Por Juan Salinas Quevedo
14/10/2017
¿Homenaje o deshonra? Dos sensaciones encontradas las que dividen al público que acude a ver Mal genio, una película cargada de controversia por el retrato que el cineasta Michel Hazanavicius (París, 1967) realiza de su compatriota y mito del cine Jean-Luc Godard, del que declara sin tapujos que “no es admirador suyo”.
Lo paradójico se extrae, por un lado, de la sarna con la que dibuja a una leyenda, despojando al autor de El desprecio (1963) de cualquier vestidura venerable ‒lo que le valió varios insultos y un gran abucheo en el pasado Festival de Cannes‒; por otro, el intento de reflejar en la actualidad el universo godardiano con códigos visuales propios de la Nouvelle Vague, reconociendo, eso sí, que fue una etapa “renovadora que nos abrió las puertas a cineastas posteriores”.
El film es una adaptación libre de la biografía Un an après, escrita por Anne Wiazemski –fallecida una semana antes del estreno de la película‒ que rememora sus años de convulso romance con un Godard envuelto en una crisis creativa que lo llevó a abandonar su estilo autoral, que tantos éxitos le dio, para embarcarse en proyectos de índole maoísta motivados por el frenético y cambiante ritmo de la revolución de Mayo del 68, recibiendo así la espalda de su público.
De éxitos y críticas también sabe Hazanavicius que, tras levantar cinco premios Óscar en 2011 con The Artist y llevar al país galo a la cumbre del séptimo arte, ahora recibe el reproche de cierto sector elitista molesto con la imagen que se da de un icono que consideran suyo, aunque él siga pensando que “sabe más de Godard que ellos”; nos comenta en la entrevista que concede a Cambio16.
Los actores Louis Garrel (Soñadores, Bernardo Bertolucci, 2003) ‒hijo de Philippe Garrel, autor enmarcado también en la Nouvelle Vague‒; y Stacy Martin (Nymphomaniac, Lars von Trier, 2013) ‒musa godardiana contemporánea cuyo rostro expresa cierta belleza trágica‒ desnudan su alma en esta comedia agridulce para penetrar en la de sus verdaderos y archiconocidos personajes
Sus proyectos son muy distintos unos de otros, ¿cómo los elige?
Si le soy sincero, no sé muy bien porque hay una idea que comienza a predominar sobre las demás, supongo que tiene los ingredientes necesarios para querer invertir mi tiempo en ella. Me doy cuenta que lo que me tienta son las posibilidades de conectar de otra manera con el público, con elementos distintos, atípicos. Por ejemplo The Artist (2011) era una película muda y en blanco y negro, ahora hablo de Godard: una revolución cinematográfica. Siempre intento buscar nuevas formas de narrar que me permitan la posibilidad de preparar historias diferentes como autor.
¿Cree que Mal genio ha sido una de sus películas predilectas?
Sí, es de las películas que más me ha gustado hacer. Me he divertido mucho rodándola, escribiéndola y produciéndola. Además, creo que Mal genio es más plena, más profunda y más redonda que otras mías, y a nivel personal me identifico mucho con ella. Podría catalogarla como una de mis preferidas, en cualquier caso no debo ser yo el que la juzgue.
En la película se nos muestra un Godard neurótico, narcisista, antipático, posesivo. ¿Cuánto hay de retrato y cuánto de caricatura en su personaje?
Yo no pretendía para nada presentar a un Godard auténtico y verdadero, podemos decir que la construcción de su personaje se ajusta a criterios que favorecen la narración y el tono de la historia. Aun así, a través de esas invenciones llegamos a cierta verdad y a poder conocer al Godard más humano. Personas de su entorno me dicen que es una caricatura que se acerca bastante a su persona. Quienes lo han conocido cuentan que no es un buen tipo, a veces era muy violento, maltrataba públicamente a mucha gente. Muy a menudo vemos como existen personas deslumbrantes y geniales en algunas facetas de su vida, y en otras demuestran gran inmadurez. Además, él nunca ha querido ser complaciente ni agradar a todo el mundo, de modo que hacer una película que mostrase su mejor cara sería como traicionarle.
¿Tuvo algún tipo de relación con Godard a la hora de elaborar el proyecto?
Le dije que estaba haciendo una película sobre él y sobre su relación con Wiazemsky. Obviamente le hablé del libro, le comenté quién interpretaría a quién, le conté todo. Él me pidió el guion, eso sí, y yo se lo envié. Y a día de hoy todavía no he recibido ni una contestación. Aunque le invité al estreno y a ver la película, tampoco me contestó. Pensé que diría algo ofensivo de mí, y no lo ha hecho. En todo caso, no creo que jamás vea la película, y no me importa lo que piense de ella.
¿Y con Anne Wiazemski?
Mi trato con Anne fue muy diferente. Tuvimos una relación cordial. No obstante, hubo complicaciones al principio ya que en un primer momento se mostró reticente para cederme los derechos del libro y poder llevarlo a la gran pantalla, le preocupaba cómo lo enfocaría, el modo de retratar este episodio de su vida. Hablamos mucho pero no estaba convencida. Hasta que un día le comenté que quería que el enfoque de la película y de Godard fuese desde una perspectiva cómica. En ese momento lo comprendió, lo aceptó y me cedió los derechos. Es más, me comentó “haz la película que quieras, es tuya, no digo nada; y si no me gusta, ya veremos cómo lo arreglamos para que estemos satisfechos ambos”. Pero al final no fue necesario, le gustó tal como estaba.
