El sobrepeso de la población es un asunto recurrente en el Reino Unido. Varios gobiernos han intentado reorientar los hábitos alimenticios con restricciones reales y otras que se han quedado solo en el intento. En plena pandemia de la COVID-19 y con medidas de confinamiento, el primer ministro Boris Johnson estudia qué medidas tomar para frenar la obesidad. Se repite que incluirá la prohibición de transmitir en la televisión publicidad de comida chatarra antes de las 21:00 horas.
Sin superar totalmente las crisis de salud generada por el coronavirus, el gobierno manifiesta interés en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos británicos. Además, en línea con la creciente evidencia de que las personas con sobrepeso corren mayor riesgo de contagiarse con el SARS-CoV-2.
Las medidas no se han concretado. El debate se mantiene en el equipo de gobierno y con los representantes de las grandes cadenas de comida rápida. Sin embargo, es probable que se establezca una prohibición de los anuncios de alimentos poco saludables. Y se limite la promoción en los medios de comunicación masivos.
Los ministros analizan otras medidas contra la obesidad. Una sería la exigencia de colocar un etiquetado más llamativo a los alimentos y bebidas con altos niveles de azúcar o sal. Otro sería colocar las calorías de los platillos en las cartas de los restaurantes.
Un líder de la industria alimentaria dijo que la medida sería una «bofetada» para el sector y marcaría un cambio en la postura de Johnson, quien previamente criticó los impuestos a los alimentos con alto contenido de sal, grasa y azúcar. En ese entonces el primer ministro británico describió sus puntos de vista sobre la lucha contra la obesidad como «libertarios».
Luego de su convalecencia por la COVID-19, que lo llevó a una Unidad de Cuidados Intensivos, Johnson modificó su posición sobre las intervenciones del Gobierno en los asuntos que como la salud afectan a la población.
«He tenido una postura muy libertaria sobre la obesidad, uno de los factores de comorbilidad reales. Perder peso es una forma e puede reducir su propio riesgo de coronavirus», admitió.
En el Reino Unido estudian contener publicidad de comida chatarra
Un mapa elaborado por History in a Nutshell en 2019 indica los países europeos con mayor y menor índice de sobrepeso. Suiza, Dinamarca e Italia reportan unos indicadores de obesidad que no superan el 20%. En el lado opuesto de la balanza se encuentran Turquía y el Reino Unido, con el mayor número de personas gordas.
En Inglaterra el 27,80% de la población tiene sobrepeso, es decir, que su índice de masa corporal es superior a 25 (el rango normal está entre 18,5 y 25). Pero es Turquía el lugar que concentra el porcentaje mayor de personas obesas: un 32,10% de su población.
Además, la institución Cancer Research UK ha exhortado al gobierno británico en varias ocasiones, a reducir la obesidad. Un estudio de esa organización, revela que la obesidad se relaciona directamente con cuatro tipos de tumores: intestino, riñón, hígado y ovario.
La investigación indica que el exceso de peso provoca alrededor de 1.900 casos más de cáncer de intestino al año que fumar en el Reino Unido. El mismo patrón se repite con el cáncer de riñones, con 1.400 casos más causados por obesidad que por el tabaco. Y 460 en el caso del cáncer de ovarios y 180 en el de hígado.
Historia conocida
Las estrategias para aminorar estas cifras en el Reino Unido vienen asomándose desde hace algunos años. David Cameron, respaldado por los líderes del NHS, estaba listo para revelar una amplia gama de restricciones en el marketing y la publicidad de comida chatarra en Inglaterra en 2016. Luego del Brexit dejó su cargo abruptamente y su sucesora Theresa May, abandonó la mayoría de esas ideas.
Dos años más tarde, cambió de opinión, y su secretario de Salud, Jeremy Hunt, anunció planes para prohibir la publicidad de comida rápida por televisión antes de las 9:00 de la noche. Asimismo, evitar que los supermercados promocionaran productos poco saludables. Estos planes fueron puestos a consulta pero quedaron en el limbo cuando Boris Johnson llegó a Downing Street. Ahora volvieron a la mesa de discusiones.
En septiembre de 2005, la prensa británica recogió con grandes titulares: “Se acabó la comida grasienta en los colegios ingleses”. La secretaria de Educación del Gobierno de Tony Blair, Ruth Kelly, anunció una intensa campaña para mejorar la alimentación de los menores. Esta incluía la prohibición de dispensar comida basura en todas las escuelas de Inglaterra. Gales, Escocia e Irlanda del Norte ya habían emprendido iniciativas similares.
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