourcenar nos da testimonio de esa vejez activa y saludable cuando le confiesa a su amiga Jeanne Carayon, correctora de pruebas de la Editorial Gallimard:
Me atrevería a decirle que no pienso tanto en la vejez. No me sentía particularmente joven hace cincuenta años –cuando tenía veinte me gustaba mucho la compañía de gente mayor– y no me siento vieja hoy. Mi edad cambia y siempre ha cambiado de hora en hora. En los momentos de cansancio tengo diez siglos; en otros en que trabajo tengo cuarenta; en el jardín, cuando juego con mi perro, me da la impresión de que tengo cuatro.
Un viejo activo, siguiendo a Elías Canetti, se hace resistente a la muerte y pelea hasta el final y la mejor forma de defenderse es usando toda la energía que producimos, individual y socialmente, para hacer el bien y crear condiciones, como en una carrera de postas, que ayuden a prolongar la vida a los otros que nos siguen y a los que vendrán después.
Vejez pasiva y limitada
Un testimonio de vejez pasiva lo expresó el filósofo español Baltasar Gracián en su época, con la siguiente pesimista expresión: A los 20 años un hombre es un pavo real; a los 30 un león; a los 40 un camello; a los 50 una serpiente; a los 60 un perro; a los 70 un mono; a los 80 nada. Este filósofo ve la vida en reversa, ve al pavo real convertido en un gracioso mandril que hace reír o da miedo y que espera la muerte o la nada. Baltasar Gracián, en el ocaso de la vida, se siente vencido como el gran actor italiano Marcello Mastroianni, que decía: La vejez es una condena sin derecho a la defensa.
Hablar de la vejez activa y saludable es, en primer término, advertir cómo llegar a ella con condiciones básicas que hagan sentir digno el hecho de habernos acompañado: atención, cuidados y amor de familiares y amigos, balanceada alimentación, una asistencia médica permanente que le garantice buena salud, calidad de vida, orientaciones y enseñanzas, para el que lo requiera, de utilización del tiempo útil de vida y lo mucho o poco de ocio que le sea dado por cuenta propia.
El envejecimiento no es solamente un hecho biológico, es un proceso dinámico de la vida que desborda ese campo y tiene implicaciones de carácter psicosocial, económico y socio cultural. Mediante la formulación de algunas teorías que abordan la actividad social, la imagen y el rol social de las personas, estudiaremos algunas de las teorías más relevantes en el plano cultural.
Qué es el envejecimiento
Todos los estetas, al igual que Marcel Proust, deberían morir jóvenes. Es muy triste contemplar cómo se vence el hueso, languidece el músculo y cesa la lozanía.
Pero comencemos por definir el envejecimiento como el conjunto de modificaciones morfológicas y fisiológicas que operan, paulatina y gradualmente, por la acción del tiempo sobre los seres vivos, y resulta de respuestas que se llevan a cabo a todos los niveles (molecular, celular y orgánico). Está caracterizado por ser universal, irreversible, heterogéneo e individual, intrínseco y letal; es modelado por factores tanto genéticos como ambientales y se manifiesta de forma distinta entre individuos de la misma especie con un genoma idéntico.
El envejecimiento facilita que operen cambios progresivos que se acumulan con el tiempo y que aumentan las posibilidades de que se produzcan enfermedades o el fallecimiento del individuo. Se produce el deterioro del sistema musculoesquelético, filtración glomerular disminuida, ventilación pulmonar baja, intolerancia a la glucosa asociada con la edad, aumento de la presión arterial, limitaciones de la capacidad auditiva, visual, de memoria y de coordinación motora, pérdida progresiva de la libido, andropausia en el hombre y menopausia en la mujer, así como enfermedades degenerativas.
Se da una mayor incidencia del alzhéimer, Parkinson y arterioesclerosis. Por otro lado, opera igualmente el deterioro del sistema inmunológico, incremento de las enfermedades autoinmunes, susceptibilidad a infecciones, además de que la probabilidad de cáncer aumenta exponencialmente.
