La vejez es un proceso natural y podemos prepararnos para atravesarlo dignamente. De acuerdo con la data más reciente de la Organización Mundial de la Salud, divulgada en 2023, el promedio global de ‘esperanza de vida al nacer’ para el año 2019 alcanzó los 73 años. La diferencia es significativa si se compara con el año 2000 (67 años), 1975 (62 años), 1960 (52 años) y 1945 (46 años).
Por su parte, la Organización de Naciones Unidas afirma que para el año 2021, un total de 761 millones de personas tenían 65 años o más. En 2050 el número se duplicará, mientras que el número de personas de 80 años o más crecerá más rápido. Las perspectivas de una vida más larga evidencian el éxito de la humanidad en los últimos 50 años en la mejora de la atención médica, la educación, la planificación familiar, la igualdad de género, el acceso a los servicios públicos y la calidad de vida en general.
Los indicadores, sin embargo, plantean retos globales en materia de previsión social, servicios médicos, pensiones y actividades para el retiro, para garantizar una vejez digna a esos millones de personas que hoy tienen 30, 40 o 50 años y que para 2060 serán -seremos- adultos mayores. También hay desafíos individuales en torno a la pregunta de qué puede hacer cada uno para garantizarse a sí mismo un mejor envejecimiento. De poco o nada valdría contar con todas las facilidades sociales, familiares y de sanidad pública, si emocional, física y mentalmente no estamos preparados para cruzar ese puente.
El envejecimiento de un boomer
Los padres de quienes hoy pasamos los 40 son una fuente de información directa sobre el proceso del envejecimiento. Pero desde la experiencia boomer, que no es la nuestra y que tiende a asociar la vejez con situaciones negativas como la enfermedad, la soledad y el dolor físico. ¿Por qué? Ellos vivieron una realidad distinta a la nuestra en muchos sentidos.
Nosotros vemos a nuestros padres envejecer más tardíamente y con más salud. Ellos temen envejecer porque vieron a sus padres y abuelos envejecer muy pronto -recordemos los datos de esperanza de vida a mediados del siglo XX. Los vieron padecer enfermedades que hoy están erradicadas, y morir de ellas.
Los padres de nuestros padres, sobre todo en Europa y Latinoamérica, tuvieron que emigrar por causas diversas. Al dejar sus países atrás, dejaron también a sus familias, a sus amigos y a su paisaje conocido, sin las posibilidades de comunicación que tenemos hoy. Es común que la viudez empeore esa sensación de abandono. Ellos temen la soledad porque vieron a sus padres envejecer en soledad.
Nuestros padres y abuelos también han aprendido de la vejez a través de los estereotipos representados en películas, novelas, y otras formas de comunicación. Son representados como seres frágiles y dependientes sin reflejar la diversidad de experiencias en torno a envejecer.
Otro elemento de peso es la discriminación por la edad. Nuestros padres se jubilan y se quedan en casa. Para ellos, el fin de la edad productiva está escrito en la ley: 60 años, poco más, poco menos. La OMS sostiene que los adultos mayores sujetos a discriminación por edad viven 7,5 años menos en promedio. De allí el valor de iniciativas que promueven su reintegración.
La vejez no es una enfermedad
Ahora bien, los hijos de los boomer también contamos con experiencias individuales y colectivas propias, que nos permitirán envejecer de una manera diferente. Nuestra niñez, juventud y edad adulta estuvieron marcados por otros factores.
Sociólogos, gerontólogos, psiquiatras, psicólogos y demás ramas vinculadas con el desarrollo psicosocial del ser humano, coinciden cada vez más en que se puede envejecer dignamente, si se valora la vejez como un proceso natural ineludible, mas no como una enfermedad incurable.
La socióloga Deborah Carr, autora del libro Envejecer en América, sostiene que el los poderosos cambios económicos, tecnológicos y culturales de las décadas recientes permitirán que los adultos mayores en el año 2050 vivan unas vidas muy distintas a las de aquellos que están hoy en la edad de la jubilación.
