Las ruinas de la metrópoli maya Chichén Itzá aguardan los misterios de esa impactante civilización, su gran poder político, su impecable organización, y sus sacrificios rituales y ofrendas a los dioses. La gran pirámide y los espectaculares templos que la rodean mantienen vivo el pasado de esa ciudad que alcanzó su esplendor a partir del siglo X, al norte de la península de Yucatán, y es considerada sagrada.
Chichén Itzá, que significa “la ciudad al borde del pozo de los Itzáes” en lengua maya, sigue siendo un asombroso referente cultural y de inspiración para los investigadores. Un grabado cerca del famoso juego de pelota de la antigua ciudad muestra una cabeza cortada de la que brota sangre. El detalle interesó a los científicos.
Los mayas consideraban los cenotes lugares de comunicación con las deidades del agua y en los ritos se arrojaban ofrendas que incluían sacrificios humanos. En un gigantesco ‘hoyo con agua’ de 60 metros de ancho los investigadores han encontrado en sus profundidades joyas, cerámicas y cientos de osamentas humanas. También una representación en piedra a escala real de un enorme tzompantli o estante de cráneos.
Un estudio publicado en Nature examinó genomas de cráneos de docenas de niños y bebés recuperados de una cámara subterránea y determinó que todos eran niños y que un número sorprendente eran parientes cercanos, incluidos gemelos idénticos.
Los rituales de sacrificios en Chichén Itzá
Oana del Castillo-Chávez, coautora del estudio y antropóloga biológica del Instituto Nacional de Antropología e Historia de Yucatán, México, señaló que Chichén Itzá fue una de las ciudades más importantes de la civilización maya, especialmente entre los años 800 y 1000 d.C., cuando otras regiones estaban en declive. Los restos del Cenote Sagrado incluyen los restos de niños y niñas, aunque no hay evidencia de que en Chichén Itzá u otras antiguas ciudades mayas se hayan realizado rituales de sacrificios a parientes cercanos.
El sacrificio ritual de niños fue el motivo principal de la investigación y han encontrado que las víctimas de los sacrificios están estrechamente relacionadas con las personas que viven cerca de Chichén Itzá. Sus genomas presentan cambios relacionados con la exposición de sus antepasados a epidemias en el siglo XVI. Los restos de niños encontrados en una cámara subterránea llamada chultún y en una cueva adyacente, no mostraban signos de violencia.
Niños, gemelos o emparentados
El estudio determinó que los rituales de sacrificio de niños se realizaron entre el siglo VII y mediados del XII d.C. y los datos del genoma mostraron que una cuarta parte tenía un pariente de primer o segundo grado (probablemente un hermano o un primo) incluidos dos pares de gemelos idénticos. No está claro por qué los niños fueron seleccionados para el sacrificio. Muchas de las personas sacrificadas en el Cenote Sagrado crecieron lejos de la Península de Yucatán.
Los individuos emparentados tendían a tener perfiles isotópicos similares, dietas ricas en plantas (probablemente maíz, lo que sugiere que fueron criados de manera similar. «Probablemente fue parte de su preparación para este sacrificio. Para los mayas, la muerte y el sacrificio significaban un gran honor, algo completamente diferente a entendemos nosotros», dijo Barquera,
Del Castillo-Chávez y sus colegas encontraron que la forma de los dientes de los sacrificados era distinta a la de otras personas mayas antiguos. Teorizaron que pertenecían a un grupo de comerciantes ue se había asentado en Chichén Itzá.
Nuevos hallazgos
Los genomas de los niños, por ser anteriores a la llegada de los europeos, ofrecen pistas sobre cómo las epidemias de la época colonial afectaron a los indígenas. Descubrieron que algunas versiones de genes implicados en el reconocimiento de patógenos (llamados alelos HLA) son más comunes en los mayas modernos. Un alelo HLA que se ha vuelto el doble de común se le relaciona con la protección contra infecciones graves por Salmonella. Un estudio anterior realizado por el equipo de Krause vinculó la bacteria Salmonella enterica sp. Paratyphi a un brote de enfermedad en el siglo XVI llamado epidemia de cocoliztli, que mató a millones de personas en México.