De respetados y elogiados a ser despojados de su autoridad e incluso ninguneados en poco más de dos décadas. La sociedad parece haber encontrado en el profesor al culpable perfecto para todos los males del sistema educativo. Cada vez que asoma el informe PISA u otro indicador, el docente vuelve al punto de mira y los que hace años eran ‘severos’ y ‘exigentes’, hoy son tachados de ‘acomodados’ e incluso ‘vagos’, perseguidos por el recurrido mantra de los “tres meses de vacaciones”. Pero, ¿cómo se ha llegado hasta aquí?
Como meros espectadores, la mayor parte de los profesores ha visto pasar una ley tras otra, así hasta siete desde la llegada de la democracia, sin que su situación se abordase. “Se han olvidado de los docentes. Éste ha sido uno de los grandes déficits del sistema educativo. Las reformas se han centrado en medidas académicas: que si se pasa de curso con una asignatura o con tres, que si tiene más peso el Estado que las comunidades, que si la organización curricular… Pero no se ha abordado la política del profesorado y los docentes de hoy no tienen nada que ver con los que se reclutaron en el siglo pasado. La globalización, las nuevas tecnologías… todo ello implica nuevos modos, nuevas formas, nuevas metodologías”. El que habla es Nicolás Hernández, presidente del sindicato de enseñanza ANPE.
“Este debate no es nuevo”, revela, lleva años en las agendas de los protagonistas. “Todas las leyes reconocían la necesidad de establecer una política efectiva del profesorado, pero ninguna la ha desarrollado”.
Después de 37 años arrastrando el CAP, actualmente un licenciado con un máster de 60 créditos (un año) puede acceder a la profesión docente de Secundaria en cualquiera de sus especialidades. Si se pone sobre la mesa la recurrente comparación, en Finlandia sólo un 10% de los que se presenta consigue entrar en una carrera de tres años que se completa con un máster de dos. Si se extrapola a las notas: se necesita más de un 9 en bachillerato y superar una reválida.
“El gran problema es que nunca se ha tomado en serio la formación inicial docente en España. Antes teníamos el CAP, que no valía para nada, y ahora o bien se incluyen los estudios de Magisterio o si es Secundaria, se realiza un máster. Ninguno de los casos tiene éxito porque no hay práctica. Hay que aprender a dar clases, dando clases”, analiza José Antonio Marina, autor del Libro blanco sobre la profesión docente, encargado por el Ministerio de Educación y que ha puesto sobre la mesa el ‘MIR educativo’.
“Esta opción parece haber despertado la simpatía de tres partidos –PP, PSOE y Ciudadanos–, según el mismo Marina, al igual que la formación permanente. De hecho, desde el punto de vista socialista, José Miguel Pérez, en el documento titulado Hacia un nuevo modelo de profesionalidad docente para el siglo XXI también recomienda un MIR similar.
Esta iniciativa tampoco disgusta a los profesores. “Puede ser una buena herramienta de selección, pero antes del MIR hay que cambiar su formación. Hay que definir qué tipo de enseñanza queremos, diseñar lo que es la identidad de la profesión, las características, un código deontológico, el modelo de función pública docente, la selección y, una vez que se seleccionen, entonces ya hablamos de una carrera motivadora”, evidencia Hernández.
El presidente del sindicato ANPE señala dos cuestiones más que no hay que olvidar: en estos momentos hay 500.000 profesores en la enseñanza pública y otros 100.000 interinos. “Es preciso pensar en un plan para ellos, en una transición. El estatuto docente tiene que partir de unos derechos adquiridos”. Y la otra cuestión: “Oiga, a mí se me exige que sea el mejor, pero si me voy a otra carrera me van a pagar tres veces más. Todo requiere un equilibrio”, apunta.
Con respecto al segundo planteamiento, tanto José Miguel Pérez como José Antonio Marina están de acuerdo en que la profesión tiene que tener un sueldo acorde con su trabajo. De hecho, en los planes de ambos se incluye que los dos años de prácticas sean remunerados.
