Por Paz Mata
08/07/2017
Desde que David Lynch hiciera incursión en el mundo del cine en los años 70 y dos décadas más tarde en la televisión, ninguno de los dos medios han vuelto a ser lo que eran. Calificativos como genial, fascinante, poético, brillante, inolvidable, necio, tétrico, crudo e incoherente recibe el trabajo de este hombre renacentista, que llegó al cine a través de la pintura.
Sus películas expresan un alma obsesiva, fetichista e inquieta, presentada con la ingenuidad de un niño. La ausencia de una narrativa lógica, el intenso empleo de símbolos, la extraña cualidad de los diálogos, el uso de figuras grotescas, la precisión con que ilumina y dirige las escenas, la excesiva exuberancia, e incluso el toque voyerista con que retrata la violencia, hacen que su trabajo sea definido como clínicamente frío, oscuro e inquietante.
Vestido con traje negro y camisa blanca, abrochada hasta el cuello, su habitual uniforme, el pelo gris, la piel pálida como la cera, y los ojos azul eléctrico, el autor de inolvidables filmes como El hombre elefante, Terciopelo azul o Corazón salvaje, al que tantas veces se hace referencia como “el Maestro de lo Sobrenatural,” se acerca más a la definición que de él hiciera Mel Brooks, “una especie de James Stewart procedente de Marte.” La oscuridad abunda en su imaginación y muy posiblemente en algún lugar de su alma, pero es muy difícil que lo exteriorice con palabras. Lynch es un hombre de talante amable, aspecto sencillo e incluso austero, y muy reservado.
Una persona que considera seriamente tus preguntas y tiende a contestarlas con respuestas híbridas, entre vagas y directas. De esta manera describe su proceso creativo: “Ciertas ideas son inevitables, el momento en que se producen es siempre el correcto. Lo que ha ocurrido antes te conduce a éstas y éstas a otras. Es como a Tesla cuando se le ocurrió la idea de la corriente alterna. Primero vio un motor, con sus tuercas y sus cables, e inmediatamente entendió lo que era la energía alterna”. Para él la inspiración llega sin necesidad de forzarla, “es como pescar, los pescadores se mueven de forma lenta, ponen el cebo en el anzuelo, y se sientan, silenciosamente, a esperar a que piquen los peces. Lo mismo ocurre con la mente, el cebo es el deseo de crear algo, unos días no pescas nada y otros consigues un gran pez,” añade en nuestro encuentro en Los Angeles.
A pesar de la sencillez con que él ve las cosas, el público ha traducido su visión como algo abstracto y confuso. Lynch se niega a justificar, encontrándose incapaz de asignar palabras a las imágenes o secuencias de sus películas, el prefiere mantener el misterio, esa actitud es precisamente lo que ha hecho que la serie Twin Peaks fascinara al público después de su estreno en la pequeña pantalla hace más de un cuarto de siglo. La serie original se centraba en la investigación del asesinato de la joven Laura Palmer, la vecina favorita de una misteriosa localidad de nombre Twin Peaks, situada en la costa norte del Pacífico en Estados Unidos, cuyos habitantes viven en un mundo de sombras donde lo supernatural se cruza con la realidad.
A medida que transcurría la serie, el argumento se complicaba cada vez más. Cada episodio terminaba con una interrogación y el espectador era incapaz de salir de la confusión. Resultado, la serie se canceló al finalizar la segunda temporada, dejándonos con una incógnita´, en su episodio final: “Nos reencontraremos en 25 años”, le dijo Laura Palmer al impertérrito agente del FBI Dale Cooper. Esta sentencia y el hecho de celebrarse las bodas de plata del lanzamiento de la serie Twin Peaks ha sido lo que ha impulsado a David Lynch y a su colaborador Mark Frost (creador de aquella joya televisiva que se llamó Canción triste de Hill Street) a escribir 18 nuevos episodios que ya podemos ver en televisión.
