El Great Pacific Garbage Patch es una de las vergüenzas de la humanidad. También conocido como Isla Basura o Vértice de los Desechos, es una inmensa plataforma de plástico, que flota en el océano más grande del mundo. Al norte del Pacífico convergen, cual vertedero, millones de desechos plásticos de varios países, entre ellos los de Kenia.
Cientos de toneladas de estos residuos se crean todos los días solo en Nairobi. En las afueras de la capital, se encuentra el basurero de Dandora: un área cercana a las 12,1 hectáreas o 22 campos de fútbol, donde van a parar esos desperdicios. A pesar de la prohibición de los plásticos de un solo uso en 2017, sus ciudades los están usando y volcando en ese espacio.
Pero mientras la mayoría de la gente mira a Dandora y ve una montaña de plástico insuperable, una joven está encontrando formas innovadoras de abordar el problema. Y, lo mejor, ¡mover esa montaña!
Hay días en Kenia en los que se puede caminar sobre el agua. Es un peligro para la salud inquietante para todos los que viven allí. Pero no para Nzambi Matee. «Me emociono cuando veo desperdicio», dijo la ingeniera de materiales a CNB News, «porque sé que eso es vida para nosotros».
El hecho de que el plástico no se hunda es precisamente lo que intriga a Matee. «Encontré un concepto innovador de usar plástico para hacer bloques de construcción», explicó.
Kenia, Nzambi Matee y los desechos plásticos
Toneladas de desechos plásticos obstruyen los desagües, contaminan los ríos y los alimentos para animales en la región, y algunos terminan en el vertedero de Dandora, en Kenia. El sitio alcanzó su capacidad máxima y se suponía que había sido cerrado hace 20 años.
Pero todos los días, los recicladores caminan penosamente entre la basura rancia buscando plástico. No fue fácil para Matee averiguar si realmente podía convertir el desecho en ladrillos de construcción utilizables.
Cuando finalmente funcionó, «ese fue el mejor día de mi vida», confió Matee. «Nos tomó alrededor de nueve meses hacer un solo ladrillo».
Un bloque no fue suficiente. Y no fue un problema para una mujer a la que le gusta ensuciarse las manos. A continuación, construyó una máquina para producir en masa los ladrillos de plástico.
Señaló que en primer lugar, los desechos se clasifican para eliminar los escombros y el metal. Y luego se hornea el plástico, al igual que «hacer galletas», bromeó Matee. Antes de que la mezcla entre en hervor se moldea en bloques de construcción. Su configuración puede producir hasta 2.000 por día, y son un 35% más baratos que los ladrillos estándar y hasta siete veces más resistentes.
Nzambi Matee, de 29 años y con estudios en bioquímica, fundó las nuevas formas de convertir los desechos en materiales sostenibles. Ha sido reconocida como Joven Campeona de la Tierra 2020, en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). El premio «proporciona financiación inicial y tutoría a ambientalistas prometedores que abordan los desafíos más urgentes del mundo».
El comercio y negocio de los desechos plásticos
En este momento, los ladrillos de Matee solo se están utilizando para pisos y caminerías en hogares pequeños. Pero ella quiere apuntar a las grandes empresas de construcción.
La lucha de Kenia contra la contaminación de los desechos plásticos no es solo un problema local. Es complicado por el hecho de que, hace dos años, EE UU exportó miles de millones de kilos de desechos a 96 naciones, incluida Kenia. Ahora Washington quiere que el envío de más desechos plásticos sea una condición de un acuerdo comercial propuesto.
El activista de Greenpeace Amos Wemanya cree que Kenia apenas puede manejar sus propios desechos, y mucho menos reciclar los de Estados Unidos. «Traería más problemas si permitiéramos que este acuerdo comercial entre Estados Unidos y Kenia se utilizara como una forma de verter desechos plásticos en el continente africano», dijo.
Matee está de acuerdo en que los países deben mantener sus desechos en sus propios patios traseros, y tiene la intención de cumplir con lo que ella llama su triple amenaza: «Cuanto más reciclamos el plástico, más producimos viviendas asequibles y creamos más empleo para los jóvenes», sostuvo.
Como muchos jóvenes kenianos, a Matee le apasiona salvar el medio ambiente, pero no son solo palabras. Ella espera que a través de sus acciones, la montaña de Dandora se convierta en una simple colina.
Producción a pequeña escala
El proyecto de su empresa Gjenge Makers ha comenzado a utilizar los adoquines en casas, escuelas o calles. El producto es altamente duradero y disminuye su costo de mantenimiento. Su nueva empresa produce alrededor de 500 a1000 ladrillos por día, «reciclando cerca de 500 kilogramos de desechos plásticos al día».
Precisa Matee que no hay tiempo que perder. «Decidimos qué podemos hacer en lugar de quedarnos al margen y quejarnos. Esencialmente, las empresas tienen que pagar para deshacerse de los residuos. Así solucionamos su problema».
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