Por Paz Mata
13/08/2018
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Entrevista a Cate Blanchett.. Hay actrices que desaparecen dentro de un personaje y actrices que hacen que un personaje desaparezca dentro de ellas. Esta estrella australiana consigue ambas cosas. Lo mismo da vida a la reina Elizabeth I de Inglaterra (Elizabeth) que se hace pasar por Bob Dylan (I’m not there). También consigue un Óscar encarnando a una de las más reconocidas e idiosincráticas figuras de Hollywood, Katherine Hepburn (El aviador).
La camaleónica actriz ha reinado en grandes producciones (El señor de los anillos, El Hobbit, Thor, Ragnarok). Pero se ha curtido en el cine independiente. Bien sea interpretando a la mala de la película (Atando cabos) o a una mártir (Victoria Guerin). Puede ser una pionera en el lejano oeste (Desapariciones). También puede ser una mujer desdeñada (Blue Jasmine). Al igual que Meryl Streep o Tilda Swinton, con las cuales tiene un cierto parecido físico, se mimetiza con su papel. A la par, derrocha sensibilidad, sensualidad, dureza, frialdad y vulnerabilidad.
¿Hay algo que Cate no pueda o no sepa hacer?
Últimamente la hemos visto por todas partes, lo mismo subida a un escenario de Broadway que encabezando el movimiento Time’s Up o el jurado del ultimo festival de Cannes; prestando su imagen para promocionar cosméticos de alta gama o representando al Alto Comisionado para Refugiados de Naciones Unidas o en sus visitas a los campos de refugiados sirios en Jordania y Líbano.
¿Hay algo que Cate no pueda o no sepa hacer? Parece que no. A ella le va eso de situarse al borde del abismo y buscar nuevos desafíos. Los dos Óscar (El aviador y Blue Jasmine) que tiene en su haber no le han hecho dormirse en los laurales, al contrario, significan una razón más para seguir por ese camino, encadenando rodajes y ensayos teatrales con intervenciones en distintos foros sociopolíticos.
De modo que robarle una hora de su tiempo a esta versátil e infatigable actriz es un acto de constancia. Conseguimos hablar con ella en Nueva York, después de su paso por Cannes y antes de recorrer Europa promocionando su ultimo trabajo, Ocean’s 8.
Más bella en persona que en la pantalla
Su entrada en el hall de un hotel de Manhattan, vestida por Stella McCartney, deja una estela de luz tras ella. Ninguno de los presentes se percata hasta que ha pasado de largo. Cate Blanchett es como una visión fugaz, que se materializa más tarde cuando te recibe efusivamente en una suite del hotel.
En persona es mucho más bella, si cabe, que en la pantalla. Una belleza difícil de reconstruir. Facciones angulares, nariz ancha, dientes desiguales. Una piel tan transparente que hacen que sus ojos, profundamente azules, asuman el protagonismo. Mantener ese esbelto, elegante y atractivo físico no parece que requiera ningún esfuerzo por su parte. Lo mismo ocurre con su trabajo.
«El fracaso forma parte de la evolución como artista. Es el deseo de mejorar lo que hace que siga en esta profesión»
-Después de unos años dedicada al teatro en Australia, ha vuelto al cine con tres películas que están pendientes de estreno. ¿Le teme al paro?
-Lo que temo es caer en satisfacer las expectativas de los demás, cosa que evito todo el tiempo. No estoy en esta profesión esperando que a la gente le guste lo que hago. Créame, soy una persona muy autocrítica y por ello hago cosas que supongan un riesgo para mí y he fallado muchas veces, pero eso es lo más excitante de mi trabajo. A pesar de los éxitos conseguidos yo trato cada papel que me llega como si fuera el primero y el último y eso hace que me empeñe más en hacerlo bien.
-¿Y al fracaso?
– El fracaso forma parte de la evolución como artista. Es el deseo de mejorar lo que hace que siga en esta profesión. Eso y el poder hacer, de vez en cuando, algo divertido, como ha sido el caso de Ocean’s 8.
-¿Que es lo que más le divirtió?
Para empezar, el trabajar con este grupo de extraordinarias actrices, de cualidades tan distintas, y la gran camaradería que reinó entre nosotras. Lo divertido de esta franquicia es que el plan tan meticuloso que tienen diseñado para el atraco es, por otra parte, un plan totalmente ridículo e imposible. Lo bueno es ver como consiguen escapar del atraco sin que las pillen. Además combina moda con humor, lo cual es muy divertido.
«Soy muy, pero que muy honesta. Soy una actriz»
-¿Sería usted una buena ladrona?
-Sería terrible (ríe). El sentimiento de culpa y de vergüenza no me dejaría vivir. Eso sí, cuando voy al supermercado me entran unas tremendas ganas de robar cosas pequeñas como chocolate y Altoids. Todas esas chucherías que exponen en las estanterías de las cajas donde vas a pagar. Pero no lo hago. Soy muy, pero que muy honesta. Soy una actriz (ríe).
