Jose Nart, Universitat Internacional de Catalunya
La pandemia de covid-19 ocasionada por el virus SARS-CoV-2 ha generado múltiples cambios en nuestra sociedad. Algunos de ellos, afortunadamente, en sentido positivo. Sin ir más lejos, la conciencia social en la salud general y en el bienestar ha aumentado exponencialmente. Hemos podido comprobar en nuestras carnes que el citado virus atacaba, en general, de forma más severa a aquellos pacientes que padecían o padecen una enfermedad de base. Y más aún si esta enfermedad está relacionada con la inflamación.
La pandemia también nos ha hecho conscientes de la importancia de la salud bucal. Acudir al dentista siempre es importante, entre otras cosas para mantener una salud bucal que impacta en nuestra sonrisa y autoestima, además de en nuestra masticación. Pero es que ahora sabemos que impacta de forma importante en nuestra salud general.
El peligro de tener las encías inflamadas
Los pacientes con inflamación severa de las encías –periodontitis, en la jerga– tienen una inflamación constante de grado bajo extendida por todo el cuerpo que aumenta el riesgo de sufrir otras enfermedades como infarto agudo de miocardio, hipertensión, un peor control de la diabetes, incluso partos prematuros.
Pues bien, estos pacientes que presentaban periodontitis severa o avanzada y han sido infectados por covid-19 han tenido un riesgo 9 veces mayor de fallecer, y 3.5 veces más posibilidades de ingresar en una UCI.
Tiene sentido. Resulta que las complicaciones derivadas de la infección por covid-19 son inflamatorias. Es decir, se produce una respuesta de inflamación en nuestro organismo como combate al virus. Muy similar, casualmente, a lo que ocurre en los pacientes con periodontitis, donde las bacterias invaden la encía y nuestro cuerpo responde inflamándose, perdiendo el hueso que soporta los dientes.
Esa inflamación a través de la liberación de mediadores se extiende por nuestro cuerpo, afectando otros órganos. Como en pacientes con covid-19 la inflamación de ambos procesos se suma, el riesgo de fallecer se dispara.
El diagnóstico y tratamiento de la periodontitis, antiguamente llamada piorrea, es simple en la mayoría de los pacientes. La higiene oral dos veces al día por parte del paciente y la eliminación de las bacterias en los dientes y sus raíces por parte del periodoncista o dentista parecen ser suficientes para tener las encías sanas, y reducir la inflamación.
El buen hacer de los dentistas durante la pandemia
Por otro lado, los dentistas u odontólogos y nuestros equipos de higienistas y auxiliares hemos estado expuestos al virus durante todo este tiempo por motivos obvios. La distancia de trabajo hasta la cavidad oral de nuestros pacientes suele situarse a unos 35 centímetros aproximadamente. Sin embargo, y sorprendiendo a extraños, pero no a la propia profesión, el contagio entre dentistas y en clínicas dentales ha sido inapreciable. Las clínicas dentales han demostrado ser una vez más un lugar muy seguro en la prevención de la infección cruzada, de virus en este caso.
Es comprensible que esta evidencia sorprenda a la población general pues hemos entendido que la principal vía de contagio del virus es por la boca. ¿Qué hemos hecho bien los dentistas? Protegernos con máscaras, FPP2 en su mayoría, y pedir a los pacientes que realicen enjuagues con cloruro de cetilpiridinio (CPC) al 0,05% solo o con clorhexidina (CHX) durante un minuto antes de cualquier exploración o intervención.
El primer principio activo, el CPC, ha demostrado en estudios de laboratorio reducir la carga viral extremadamente y así reducir mucho el contagio por saliva o aerosoles. Estudios más recientes parecen indicar que la CHX también tiene esa capacidad.
Esta seguridad más que demostrada, unida a la importancia de prevenir la inflamación, son argumentos potentes para estar muy atentos mientras dure la pandemia (y después, por supuesto) a la salud bucodental.
Jose Nart, profesor titular de Periodoncia. Jefe del Departamento de Periodoncia y director del Master de Periodoncia e Implantes, Universitat Internacional de Catalunya
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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