¿Llevaba mucho tiempo pensando en volver a Twin Peaks?
Siempre me ha atraído el mundo de Twin Peaks y el personaje de Laura Palmer. En los últimos años he pensado mucho en qué estarían haciendo estos personajes y en cómo estarían las cosas en sus vidas. Pero nunca pensé en volver a ese mundo hasta que, hace cinco años, Mark Frost me invitó a comer en Musso y Frank (uno de los restaurantes más clásicos de Hollywood) y empezamos a hablar de la idea de continuar con la serie. Ha sido fantástico volver a trabajar con el mismo equipo de técnicos y creativos.
Entre ellos Kyle McLachlan con el que ha trabajado en muchas de sus películas. ¿Que tiene Kyle de especial?
Kyle es un hombre muy inteligente y al mismo tiempo muy inocente. Es un tipo corriente que tiene una extraordinaria intuición y una tremenda energía. No existe ningún actor como Kyle para dar vida al agente especial Dale Cooper.
¿Cómo es esa colaboración creativa que tiene con Mark Frost?
Trabajar con Mark es una experiencia muy divertida. No sé exactamente cómo se desarrolla, pero empezamos en un punto, hablamos sobre lo que queremos hacer e inmediatamente las ideas empiezan a surgir. Había cosas que ya estaban desde el principio y que queríamos seguir desarrollando y luego fueron llegando ideas nuevas. Es realmente un buen proceso.
¿Qué cree que sucederá cuando la nueva generación de espectadores, que no conocen la serie original, vea ésta?
No sé que ocurrirá cuando la vean. Me sentí igual cuando se estrenó la primera. Yo me centro en la idea, en llevarla a cabo de forma honesta y hacerlo lo mejor que sé. Una vez que has terminado tu trabajo dejas de tener el control de lo que has hecho. Para mí fue una gran sorpresa ver el éxito que tuvo la primera en todo el mundo. Veremos qué ocurre con ésta.
¿Cómo se explica ese éxito?
Es todo un misterio. No me explico cómo una historia que ocurre en un pequeño pueblo del noroeste de Estados Unidos les pueda interesar a los japoneses, a los franceses o a los australianos. No sé, es un fenómeno muy interesante y fantástico. Supongo que fue una combinación mágica de muchas cosas.
Siempre ha dicho que le gusta soñar despierto. ¿Le surgen muchas ideas para futuros proyectos durante esos sueños?
Me encanta soñar despierto, sentarme en una silla y pensar, dejar que las ideas fluyan, a veces sucede incluso caminando por la calle, nunca se sabe, llegan del exterior, penetran tu conciencia y se muestran a ti, pero cada vez es más difícil que eso suceda porque hay muchas distracciones alrededor.
Indiscutiblemente, David Lynch hace un cine muy personal que hace sentirse incómodo al espectador por el hecho de no poder explicar lo que está viendo o definir lo que está sintiendo, y porque, en la mayoría de los casos, le hace indagar en el lado oscuro de su propia psique. Lo cierto, por perturbador que pueda parecer, es que sus mejores trabajos son aquellos que reflejan un carácter mórbido.
Hablando de ideas, dice que a veces se enamora de sus ideas. Que le ocurre cuando esas ideas son violentas, algo constante en muchas de sus películas, a veces hay que cubrirse los ojos para no verlas.
No tengo la menor idea de por qué la gente se siente incómoda con mi trabajo. Todo el mundo tiene un lado oscuro y un lado claro. El mundo en el que vivimos es un mundo de contrastes y polos opuestos y nuestra misión en este es la de combinar el poder de ambos polos. Eso es lo que trato de hacer con mi trabajo.
¿Cómo lo definiría?
Como la búsqueda del amor en pleno infierno. Es una visión demasiado oscura para ser entendida por las mentes sencillas.
¿Cómo explica su amor por las apariciones o por esos dobles andantes que con frecuencia usa en su trabajo, como en el caso de Twin Peaks?