Teorías sobre el envejecimiento
Para acometer la aridez de la escritura científica, hay que hacer piruetas estilísticas que logren que, como en la tauromaquia, el animal se incorpore como en un majestuoso cuadro en una tarde triunfal. Dado el alto grado de complejidad que conlleva el proceso de envejecimiento, es normal que se hayan formulado numerosas teorías para explicarlo, más de 300. Muchas han sido abandonadas al no poder ser ratificadas con los datos obtenidos en las investigaciones sobre humanos y animales de laboratorio.
En 2010, Goldstein y Cassidy las dividieron en dos grandes categorías: estocásticas o aleatorias, que consideran que los cambios se acumulan a lo largo del tiempo y las no estocásticas – que suponen que el envejecimiento está predeterminado–, que incluye la genética y considera que la edad está determinada por la herencia y que los individuos poseen un reloj interno que programa su longevidad.
En esta dirección se consideran estocásticas:
- a) La teoría del error catastrófico, que propone que la acumulación de errores en la síntesis de proteínas ocasiona los daños en la función celular.
- b) La teoría del entrecruzamiento, la cual propone el entrecruzamiento entre las proteínas y otras macromoléculas celulares como responsables del envejecimiento.
- c) La teoría del desgaste, la cual plantea que la acumulación de daños en las partes vitales causa la muerte de las células, tejidos, órganos y finalmente del organismo.
- d) La teoría de los radicales libres que es probablemente la más estudiada y la de mayor importancia hasta ahora.
Todas las teorías estocásticas apuntan hacia la senescencia celular. El efecto de los radicales libres y las alteraciones en la homeostasis de la mitocondria son variables que promueven el envejecimiento a través de la acumulación de daños a lo largo del tiempo y los efectos que causan pueden conducir al envejecimiento.
Los radicales libres
Siempre lo han sido, y oscilando en la balanza en los extremos, son los únicos que también terminan con la vida del deber ser en la política.
De todas las teorías estocásticas, la de los radicales libres es la de mayor validez y la más aceptada por la comunidad científica. Propuesta por Denham Harman en 1956, afirma que el envejecimiento es el resultado de la inadecuada protección contra el daño que ocasionan a cada uno de los tejidos los radicales libres y el estrés oxidativo a lo largo de la vida.
Con el paso del tiempo, los radicales libres de oxígeno escapan a los sistemas de regulación, se acumulan y generan un desbalance conocido como estrés oxidativo. La acumulación de moléculas oxidadas durante el proceso de envejecimiento afecta a todas las células, en especial las de los sistemas nervioso, endocrino e inmunológico, y la comunicación entre ellos.
Pruebas experimentales apoyan la teoría de los radicales libres como desencadenantes del proceso de envejecimiento. Los animales viejos tienen mayor índice de oxidación que los animales jóvenes –acumulan ADN, proteínas y lípidos oxidados– lo cual se debe posiblemente a un incremento en la producción de radicales libres.
Factores medioambientales del envejecimiento
La vejez es un tirano que prohíbe, bajo pena de muerte, todos los placeres de la juventud
François de Rochefoucauld
El envejecimiento no solo está influenciado por factores genéticos acumulativos o predeterminados, sino que también existen estímulos externos que ayudan a acelerarlo: una mala alimentación, insuficiente o perjudicial en su composición, el estrés que cada día se hace más activo y amenazante por múltiples razones, la ausencia de actividad física, la contaminación del ambiente, así como el abuso del alcohol, el tabaco y el consumo habitual de drogas y estupefacientes.