La evaluación del docente
Menos definida está la cuestión de los docentes en activo. Pérez explica que ese tema tendría que hablarlo con los sindicatos, mientras que Marina plantea: “El problema es que tenemos que reparar el avión estando en vuelo y por eso hay que insistir en que los funcionarios actuales tienen que reciclarse y en que tendrán que seguir los cursos especiales en un proceso de adaptación unido a algo que ha levantado muchas ampollas: tienen que ser evaluados, como se hace en otros países. Por lo tanto, a los profesionales que no estén lo suficientemente capacitados o que no se lo tomen en serio, habrá que darles un toque de atención y, al mismo tiempo, premiar a los que lo hacen bien”. Una propuesta que plantea dudas, teniendo en cuenta que hablamos de profesionales con un puesto fijo.
Pérez no está de acuerdo con este sistema y replica que “no se trata de un problema de premio o no premio. El desarrollo de una profesión docente de excelencia y de calidad es mucho más profundo. El premio son las recetas fáciles que no tienen nada que ver con las soluciones”. No obstante, el socialista no está en contra de las evaluaciones, de hecho incorpora dentro de su propuesta, “la evaluación de la mejora en el desempeño y la adecuación al nuevo perfil y la formación continua (que también incluye Marina en su libro).
La evaluación tampoco es rechazada por el presidente de ANPE, “pero a ver qué tipo de evaluación. Ni los químicos, ni los médicos se someten a examen cada dos años”.
A este conglomerado se ha sumado “la crisis de valores” de la sociedad que, según la profesora Luisa Juanatey, comenzó con la LOGSE (1990) y desembocó en la desautorización del docente. En su libro Qué pasó con la enseñanza. Elogio del profesor explica que llegó un momento en el que padres y alumnos olvidaron los límites a la hora de exigir y los docentes empezaron a aprobar más de lo debido. En su obra, Juanatey pone sobre la mesa una vivencia esclarecedora: “Recibí la visita de un padre después de que su hijo protestase por haber obtenido un dos. El padre, tras releer la prueba, no tuvo ninguna duda: ‘Yo le habría puesto un cero’”.
Con este caldo de cultivo, Nicolás Hernández es consciente de la urgencia de un plan efectivo, pero considera injusto el trato que se está dando al colectivo, “el profesorado ha salvado al sistema educativo en estos años de recortes insostenibles”, asegura.
Para situarnos: en los últimos cuatro años han perdido su empleo más de 50.000 profesores, según ANPE (el ministerio habla de 24.000), generándose a su vez una espiral de precariedad bajo el manto de la interinidad. Actualmente hay cerca de 100.000 interinos (el 20%) y muchos tienen contrato de media jornada o incluso de un tercio. ¿Su sueldo? Algunos no superan los 600 euros al mes. Van de un centro a otro, pasan de 2ºB a 3ºC para terminar en 1ºA… impartiendo una asignatura distinta cada día.
No hay que olvidar el aumento de las ratios en el aula (25 alumnos en la ESO, uno más que la media europea, según la OCDE), del número de horas lectivas del profesorado (713 al año, mientras la media en Europa es 694); la eliminación de complementos… consecuencia todo ello de los Reales Decretos 14/2012 y 20/2014.
La enésima piedra en el camino de los docentes la pone sobre la mesa José Miguel Pérez. Se trata de la discordancia entre lo que demanda el sistema laboral y lo que forma el educativo. Pérez hace hincapié en cómo el sistema actual de formación inicial del profesorado se ve lastrado por la falta de correspondencia entre los estudios universitarios cursados y las especialidades docentes. “Esta desconexión se ve agravada por el gran número de materias de Secundaria, que hace que la mayoría del profesorado se vea obligado a impartir varias materias afines a su especialidad para las que carece de formación específica”.
El dirigente socialista pone un ejemplo: “Yo soy profesor de una facultad de Geografía e Historia y de ahí salen titulados en Geografía o en Historia. A estas personas cuando se presentan a unas oposiciones les piden Geografía, Historia, Historia del Arte… Pero es que el graduado en Geografía apenas ve formación en Historia, y al contrario”.
Y para finalizar: la encorsetada metodología, la esclavitud que marca el temario y la poca independencia de la que gozan profesores y centros. “Los libros de texto no son una ventana al mundo, son una mochila”, ha llegado a afirmar César Bona, español nominado Global Teacher Prize.