Otro factor de peso es la actitud que tengamos frente a la vejez. Becca Levy, autora del “Rompiendo el código: como tus creencias sobre el envejecimiento determinan cuánto vas a vivir”, encontró que las personas mayores con percepciones más positivas sobre el envejecimiento tienen más probabilidad de recuperarse de discapacidades severas, recuerdan mejor, caminan más rápido y viven más años.
Dos pilares: actitud y acción
Actitud y acción son los dos pilares que pueden sostener un envejecimiento armonioso y feliz, de acuerdo a organizaciones de cuidado al adulto mayor como Help y Care, Cuidum, GeriatricArea y Regala Memoria. Revisemos lo que se puede hacer desde el punto de vista de la actitud cuando comenzamos a envejecer.
Mantenerse involucrado y comprometido en actividades sociales y familiares. Envejecer alimentando las relaciones interpersonales es beneficioso, pues mantiene el entusiasmo por compartir, salir, realizar tareas y tener responsabilidades.
Fomentar relaciones intergeneracionales. Con este tipo de interacciones los adultos mayores pueden ver mejoras en su autoestima, destierran la soledad, se contagian de la esperanza y el optimismo juvenil, se ven motivados y acompañados para aprender cosas nuevas, lo que incide en el fortalecimiento de la memoria.
Sonreír siempre. Los efectos de la risa y la sonrisa en el sistema inmune están probados y comprobados. Las personas mayores, que tienden a una disminución natural de la inmunidad, pueden encontrar en la risa y la sonrisa un antídoto gratis a los estados de tristeza. Mirar películas, leer libros o escuchar programas amenos y que hagan reír, ayuda a una vejez más feliz.
Entrenar la mente. Jugar juegos de mesa, armar rompecabezas o modelos de estructuras, leer, debatir con otros, hacer crucigramas. Si eres músico, toca tu instrumento, cantar o componer a diario. Si eres científico, mantente al día y participa en discusiones sobre tu área de interés.
Mantener la higiene. La higiene personal es importante en todas las etapas de la vida. Pero al envejecer lo es más todavía porque al debilitarse el sistema inmune, quedamos más expuestos a contaminación por bacterias. Además, el mantenerse bien aseado y presentado mejora la autoestima y el estado anímico.
Los pilares físicos
Mantenerse en movimiento. Steven Petrow, autor de Cosas estúpidas que no haré cuando envejezca, destaca la importancia de hacer ejercicio físico acorde a esta etapa de la vida. Caminatas, bailar, nadar, practicar yoga contribuyen a un mejor estado de ánimo al liberar endorfinas, ayuda a preservar la condición muscular, y puede ser una actividad para compartir en grupo.
Ser consciente de las limitaciones físicas que vayan apareciendo. Y abrazarlas. Subirse en un banquillo para alcanzar algo en la alacena, no es seguro a ninguna edad. Use una escalera o pida asistencia. Si no escucha bien, procure un dispositivo auditivo. Si tiene cataratas, procure operarse. Use bastón cuando ya sienta que lo necesita. Estos ajustes le ayudarán a mantenerse conectado y activo.
Hacer adaptaciones en el hogar. Las personas mayores tienden a arrastrar los pies al caminar. Eso les hace tropezar con pequeños desniveles o superficies rugosas, como alfombras. Retírelas. Instale barras de apoyo para levantarse o sentarse en el baño y en la regadera.
Mantener una dieta equilibrada. Una buena nutrición es esencial para la salud. Reducir las calorías y potenciar las proteínas, fibras y vitaminas, es indispensable. Coma frutas y vegetales y tome agua.
Asistir al médico periódicamente. Es natural que al envejecer, el cuerpo y sus diferentes sistemas comiencen a fallar. Mantener un control médico regular, tomar los medicamentos correspondientes, y cumplir con las rutinas indicadas, ayudará a superar -si es el caso- o manejar mejor cualquier proceso de enfermedad.
Descansar lo necesario. El sueño es vital para la salud física y mental. Muchos trastornos cognitivos del adulto mayor están asociados a la falta de sueño o patrones de sueño irregulares en etapas tempranas de la vida. En la vejez también es importante descansar adecuadamente para reponer energía.