Las teorías que explican la dinámica cultural de la vejez
Cuenta tu edad por amigos, no por años. Cuenta tu vida por sonrisas, no por lágrimas
John Lennon
Mas allá de lo biológico existe un escenario económico, psicológico y sociocultura que facilita, estimula y recrea la última fase del ser humano. Ese ambiente tiene los componentes culturales que han rodeado al individuo desde su niñez, su desarrollo personal y profesional y la valoración que él tenga de sí mismo y que la sociedad tenga de él. Aquí debemos partir de la valoración que se tenga del ser humano. La idea básica en el occidente capitalista y cristiano es que el hombre es útil mientras sea una pieza fundamental en el proceso productivo, mientras aporte su fuerza de trabajo, material e intelectual, para producir mercancía que sirva al proceso de intercambio. Después será considerado material de desecho que pasa a retiro para ceder el paso a jóvenes más aptos y que aportan mayor habilidad y destreza.
El humano es un objeto más de consumo que el tiempo va depreciando hasta adquirir (como una lavadora, un televisor, un teléfono), la condición de viejo, obsoleto, desechable e inútil en una sociedad que cada día se hace más inescrupulosa, codiciosa y menos humana, con máquinas tocando a la puerta para competir por los empleos.
Teoría de la desvinculación
El secreto de la buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad
Gabriel García Márquez
La primera de las teorías sociopsicológicas es la teoría de la desvinculación, del retraimiento o desapego, postulada por E. Cummings y W.E Henry en el año 1961. Concebida a partir de un medio ambiente natural, la Universidad de Chicago, con el seguimiento a personas en la misma comunidad en la que han establecido sus vínculos afectivos y sus desarrollos laborales y no en las instituciones que internan a las personas mayores.
En este escenario natural se observa cómo los individuos en edad madura, con el paso del tiempo, van reduciendo la interacción social, muestran desinterés por la vida de los demás, reducen los compromisos sociales, y el interés principal está centrado en sí mismo, en su mundo interior o circunstancias personales. El individuo se va desvinculando de su entorno laboral y de la sociedad. La teoría, por su debilidad argumentativa, fue modificada después por el propio Cummings para resaltar la inmensa variedad de estilos de vida individuales que se dan durante la vejez al producirse la desvinculación laboral.
Teoría de la actividad
Cualquiera que deje de aprender es viejo, ya tenga 20 u 80, cualquiera que siga aprendiendo será siempre joven
Henry Ford
Esta teoría considera que el proceso de envejecimiento de los seres humanos será mucho más satisfactorio mientras más actividades sociales realiza el individuo. Es la contraparte de la teoría de la desvinculación, que parece que tiene preeminencia para explicar la vida de jubilados en las sociedades avanzadas.
Havighurst, en 1961, llevó a cabo un estudio en Kansas City con una población de personas entre 50 y 90 años de edad. y concluyó que a mayor actividad social, mayores niveles de adaptación y de satisfacción. Maddox, en 1963, demostró, con una población de 250 ancianos, que el nivel de satisfacción de personas en condiciones de envejecimiento estaba relacionado directamente la mayor o menor actividad. Incluso, se atreve a afirmar que el incremento de la actividad en la vejez ayuda a elevar la moral y que, contrariamente, un descenso coadyuva al declive.
Los gerontólogos, en general, consideran que las actividades desarrolladas en la vejez no solamente estimulan un sano proceso de envejecimiento, sino que también ayudan a sobrevivir frente a determinado tipo de enfermedades. La teoría de la actividad es una de las de mayor aceptación y sirve de nutriente a muchas prácticas de animación para ayudar a mantener un alto nivel de participación social entre los mayores y también como insumo en algunos programas especializados en envejecimiento activo.
Teoría de los roles
Irving Rosow elaboró en 1967 una teoría basada en el concepto de rol –la función que el individuo representa en un grupo social o en la vida misma– que plantea que a través de la vida la sociedad le va asignando papeles al ser humano que debe asumir en el proceso de socialización, de hijo, de estudiante, de padre, de trabajador. Por esta vía, el individuo adquiere un status o posición social, a la vez que concibe su autoimagen y autoestima personal.