Blanchett es una de las pocas mujeres en Hollywood con suficiente influencia como para llevar el peso de una película y para hacer que las cosas empiecen a cambiar en la industria del cine. Su participación en el movimiento Time’s Up, fundado por varias estrellas de cine con el objetivo de combatir los abusos sexuales, ha tenido una fuerte repercusión.
Una muestra de la visión de Blanchett sobre esto fue el acto reivindicativo que lideró en lo alto de la escalinata del Gran Teatro Lumiére, en el pasado festival de cine de Cannes. Allí, acompañada de 82 mujeres, todas trabajadoras del cine que representaban a las 82 mujeres directoras cuyas películas han competido en las 71 ediciones del festival, leyó un manifiesto en el que exigieron igualdad y diversidad real en los puestos de trabajo.
«Ser jurado del festival de Cannes… Un privilegio que una no se puede tomar a la ligera»
-¿Ha disfrutado presidiendo el jurado del festival de Cannes?
-Ha sido uno de los grandes privilegios que he tenido en mi vida. Sin duda ha sido una experiencia fascinante y de las más felices que he vivido en mi profesión. Como digo, es un gran privilegio ser elegida para dirigir un jurado en un festival de esta categoría. Pero al mismo tiempo es una gran responsabilidad. Es un proceso muy democrático.
-¿Tiene usted madera de líder?
-Eso lo tendrán que decir los miembros del jurado que trabajaron conmigo. Una de las cualidades más importantes que tiene que tener un líder es la de saber escuchar las opiniones de los demás y asegurarte de que todo el mundo puede expresarlas. En el caso de un jurado, no estamos ahí para juzgar, sino para elegir lo que nos parece mejor y eso es un proceso muy doloroso y difícil, como lo es el trabajo de un líder. Un privilegio que una no se puede tomar a la ligera.
«No es que la creatividad femenina esté adormecida, sino que no está suficientemente representada en festivales de cine»
-¿Qué esperanzas tiene de que se produzcan cambios en la industria del cine tras todos estos actos de solidaridad con las mujeres en los que ha participado en los últimos meses?
-Ya se están produciendo. Tras el acto en Cannes, el delegado general del festival y los responsables de la Quincena de Realizadores y la Semana de la Crítica firmaron la Carta por la Paridad y la Diversidad en los festivales de cine. Esas 82 mujeres que participamos en ese acto representamos una cifra ridícula si se compara con los 1.688 directores que han participado en la historia del festival de Cannes. Solo 12 mujeres han presidido el festival y solo una directora ha conseguido alzarse con la Palma de Oro. Estos son hechos claros e innegables.
Blanchett afirma que es preciso dar el paso para que se produzca el cambio. «El cambio sísmico que se necesita en esta industria y que sin duda hará que las cosas cambien en todos los demás sectores laborales. No conozco ninguna industria en la que exista igualdad salarial entre hombres y mujeres o no se produzcan abusos de poder. No se trata de un asunto político, sino de un asunto humanitario», asegura.
-¿Fue usted la que les instigó a firmar esa carta?
-No, ni mucho menos. Yo era una invitada en suelo francés y no fui allí exigiendo nada. El movimiento Time’s Up ya estaba presente en Francia como extensión del que surgió en Estados Unidos. Pero fue iniciativa de Thierry Fremaux y Pierre Lescure, representantes del festival, que junto con otros representantes de festivales de todo el mundo decidieron que ya era hora de que haya más mujeres presentes en los festivales. No es que la creatividad femenina esté adormecida, sino que no está suficientemente representada en festivales de cine. Por eso este compromiso supone un cambio muy positivo.
«Cuando salí de la escuela de arte dramático, nunca pensé que haría cine»
-¿Se ha sentido alguna vez ignorada u olvidada por los productores y estudios de cine?
-Cuando se me ha cerrado una puerta, mi instinto me ha llevado a olvidarme de esa puerta y buscar otra en otro sitio. Cuando salí de la escuela de arte dramático, nunca pensé que haría cine porque la gente no sabía qué hacer conmigo, no daba el físico requerido. Por eso decidí buscar pequeños papeles y tratar de hacer lo que pudiera con lo que tenía a mano. Era muy feliz haciendo teatro y lo sigo siendo. El teatro estará ahí siempre. Aun así, pienso que las cosas están empezando a cambiar en el cine y la televisión. Ya no es un tipo de físico el que se busca. Es la representación de todas las mujeres, cualquiera que sea su edad, raza o aspecto físico. No hay vuelta atrás.
