Está claro que la transición de las energías fósiles hacia las renovables es un hecho. Se espera que 2050 la energía solar ocupe entre 20% y 60% de la producción energética total, llegando incluso hasta el 90% en algunas regiones específicas. Sin embargo, el prometedor futuro de la fotovoltaica no está exento de inconvenientes medioambientales y de los suelos.
Un estudio interinstitucional, publicado en Scientific Reports, pone el dedo en la ocupación de tierras para la creación de parques fotovoltaicos. Sostiene que “inevitablemente supondrá cambios en el uso del suelo. Pérdida de la biodiversidad debido a la mortalidad directa de fauna y flora y, consecuentemente, un aumento en las emisiones de carbono”.
Expertos de la Universidad de Valladolid (UVa) participaron en el análisis. Junto al Basque Centre for Climate Change (BC3) de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y del Joint Global Change Research Institute.
Analizaron las necesidades futuras de terrenos para la instalación de plantas solares y cuantificaron el impacto que tendrían en Europa, India y Japón/Corea del Sur. Por haber sido consideradas estas zonas geográficas como potencialmente vulnerables.
“El punto de partida del estudio es que las energías renovables, en general, utilizan mucha más superficie que las fósiles. Por cuanto estas son depósitos de energía concentrada bajo tierra. Mientras que las renovables necesitan gran cantidad de superficie para producir la misma cantidad de energía”, explica Íñigo Capellán, investigador del Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas (GEEDS)de la UVa.
Las energías fotovoltaicas demandan más suelos
La producción de fotovoltaicas exige una cantidad muy amplia de suelos, y esto genera preocupación sobre la sostenibilidad de este tipo de energía.
Señala el estudio que habrá un cambio del uso de la tierra, cuando la creación de parques fotovoltaicos. Hará que la producción de alimentos o la ganadería extensiva se desplace a tierras que previamente eran, por ejemplo, superficies forestales. Esto generará las emisiones de gases de efecto invernadero que se pretenden eliminar.
Por ello, sugieren los investigadores, que es muy importante tener en cuenta la cantidad de superficie ocupada en cada territorio por placas solares.
Según los resultados obtenidos de la exploración, los parques solares ocuparán mayoritariamente suelos dedicados a la agricultura o la silvicultura.
Esta ocupación significará un cambio en el uso de las tierras en los países afectados, pero también en muchos otros que nada tienen que ver con la implementación de estos parques solares. Por cuanto la necesidad de productos agrícolas seguirá existiendo. Entonces habrá que buscar otras localizaciones con terrenos disponibles para la agricultura y silvicultura.
Ante esta situación, existen diferentes modelos de gestión del suelo. Los que permitirían el uso exclusivo para la producción energética. O el modelo mixto en el que se usen como parques fotovoltaicos y, al mismo tiempo, existiese algún tipo de actividad agrícola. Sin embargo, todo apunta a que este segundo modelo será el menos implementado.
Emisiones de carbono más pequeñas que en las fósiles
La transición hacia las energías renovables, como vemos, no está exenta de dificultades. La pérdida de biodiversidad y el cambio en el uso de los suelos, acompañan las bondades de las fotovoltaicas
Otra de las dudas que sobrevuelan a esta transición es el modelo que ha de seguirse para su implantación. ¿Sería mejor que las placas fotovoltaicas se localicen juntas en grandes parques solares? ¿O por el contrario, donde pudiesen instalarse en pequeñas superficies?
Lo recomendable sería instaurar un modelo con placas fotovoltaicas urbanas que permitieran un cierto nivel de autoconsumo. Y se completara con la existencia de algunos parques solares.
Como explica Capellán, “económicamente es más rentable tener una planta grande que cien pequeñas. En los grandes parques será posible obtener beneficios derivados de las economías de escala. Mientras que en las casas o superficies pequeñas los costes y los problemas se multiplican”.
Sostienen los investigadores que la clave para lograr la transición reside en la planificación y en la localización de las plantas. Así como en la gestión de la tierra de estas nuevas infraestructuras intentando de esta forma reducir las emisiones indirectas de carbono.
Este estudio, estima que la energía solar supondrá una generación de emisiones de CO2 mayor de la que se estimaba hasta ahora. Pero aun así muy pequeñas en comparación con otras energías renovables como la biomasa, y por supuesto, ínfimas respecto a los combustibles fósiles, ya que representarán menos de un 5%.
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