Continuamos con nuestro análisis de las seis conferencias dictadas por Isaiah Berlin a través de la BBC de Londres-Radio [1952]. Hemos estudiado a Helvetius, Rousseau, Fichte y Hegel. Toca el turno al conde Henri de Saint-Simon, el más grande de todos los profetas del siglo XX. “Tanto por cándido como por monomaniático”, apunta Berlin.
“Sus escritos y su vida fueron confusos y hasta caóticos. Durante su vida se le consideró un lunático inspirado. Escribió mal, con chispazos de intuición mezclados con inmensos párrafos de imágenes ingenuas y fantásticas. Su reputación creció póstumamente”. Karl Marx, que tanto tomó de él lo relegó a las filas de los llamados socialistas utópicos y pocos le estudiaron seriamente.
El padre del anti-laissez-faire (no dejar hacer)
Saint-Simon es el padre de la interpretación tecnológica de la historia. Fue el primero en definir las clases en el sentido moderno como entidades sociales económicas, dependientes de manera directa del progreso de la tecnología, del adelanto de los modos en que la gente obtiene, distribuye y consume los productos. Saint-Simon es el primero en llamar seriamente la atención sobre los factores económicos en la historia.
Berlin reconoce en Saint-Simon un hombre intuitivo, adelantado a sus tiempos. “Cada vez que se habla de una sociedad planeada, de una economía planeada, de una tecnocracia, de la necesidad de lo que los franceses llaman dirigisme, anti-laissez-faire; [antiliberal] por doquiera que hay un New Deal, dondequiera que hay propaganda en favor de aplicar las ciencias económicas en beneficio de la sociedad y en favor de un Estado planeado y centralizado, hablamos de los manuscritos de Saint-Simon”.
Saint-Simon inventó el concepto del gobierno de la sociedad por élites, utilizando una moral doble, de la que se valió Marx. Es casi el primer pensador que afirma: “Es importante que la sociedad no sea gobernada democráticamente, sino por élites o personas que comprendan las necesidades y posibilidades tecnológicas de su época”.
La historia de los hombres vivos, según Saint-Simon
Para Saint-Simon, la libertad civil, los derechos humanos, derechos naturales, democracia, laissez-faire, individualismo o nacionalismo son aspiraciones incompatibles con la idea “que los sabios deben dirigir la sociedad”. Para él la democracia es una quimera porque “el autogobierno es una imposibilidad”. Es el primero en poner en claro que “la historia es una historia de hombres vivos tratando de desarrollar sus facultades lo más rica y polifacéticamente posible”.
Poco le importará a Saint-Simon si son dictadores, señores feudales, reyes o autócratas. Así de pragmático, de elástico y de utilitario es. “Los juicios dogmáticos sobre la Edad Media como periodos de tinieblas, de ignorancia, prejuicio y superstición; como épocas de vacío, de hechos detestables y despreciables en comparación con la aurora de luz del racionalismo del siglo XVIII, supone una visión profundamente ahistórica y absolutamente insostenible”, sentenció. En cada época hay un modelo o cadena de poder. Existen los que importan y los que no importan. Los que representan lo que vendrá, lo nuevo, y los que representan lo que está pereciendo, lo viejo.
Los ociosos y los laboriosos
La humanidad para Saint Simón se divide en dos grandes clases. Los ociosos y los laboriosos, los oisifs y los producteurs. Los llama los indolentes y los trabajadores. “Ante todo, debemos tener profesionales y no simples aficionados. La pobreza se debe siempre a la incompetencia, y debemos reemplazar al incompetente por una planificación concertada, por lo que necesitamos un plan industrial centralizado para la sociedad”, argumentaba.
El laissez-faire [dejar hacer] conduce al caos absoluto. Es totalmente imposible lograr que se haga algo a menos que lo hagamos jerárquicamente. Propone “una cadena neofeudal, con banqueros en la cima, industriales un poco por debajo, ingenieros y técnicos más abajo, y luego los artistas, pintores y escritores”. Hoy esa pirámide está invirtiéndose y el creativo-tecnológico va a la cabeza.
Entonces, ¿qué es libertad para Saint-Simon? ¿Qué hay de la libertad, de la libertad real, de la libertad civil, de la libertad de los seres humanos para hacer lo que deseen dentro de una esfera limitada? Berlin comenta: “Saint-Simon hace vibrar una nota más fría, pues en realidad estaba en contra de la libertad”.
El uso arbitrario del poder no afecta mucho. “A los hombres pequeños, la clase baja, la clase más numerosa y pobre de la humanidad [sin la cual no puede efectuarse ninguna reconstrucción de la humanidad], no les preocupa la libertad, les aburre la justicia”, dictamina. Como lo diría el pensador socialista ruso Chernichevski, “lo que la gente desea no es parlamento, libertad y derechos; éstos son anhelos de la burguesía. La gente demanda pan y botas”. Aquí reposa la monomanía de Saint-Simon, quien concibe al ser humano como tontos maleables y emocionales.
En ese orden utilitario de “satisfacción de necesidades y distribución de poder”, algunos gobernantes decidieron dar pan y botas al pueblo, más que libros y togas. Ese es “el corolario” de Saint Simon. Alertar sobre aquellos de apariencia liberal “que se convierten en el estribillo común de todos los duros partidos de izquierda, y desde una narrativa de patria, socialismo o muerte, cimientan un régimen de vivos, donde ellos van de viandas, dominio y oliva, mientras el pueblo mendiga pan duro y anda con botas sin suelas.