La australiana, que ahora vive en Londres con su marido y sus cuatro hijos, tiene otros intereses más allá de las fronteras de la actuación. Elegida embajadora de buena voluntad de Naciones Unidas en 2016, Blanchett invierte parte de su tiempo visitando campos de refugiados, centros de salud y centros de acogida y ayuda a mujeres en situación de exclusión social.
«Creo que ahora es el mejor momento para practicar la noción de la caridad cristiana»
Últimamente, Blanchett estuvo en Bangladesh. Allí ha visitado centros de mujeres y en Líbano y Jordania. En esos lugares se reunió con refugiados y personas desplazadas por la guerra de Siria.
-¿Tiene mentalidad política?
-En los tiempos que corren es imposible no tenerla. Nos están dando por todas partes, estamos perdiendo el civismo y están amenazando nuestra moral. A veces las culturas tienen que tocar fondo para poder cambiar y eso es lo que está ocurriendo ahora. Pero yo soy positiva y creo que el positivismo es lo que planta cara al miedo y la adversidad.
El miedo y la adversidad es a lo que se enfrentan los emigrantes que huyen de países en guerra o de la hambruna. Se encuentra con las puertas cerradas de los países que se niegan a acogerles. Así está ocurriendo en Europa.
-¿Cómo ve la situación desde su posición de representante de la ONU?
-La crisis de refugiados es un problema global, como el cambio climático. Ningún país puede resolver este problema por sí mismo. Es responsabilidad de todos y el no ayudar es un acto de profunda irresponsabilidad civil. La Unión Europea ha hecho buenas cosas, pero actualmente está haciendo aguas y está abandonando el valor de la solidaridad. Por suerte mi país ha aumentado la cuota de acogida, pero no es suficiente. Yo no me considero una persona religiosa. Pero creo que ahora es el mejor momento para practicar la noción de la caridad cristiana.
«Me mueve la empatía y el construir puentes de diálogo»
-¿Se consideras una activista?
– No creo que sea mi papel decirle a la gente lo que tiene que pensar. Pero lo que me mueve como actriz y como persona es averiguar qué es lo que incita a la gente a pensar o hacer ciertas cosas. Me mueve la empatía y el construir puentes de diálogo. Creo que esa es la función de las artes, crear conexiones entre lo posible y lo imposible. Me gusta estar involucrada en el mundo, de otra manera me dedicaría a otra profesión.
-Cine, teatro, filantropía, política y familia numerosa. ¿Cómo consigue organizar su apretada agenda?
-Es como una operación militar. Se requiere mucha disciplina, dotes organizativas, mucha energía y sobre todo pasión por lo que haces. Claro que sin la ayuda de mi marido (el productor y autor teatral Andrew Upton) no podría llevar a cabo la mitad de las cosas que hago.
«Cuando se trabaja y se vive en esta atmósfera artística en la que vivimos nosotros tienes que tener muy claro si esto de verdad te apasiona»
-Forman ustedes una de las parejas más estables del panorama artístico. ¿Qué es lo que les mantiene unidos?
-Mi marido es el mayor premio que me ha dado la vida y como resultado de ello, mis hijos. Lo que nos mantiene unidos es el profundo respeto y admiración que sentimos el uno por el otro. Entre nosotros no hay celos ni competencia, al contrario, nos apoyamos mutuamente en todos nuestros intereses y pasiones. Amamos nuestro trabajo pero eso no lo es todo. También ayuda el que nos lo pasemos muy bien juntos, nos reímos mucho.
-¿Ayuda el hecho de que no vivan en Hollywood?
-Creo que el índice de divorcios es parecido en Hollywood, en Australia e Inglaterra, que es donde vivimos actualmente. Recuerdo que una de las primeras veces que visitamos Estados Unidos hicimos un viaje en coche atravesando el país y cada vez que veíamos esos grandes carteles en la carretera que dicen 1-800 Divorce (ríe) nos entraba la risa y nos decíamos: “esperemos que nunca tengamos que llamar a ese número. No lo hemos hecho todavía (ríe).
-¿Han expresado sus hijos algún interés por seguir el camino artístico de sus padres?
-Cuando se trabaja y se vive en esta atmósfera artística en la que vivimos nosotros tienes que tener muy claro si esto de verdad te apasiona porque son muchos los altibajos por los que pasan los artistas. Mis hijos son todavía pequeños, pero cuando llegue el momento, la decisión la tomarán ellos y nosotros la respetaremos y apoyaremos. Tanto Andrew como yo tratamos de educarles en todo tipo de campos y actividades culturales y artísticas, tanto el teatro y la música como en el arte. En casa hablamos de casi todo con ellos, pero como todos sabemos, los hijos, sobre todo cuando entran en la pubertad, rechazan lo que les dicen sus padres. Lo que nos gustaría conseguir, aunque sea difícil, es que ellos piensen por sí mismos y no por lo que digan los demás.
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