De acuerdo con Rosow, con el retiro se produce un proceso inverso a la socialización iniciada con la niñez y que se ha dado en llamar “la desaparición social del anciano”. Los ancianos, supuestamente para su beneficio, asimilarán este status de desposesión de papeles, pasando a ocupar un rol de pasividad, de inactividad, de irrelevancia social. En mi opinión, bastante incómodo y desmotivador, puesto que el signo vital de la existencia es el movimiento, y el movimiento solo se ejecuta cuando tienes una tarea que cumplir y gastas energía haciéndola.
Teoría de la subcultura
A unos los une el despecho y la soledad, a otros el rock, lo psicodélico y el gusto por el amor libre, a algunos la salsa y la preferencia por la agitación, la vocinglería y la temeridad. Más que la edad, los une la afinidad química de los padeceres, las vivencias amorosas y los gustos.
Esta teoría fue formulada por Arnold Rose en 1965. Plantea que las personas mayores coincidentes en una cierta edad, habitualmente después de los 65 años, comparten circunstancias biográficas, como la pérdida de un ser querido, la vida en solitario, el divorcio, gustos por las mismas preferencias sexuales, y otras circunstancias como cuidados de salud, situación económica, intereses culturales o sociales que los impulsan a encontrarse y a reunirse con más frecuencia que con gente de otras edades, y generan así una subcultura.
Las afinidades de rasgos comunes facilitan la identificación y comprensión. Se produce una empatía entre iguales a partir de los problemas individuales porque también son vividos y experimentados en alguna dimensión por todos. Algunas políticas sociales han encontrado en esta teoría premisas inspiradoras para justificar e impulsar la creación de clubes sociales u hogares para jubilados y otros lugares similares donde se da prioridad a la relación de la generación interpares más que a la relación intergeneracional.
Teoría de la continuidad
En 1971. Robert Atchley propuso que la vejez es una prolongación de las etapas evolutivas anteriores y el comportamiento de una persona mayor estaría condicionado por las habilidades desarrolladas en el pasado. Aunque puede encontrarse con situaciones sociales diferentes a las experimentadas, la capacidad de respuesta, la adaptación a procesos nuevos, así como el estilo de vida en esta etapa de envejecimiento, está determinado, entre otros factores, por los hábitos, calidad de vida y la manera de ser y comportarse que ha seguido a lo largo de todo su pasado.
La teoría de la continuidad, asociada con la de la actividad, concibe al ser humano en permanente estado de desarrollo. El retiro del ejercicio laboral no implica la paralización del desarrollo humano y la búsqueda de mayor bienestar social. En esta fase de la vida se mantiene la capacidad creativa para sobreponerse a situaciones adversas, provenientes de distintos ámbitos que le rodean, la salud, lo económico, social y lo psicológico
Teoría de la estratificación social
La adolescencia ha sido la única época de mi vida en que he aprendido algo
Marcel Proust
La propuesta de Matilda Riley, 1971, luego de la observación de individuos de la misma edad, sus circunstancias históricas específicas y otras variables que establecen una identidad generacional de grupo etario y la actitud de sus miembros, establece que la sociedad actual reconoce cinco capas sociales: infancia, adolescencia, juventud y vejez.
Actualmente, dado el aumento de la esperanza de vida, se ha agregado una etapa social que integran personas mayores de 80 años. Este grupo social, unido por compartir los mismos intereses e inquietudes, tiene conciencia de ello y desarrolla acciones reivindicativas conjuntas; tienen el denominado poder gris, que es utilizado como medio para mejorar las condiciones de vida de los individuos que pertenecen a cada capa social.