Mal genio relata el proceso que vivió Godard cuando decidió abandonar la Nouvelle Vague –que tantos éxitos le había proporcionado‒ para inmiscuirse en el grupo Dziga Vertov con films de carácter subversivo, de tintes políticos, con influencias maoístas, ¿cree que su conciencia política acabo con su carrera y consigo mismo?
A mí personalmente me parece que fue con la Nouvelle Vague cuándo realmente hizo los films más subversivos de toda su carrera, el hecho de abandonar ese cine acabó en cierta forma con su sello autoral como cineasta, aquel que salía de los recovecos vanguardistas renunciando a pisar los terrenos del cine tradicional. Toda creación suya formaba parte de un proceso de renovación y evolución continuo, destrozando cualquier tipo de narrativa convencional, y abrió nuevos caminos. De ahí nace el gran Jean-Luc Godard que todos conocemos ahora. Por tanto, para mí pierde su esencia cuando a partir de los sesenta comienza a hacer un cine político que resulta a la vez menos atractivo para el público. Fue contraproducente para él y produjo que se encerrase aún más en sí mismo.
La historia nos sitúa en un contexto turbulento como fue la revolución de Mayo del 68 y las revueltas estudiantiles, sin embargo, no deja de lado la comedia, ¿está planteada como una sátira política, social y cultural de aquella época?
Por mi parte hay una intención de reconstruir fielmente las manifestaciones y retratar el compromiso político y social de aquel periodo, Godard es el elemento discordante que está en desfase con el Mayo del 68, de la misma manera que su relación amorosa con Anne. Él es incapaz de adaptarse a su entorno, ya sea en su faceta personal o profesional. Es autodestructivo. Con lo cual, desde un punto de vista neutral, la época no nos puede evocar ninguna burla ni mofa, lo que ocurre es que a través de la mirada de Godard todo adquiere un cariz esperpéntico.
En cierta ocasión mencionó: “Godard no es ni mi Dios ni mi héroe, es el líder de una secta y yo soy agnóstico”. Resulta paradójico al tratarse del personaje que vertebra su película.
Bueno, tiene su lógica, si fuese un absoluto admirador de Jean-Luc Godard habría hecho una película ñoña, repleta de fervor. Hubiera sido poco estimulante y atractiva. Por eso mismo creo que Anne Wiazemsky quiso cederme los derechos de su biografía, porque el no tener esa admiración me permite explorar su lado más oscuro. Y son precisamente esas paradojas las que han hecho que Mal genio sea mucho más interesante.
Su cine denota una gran preocupación por la puesta en escena y fotografía, en este caso, nos sugiere una semejanza con la composición de los planos de las películas de Godard, en particular uno que sucede durante una manifestación que parece inspirado por aquella escena de Al final de la escapada (Jean-Luc Godard, 1960) en la cual Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg recorren los Campos Elíseos. Otro es una variación de la famosa escena de Anna Karina en una proyección de Juana de Arco (Carl Theodor Dreyer, 1928) en Vivir su vida (Jean-Luc Godard, 1962).
Muy cierto. Al contrario que el proceso de escritura de guion, que me llevó cuatro meses, el de planificación fue largo y complicado. Siempre intento elaborar cada film desde la reconstitución, es decir, se reproduce lo que se va a filmar y la manera en la que se va a realizar cada plano previamente. En el caso de esta película, no sólo quería reflejar la figura de Godard sino su forma de hacer cine, él ha sido un cineasta muy estilista, sabía de la importancia de las formas visuales, y sin importar al género que pertenecía cada film existía un común denominador en todos ellos que consistía en formular imágenes que nos permitiesen, no sólo entender la situación, sino ir más allá para adentrarnos en la significación de las escenas y en la psicología de los personajes. Para ello, se han de crear composiciones que nos inspiren algún sentimiento que prevalezca por encima de lo obvio de la narración. Quería trabajar con motivos constantes de su universo y jugar con ellos, para que la película tuviese el aroma de sus obras. El hecho de participar de ese estilo godardiano, produce que se establezca un juego metacinematográfico entre el espectador, Jean-Luc y yo a través de la imagen.
Hace algún tiempo, en una entrevista, declaró que nunca aprendía de la crítica de cine porque creía que nunca hablaban de cine, ¿qué quería decir exactamente con eso?
(Largo silencio) (Sonríe) Quería decir que la crítica de cine, en general, realmente habla poco de cine ya que la gran mayoría de los críticos tienen una visión desde fuera del cine, nunca se han involucrado en ningún rodaje ni han palpado con sus manos una cámara. Cuando hablo con amigos directores no utilizamos el mismo vocabulario que leemos y escuchamos en la prensa. Con esto no digo que no resulte interesante su opinión, no quiero hacer ningún juicio, hay muchos que sí que saben y es necesaria la labor que desempeñan.
Precisamente Godard, Chabrol, Rohmer, Truffaut… todos ellos fueron críticos (Cahiers du Cinéma) además de cineastas.
Así es. Quizá mejores cineastas que críticos. (Risas)
Al ser Godard una leyenda y un mito de la historia del séptimo arte, ¿entiende a esa gente ‒grandes adeptos‒ que piensa que se mancilla su nombre y se ridiculiza su figura?
Nadie es intocable, ni siquiera Godard. Hay un sector elitista que lleva muy mal que yo me apropie de un icono, una pieza de museo que consideran suya, y lo lleve a un terreno que no les agrada y les molesta. Sobre todo porque se dan cuenta de que ahora yo sé más de Jean-Luc Godard que ellos.