Una amplia investigación encontró que los cambios en el medioambiente y el estilo de vida están contribuyendo a un aumento sorprendente de alergias. Se estima que entre el 30 y el 40% de la población mundial ahora tiene alguna reacción en su sistema inmunitario.
Cada vez más personas presentan afecciones respiratorias (asma) y rinitis alérgica, también conocida como «fiebre del heno» con síntomas parecidos a los de un resfriado: picazón en los ojos, congestión, estornudos y presión en los senos paranasales. También alergias en la piel (contacto con perros y gatos), al polen, a los ácaros, al polvo, y a los alimentos, intolerancia al gluten, a los lácteos, al maní, entre tantos otros.
Millones de personas tienen una alergia lo suficientemente grave como para poner en peligro activamente su salud. Aún más preocupante: en la última década la cantidad de personas diagnosticadas con alergia ha aumentado constantemente. Una carga médica cada vez mayor para las personas, las familias y los sistemas de atención médica.
La antropóloga médica Theresa MacPhail es alérgica y su padre murió por una picadura de abeja. Circunstancias que la animaron a estudiar el porqué de estas reacciones, su crecimiento y su comprensión. Finalmente, escribió ‘Allergic: Our Irritated Bodies in a Changing World’ (Alérgico: nuestros cuerpos irritados en un mundo cambiante).
El libro es un examen holístico de las alergias, dice Harvard Book Store. Desde su primera descripción médica en 1819 hasta el alucinante desarrollo reciente de productos biológicos e inmunoterapias que están dando esperanza a los pacientes más gravemente afectados.
La población mundial con más alergias
En busca de la historia de las alergias y su creciente posicionamiento en la población mundial, Theresa pasó tiempo con expertos, pacientes y activistas. Escaló un techo con un controlador de la calidad del aire que cuenta diligentemente el polen a mano durante horas todos los días. Conoció a una madre que luchaba por usar los beneficios de WIC para su hija con alergias alimentarias graves. Habló con médicos en algunas de las mejores clínicas de alergias del mundo. Y discutió los problemas interrelacionados del cambio climático y la contaminación con biólogos que estudian las alergias respiratorias estacionales.
Destacó en sus páginas cuán porosos e interconectados están nuestros cuerpos con nuestros entornos cambiantes. Por ejemplo, las emisiones de los camiones diésel pueden ayudar a llevar el polen a lo más profundo de los pulmones. Lo que puede explicar parcialmente por qué las personas que viven junto a las carreteras principales tienen muchas más probabilidades de desarrollar asma.
Esta es la historia de las alergias. Qué son, por qué las tenemos y qué podría significar sobre el destino de la humanidad en un mundo cambiante. «Comprender qué nos irrita y por qué, nos ayudará a crear mejores entornos en el futuro», reseña la editorial Penguin Random House’s.
«Probablemente hayas escuchado que no dejamos que los niños coman suficiente tierra. No están rodeados de suficientes gérmenes. Hemos visto que las personas que envían a sus hijos a las guarderías apuntan que algo allí que también es protector», dijo MacPhail.
Otras explicaciones del aumento de las alergias incluyen el cambio en nuestras dietas. Más alimentos procesados y menos fibra, lo que afecta a nuestros microbiomas. También existe un vínculo entre las alergias y la exposición a las toxinas ambientales.
Afecta la calidad de vida de las personas
El interés de MacPhail en las alergias es personal. En agosto de 1996, su padre viajaba en un automóvil en la zona rural de New Hampshire cuando una abeja voló hacia su ventana abierta. Lo picó en el cuello provocándole una reacción alérgica. «En poco tiempo, las células de mi padre solo emitían histamina. Mi papá comenzó a tener problemas para respirar… Su cuello comenzó a hincharse… En 30 minutos estaba muerto», contó.
MacPhail señala que lo sucedido a su padre es un ejemplo de cuán extrema puede ser la reacción del cuerpo a un alérgeno. A ella le gustan las células inmunes, cuyo trabajo es escanear objetos extraños (como polen de árboles o veneno de abeja) y tomar decisiones en una fracción de segundo sobre si eso está bien o no.
Si bien la mayoría de las reacciones alérgicas no son mortales, MacPhail dice que independientemente de cuán leve o grave sea una alergia, afecta la calidad de vida de una persona. Podría significar gastar mucho dinero en tratamientos como antihistamínicos o alimentos libres de alergias, purificadores de aire o no sentirse bien.
«La mayoría de la población mundial con alergias leves no duerme bien, por lo que su sueño se ve afectado, por tanto no son tan productivas. Su salud mental sufre. La mayoría de las personas con una alergia moderada tienen algún tipo de depresión o ansiedad. Y eso es una correlación, no una causalidad. Pero si constantemente te falta sueño y no te sientes bien, esto cobra un peaje después de una cierta cantidad de tiempo», explicó.
Convivir en granjas resulta protector
MacPhail hace referencia al investigador británico David P. Strachan. Analizó todos los factores involucrados en el desarrollo de una alergia. Lo que encontró fue que en las familias que tenían varios hijos. Los niños más pequeños tenían tasas mucho más bajas de enfermedades alérgicas.
Entonces postuló que eso probablemente se debía a que tenían hermanos mayores que se enfermaban mucho. Y traerían a casa todas estas bacterias y virus. Los más pequeños estarían expuestos a un montón de cosas a las que quizás los mayores no tuvieron la misma exposición. Había algo en ser el más joven que era protector. Probablemente sea la misma teoría de que te expones a más gérmenes día a día y que, a una edad temprana, es realmente útil. Te ayuda a entrenar tu sistema inmunológico para que no sea hipersensible cuando el niño crece.
Alrededor de 3 años de edad, el sistema inmunológico está configurado y es muy difícil cambiarlo, pero es muy maleable antes de ese punto. Por lo que las exposiciones tempranas parecen ser tan protectoras.
Los estudios se realizaron en Suiza y Alemania, donde estudiaron a niños que estaban expuestos regularmente al polvo en establos de animales. «Los animales parecen ser un componente clave. Si vives en una granja con ganado y eres un bebé y tu mamá te lleva dentro y fuera de este establo donde hay cerdos y vacas y patos y perros y lo que sea, tiendes a tener bajas tasas de sensibilización y de respuesta alérgica en esos niños una vez que crecen”, argumenta.