Teoría del apego
No ha de ser dichoso el joven, sino el viejo que ha vivido una hermosa vida
Epicuro
La propuesta del apego sostiene que el proceso de socialización tiene lugar por la necesidad que experimenta el ser humano de vincularse con otras individualidades de su especie. Esa necesidad sirve de fundamento preliminar a la teoría del apego, que se refuerza con la teoría de la actividad y la continuidad. Tanto el apego como la de la actividad son lo contrario a las teorías de desvinculación o extrañamiento.
No se puede afirmar con determinación que una persona solo puede sobrevivir gracias a los apegos desarrollados, pero sí se puede sostener que existe una actitud general de aferrarse a otros como necesidad psíquica. Naturalmente, es la teoría que acentúa más su antagonismo con la teoría del desapego. El apego es un proceso normal e intrínseco de los humanos.
Las teorías y sus interpretaciones
No cabe duda de que las teorías psicosociales son instrumentos de análisis científico que nos ayudan a comprender tendencias, comportamientos, hábitos, gustos, preferencias, inclinaciones para agrupar social e individualmente a los adultos mayores para su estudio. Pero es solo una parte del problema.
Hay seres humanos, que en su peregrinar por la vida laboral, nunca llega a encontrar un trabajo estable que le garantice que pueda pasar un vejez activa y saludable, especialmente en América Latina, donde las instituciones son tan frágiles y el mercado laboral muy inestable. Siendo el continente de la incertidumbre, pocas veces coinciden los poderes en propósitos.
Es una forma extraña y exótica de democracia. Un candidato puede ganar cómodamente una elección y a los meses una conjura de políticos y jueces lo puede llevar a la cárcel. Nadie tiene garantizado nada dentro de la justicia y la equidad, solo la zozobra que produce un poder en muchos casos manejado por representantes de una cultura bellaca y bandolera, forajida.
Hay, además, otro conglomerado de adultos mayores que nunca supera la condición de pobreza y que prácticamente llega a rastras y en total dependencia a la última estación. En esas condiciones resulta imposible esperar una vejez activa y saludable. Por el contrario, los mayores representan una pesada carga, difícil, costosa y dolorosa de llevar, tanto para el Estado como para su familia.
Las teorías resultan útiles, siendo complementarias unas de otras, ayudan a acercarnos al sentir y a conocer las expectativas de una parte de los adultos mayores que viven en sociedades organizadas con altos niveles de desarrollo, donde la vida es programada con acierto y continuidad, desde la escuela hasta los últimos días. No resulta extraño que los países donde los viejos, ancianos o adultos mayores gozan de un bienestar envidiable, por lo menos materialmente, según la organización británica de ayuda a la vejez, Help Age International, sean los que ocupan los 10 primeros puestos en desarrollo y bienestar.
España se encuentra en el puesto número 21, por debajo de países como el Reino Unido y Francia, pero por delante de Portugal, Italia y Bélgica. Solo la mitad de la población mundial espera recibir una pensión básica.
Lo peculiar de América Latina
De acuerdo con los estudios realizados por la Red Latinoamericana de Gerontología, la calidad de vida de las personas mayores ha mejorado considerablemente en las dos últimas décadas. Pero siguen existiendo grandes diferencias entre los países y dentro de ellos.
El índice de calidad de vida muestra que una persona mayor de 65 años puede esperar vivir con buena salud y sin pobreza un promedio de 12 años en Chile, Argentina Uruguay y Brasil. Pero menos de 5 años en Guatemala y Honduras.
La disminución de la capacidad funcional también conlleva la pérdida de años de salud. En promedio, en los países de América Latina y el Caribe, el 14,4% de las personas mayores de 65 años viven en situación de dependencia funcional y necesita ayuda para realizar una actividad básica de la vida diaria. En cifras absolutas significa que casi 8 millones de personas mayores en requieren servicios de atención, a la dependencia, de larga duración.
