Por higiene y buenos modales, las encuestas y estudios de opinión pública en general no deben estar en manos del Estado, tampoco del Ejecutivo central o de administraciones regionales. Hace mucho que las encuestas sesgadas arrastran una creciente pérdida de credibilidad. Las no sesgadas sufren el mismo mal. Si las hace el Gobierno o una institución cualquiera del Estado, hay muchos más motivos para la desconfianza.
En general, la encuestas con fines electorales están tan desprestigiadas como los focus group que estuvieron de moda en los medios de comunicación que trataban de incrementar su audiencia o lectoría. Lo peor es que no se avizora que estén en camino de recuperarla. Si bien pueden ser útiles en el mercadeo o marketing, para ganar votos son un paso más allá de inútiles. Su utilidad es estratégica. Explorar caminos o descubrir tendencias, pero no para pronosticar resultados un mes antes de las elecciones. Y menos en tiempos de COVID-19
No hay duda alguna de que los anacronismos siguen con vida en la política española entre alardes de modernidad y coqueteos con la posmodernidad. El populismo, no es un secreto, no ha pasado de moda entre quienes tienen la política como medio de vida. Basta escuchar a los diputados y pasar revista a los tertulianos, y a los noticiarios. Es como volver al siglo pasado, pero con tacos a discreción.
Después de escuchar, ver y leer la importancia noticiosa que se le ha da a una encuesta con los resultados de siempre, que uno u otro puede ganar o perder, y que si ocurre esto o lo otro veremos que fulano gana, como si de un partido de fútbol se tratase, habría que decir que la verdad está en la palabra que utilizan los medios para referirse a los resultados del organismo que dirige por José Félix Tezanos, el CIS. Mientras, la desconfianza va encontrando abrigo y calor en la ciudadanía, en los votantes que son los que deciden.
Veamos, ya no se trata de una pregunta trucada del tipo donde digo Diego, sino en la manera escalofriante en que se emplea el verbo “dar”. Así leemos: “Tezanos da un empate entre izquierda y derecha” o “Tezanos deja a Voz al borde de quedar fuera de la Asamblea de Madrid”. Como si fuera Tezanos o el CIS el que otorga el plácet y decide puesto de llegada de cada uno. Vamos, que son los electores los que quitan, ponen o dejan fuera, no Tezanos, que ni haciendo honor a su afinidad con el otro Félix, el Gato, puede sacar triunfos del bolso mágico. Es un ilusionista de papel, solo le da caña a los tertulianos a las primeras páginas de medios que son parte de una historieta de baja calidad. Descolorida, pese al abuso del encarnado.
Algunos colegas, sin embargo, se preguntan si la encuesta divulgada por el Centro de Investigaciones Sociológicas es confiable, y seguidamente detallan que debió ser corregida la presunta errónea atribución de los escaños y que, “al no corregirse, generan desconfianza en la ciudadanía”. Yo, con corrección o sin ella, solo le tengo desconfianza. Mi percepción es, vistos los números, que no solo el retroceso de la izquierda es palpable, sino que Tezanos, con su técnica, quedó para confundir, crear fantasmas o hacer ruido para espantar timoratos. Hasta ahí fumea. No hay ningún empate técnico, es apenas un anémico espejismo.
Después del linchamiento que han pretendido perpetrar contra Isabel Natividad Díaz Ayuso, solo les queda crear confusión y sobrevalorar un supuesto empate técnico, ilusiones que no empreñan. Falta exactamente un mes para tener la fotografía real, y no será una instantánea del tipo Polaroid, sino un daguerrotipo de proceso lento. Empezó a grabarse cuando Díaz Ayuso se posesionó como presidenta y cada vez la imagen es más nítida, y más fuerte. Gobernar en función de los ciudadanos no de cálculos ni de ensueños.
Díaz Ayuso es una mujer normal, y por normal ha hecho un gobierno fuera de lo normal. Ha asumido riesgos y ha reconocido fallos, mientras los otros, sin esperar su primera medida de gobierno, empezaron la lluvia de descalificaciones, las acusaciones, las burlitas detrás de las celosías y las cargas de profundidad. Pasquines más, pasquines menos, a Isabel Díaz Ayuso le han cargado la mano sin delicadeza. Sin pudor, y sin puntería, le han tirado a matar. Ahora, desenroscadas las artimañas del voto de censura, pretenden mostrar como un triunfo determinante un empate técnico que llamarlo “prefabricado” sería un abuso de decencia y caballerosidad.
Hace dos años, Tezanos y el CIS daban al PSOE, Más Madrid y Podemos el 52% en su encuesta preelectoral. Alcanzaron 47,6%. Ahora llevan dos años haciéndole la vida imposible a los madrileños. Cerrándoles sus centros de trabajo, impidiéndoles la libre movilidad y equivocándose: un día desaconsejaban la mascarilla y al otro la hacían de uso obligatorio. Los madrileños tienen cuentas qué cobrar, pero haberlos abandonado en plena pandemia por politiquería fue el límite.
Las encuestas no ganan elecciones. Crean inquietud y ayudan a afinar las estrategias, pero no son garantía de nada. Asustan a los perdedores, sí, pero de ese barro no están hechos los madrileños. Isabel Díaz Ayuso, con el Gobierno central a contravía, afrontó la pandemia de COVID-19 con efectividad, «habló con quien tuvo que hablar y buscó lo que tenía de buscar».
Ahora han desvelado con particular cizaña que habló con funcionarios rusos para adquirir la vacuna Sputnik V, como si buscar soluciones fuese una traición. En el Hospital Isabel Zendal se aplican 1.000 vacunas por hora y se sigue acelerando el ritmo, pero los activistas de Pablo Iglesias y el propio exvicepresidente-candidato solicitan el cierre del centro de vacunación por ser “incompatible con un mínimo de decencia”.
Nombrar es palabra es indecente después de haberse puesto la camiseta con los ojos de Chávez y gritar “Chávez vive, la lucha sigue”. Es como escupir la hostia o pegarle a la madre. Hay palabras que están prohibidas para los políticos que no ofrecen disculpas por sus pifias y equivocaciones. Mucho menos por sus malabarismos ideológicos. Siguen en lo suyo, escurriendo sus peores pecados acusando a los otros de nazis o fachas. Insisten, y se lo creemos, en que son comunistas, marxistas, leninistas, puros como Stalin, pero demócratas. No me jodas.
Habrá elecciones y lo madrileños votarán por situaciones concretas y soluciones reales. Ya pasó el tiempo de los sueños perfectos, es hora de ponerse a trabajar como lo hace Díaz Ayuso.
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