No lo puedo explicar. La verdad es que no me he parado a pensar en ello. La dualidad y la unidad son conceptos humanos que dependen de la percepción del individuo. Son los misterios de la existencia.
Por los que parece sentir una absoluta admiración. Hablemos del silencio, que también existe en su trabajo…
En la meditación trascendental se habla del infinito silencio junto con el infinito dinamismo. Estos dos polos opuestos coexisten. El silencio es sumamente poderoso y por desgracia muy carente en el mundo en que vivimos, es la base de la que proceden todos los sonidos y los ruidos. En la música ocurre lo mismo, todo procede del silencio. Por eso es muy interesante pensar en el silencio.
Tengo entendido que practica la meditación trascendental…
Sí, desde hace mucho tiempo. Es una técnica de meditación basada en la repetición de mantras que trajo a Occidente el Maharishi Mahesh Yogui. Es una técnica que permite que la mente vaya hacia dentro, más allá del pensamiento para experimentar la silenciosa reserva de energía, creatividad e inteligencia que se encuentra en el interior de cada uno. La negatividad desaparece cuando se practica bien y la vida mejora en todos los sentidos. Todos deberían meditar unos minutos al día y trascender dentro de sí mismos, eso aportaría mucha paz en el mundo.
¿Por eso creó la fundación que lleva su nombre?
Sí, la creé para recaudar fondos para que cualquier niño o adulto que quiera aprender y practicar esta técnica pueda hacerlo aunque no tenga medios económicos para pagar la enseñanza.
Entre los bosques de Montana, donde nació hace 71 años, Lynch dio rienda suelta a su imaginación y descubrió el misterio que encierra la vida. Dentro de su fantasía había espacio para el miedo y para esa oscuridad que tantas veces ha mostrado en su trabajo. El artista menciona el sueño sobre todo cuando habla de su trabajo y el de los artistas que más han influido en él, como el pintor Francis Bacon y el director de cine Federico Fellini. “Cuando ves sus trabajos instantáneamente te pones a soñar. Tienen un tono inquietante, pero al mismo tiempo un gran humor en ellos. La idea central es que la vida es un lugar de oscuridad y confusión y uno se encuentra perdido en ella,” observa.
Usted llegó al cine a través de la pintura. ¿Cuándo se produjo ese paso?
Un día me encontraba en la clase de pintura de la Escuela de Bellas Artes de Pennsylvania, pintaba un paisaje de un jardín nocturno y de repente empecé a oír el rumor del viento y ver como se movía la pintura y me dije “una pintura que se mueve”. A partir de ahí hice una película de animación utilizando la técnica de stop motion, duraba un minuto. Desde entonces no he parado de hacer cosas en el mundo del cine.
¿Se siente cómodo en ese mundo?
Relativamente cómodo. Creo que para apreciar las cosas uno tiene que conocer todos sus aspectos, incluidos los más oscuros, porque cuanta más oscuridad puedas captar, mayor luminosidad podrás ver. Pero no piense por ello que me he convertido en un hombre feliz, porque todavía tengo momentos de frustración y de angustia. Es cierto que no soplan buenos vientos para el cine, como ocurrió en los años 60, los años de la Nouvelle Vague francesa o italiana, por ejemplo. Eran tiempos gloriosos para los cines de arte y ensayo, que hacían más taquillas que los cine convencionales. Era maravilloso ver cómo los cineastas experimentaban con nuevas técnicas y estilos de cine. Después todo cambió, ese cine desapareció y ahora se llama, “el negocio del cine”. El cine artístico puede verse durante semanas en algún teatro de Nueva York y luego pasa directamente a DVD o Blue Ray, lo cual es bastante deprimente.
¿Qué piensa de las críticas que ha recibido su obra a lo largo de los años ya que en más de una ocasión ha visto sacrificados por la censura varios de sus proyectos?
La mayoría de las veces la gente no entiende mi visión de las cosas.