Conclusiones
El problema de la atención a la vejez, para que arriben a los 65 años con una vida activa y saludable, como los jóvenes llegan a los 15 con ánimo de comerse el mundo, es un asunto de valoración amorosamente humana de lo que representan. En primer lugar, son seres humanos que nos regalaron la posibilidad de venir al mundo. Son quienes han hecho real lo que somos, son los inspiradores y garantes de lo que fue nuestra vida feliz hasta que supimos por cuenta propia que teníamos que independizarnos.
Los viejos nos dieron las primeras lecciones de moral y cívica antes de ir a la escuela, y con su sabiduría nos prepararon para los primeros contactos con los maestros, los iguales y los diferentes a nosotros y a los otros. Cómo no amarlos y tratarlos con solemnidad y respeto, si siempre estuvieron ahí, al lado de la cuna y esperándonos, ya adolescente, por las noches, para evitar contaminarnos en malos pasos.
Pero no solo los viejos que nos antecedieron, todos los viejos del mundo merecen el mismo buen trato, la misma bonita sonrisa con la que nos despertaron los nuestros, trabajadores o no y desde Alaska hasta la Patagonia, los grandes consejeros del mundo a quienes les pido lleven siempre un cuaderno para narrarles a sus nietos y a los otros, las cosas bellas y mágicas que vive el humano y que nunca se olvidan.
Ricos en moral, coraje y valentía abrieron el camino a generaciones enteras para que fueran constructores de futuro, narradores de sueños, cuidadores de almas, edificadores de cobijos, descubridores de nuevas estrellas, guerreros de constelaciones imaginarias, historiadores, orfebres, carpinteros, que hacen posible la continuación de la vida.
Los viejos son majestuosos caballeros que se ganaron el derecho a vivir bien, con calidad de vida y con buena salud, activos y dispuestos a batallar, alegres hasta el final, por la vida. Un viejo no es un retirado, un jubilado o un parado que sale de circulación, como lo dictan las leyes del mercado. Es un sabio consejero (Gran persona de los cabellos blancos, como los llaman en algunas tribus de África), para quien debe haber una atención tan prioritaria y completa como la que se da a los bebés.
Todos seremos viejos, somos una realidad; los bebes hoy son una probabilidad, a ellos los espera la vida, a nosotros una nueva estación que aun desconocemos. Es imperativo despedirnos con honores, no como los dicta el cursi protocolo de los ‘‘grandes hombres’’ sino como lo dicta la luminosa condición de ser humano que es la más honorable y distinguida, desde que uno arriba a esta preciosa nave llamada Tierra.
La vejez ha sido para algunas tribus primitivas la imagen contraria de lo que se ha hecho con ella en Occidente, un sujeto apartado del que se hacen chistes malos y en los que ya no se cree. Según, Louis Vincent Tomas (1991), para los miembros de las tribus, los ancianos, pasan a ser Madre y Padre que da cobijo y consejo a los miembros de la comunidad.
La vejez es entendida como progreso. Si se encuentra inmovilizado, está recordando pasajes merecidos de su vida pasada y se pone más énfasis en el honor. Si el cuerpo del anciano se joroba, se le atribuye al peso de las grandes responsabilidades que ha tenido en la vida. Si su marcha es lenta, se comenta que el caballo del hombre es rápido, pero no conoce el camino. Si el anciano divaga en algún momento, es porque está cerca de los espíritus y habla una lengua desconocida.
Al igual que en la cultura wayuu, en la que es muy valiosa la tarea que asumen los viejos como transmisores orales de las costumbres, al ocuparse de narrar historias de su tribu o comunidad, ese hecho los convierte en garantes de la tradición y de la vida social. Como afirma el historiador francés Pierre Nora, la memoria instala el recuerdo en lo sagrado, la historia lo desaloja y lo procesa. La memoria es un fenómeno siempre actual, un lazo vivido en presente eterno. La historia es una representación del pasado.
La vejez en este tipo de sociedades constituye un símbolo real de sabiduría que todos están y se sienten obligados a preservar. Un anciano realizado es un maestro en el arte de vivir.