Aunque se produjeron evacuaciones a tiempo y acciones prontas para evitar daños mayores, la erupción del Cumbre Vieja, en La Palma, deja en indefensión a pobladores y observadores, ante su furia. A las imágenes voraces de la lava y los estragos a su paso, surgen de pronto, otras calamidades naturales. Como el Etna, en Italia, que también entró en erupción esta semana o el volcán Eldfell, en Islandia, que en 1973 acabó con la mitad de la isla Heimaey, pero sus habitantes lograron aquietarlo.
Hace cuarenta y ocho años, unas 5.000 personas vivían en Heimaey, una isla de la costa sur de Islandia. Es mencionada en algunas sagas medievales y recibió un ataque sarraceno en el siglo XVII, pero lo que de verdad la hizo famosa fue la erupción del Eldfell. El 23 de enero de 1973, los habitantes de la isla se despertaron rodeados por una nube de cenizas a la que siguieron ríos de lava.
Muchos residentes la evacuaron y unos pocos se quedaron para intentar salvar el puerto, única fuente de sus ingresos. Entonces se dedicaron a arrojarle agua de mar para intentar aplacar el ímpetu de la lava desparramada sobre la pequeña isla.
Cuando la erupción cesó casi seis meses más tarde, la isla había crecido 2,2 km2 y la mitad del pueblo había quedado destruido, aunque el puerto sobrevivió. La mayoría de los residentes de la isla volvieron y, desde entonces, Heimaey ha ganado fama como un espectacular microcosmos dentro de la notable actividad geológica de ese país.
Islandia es un territorio vulnerable por sus volcanes. Las erupciones suelen ocurrir en regiones desocupadas y, los islandeses tienden a ser sensibles a la hora de elegir dónde vivir. Aunque inesperada, la erupción de 1973 no fue una sorpresa, precisamente por sus particulares montañas.
En Islandia el volcán Eldfell
Muchos volcanes son de ingrata recordación, por las víctimas y destrozos que se llevaron durante su erupción. En Islandia se registró el Fagradalsfjall este mes de marzo, pero el volcán Eldfell, también se recuerda, por otras manifestaciones. Ese enero de 1973, la evacuación de la isla se realizó velozmente y casi sin pérdidas de vida. A pesar de que las casas más cercanas a la erupción se encontraban a solo 400 metros.
Ese 23 de enero, tras un ruido estruendoso de la tierra, afloraron 30 fuentes de fuego separadas, a una temperatura de 1050 C. Las fuentes tenían hasta 150 metros de altura. La columna de erupción alcanzó hasta 9 km. La grieta corría desde el borde de Saefall, más allá de Helgafell, hasta el extremo norte del campo de lava de Helgafell. Los 5.000 habitantes estaban en riesgo inmediato. Tuvieron algunos golpes de suerte.
Uno de ellos, el viento era del oeste (no tan común en esta área) que empujó el material expulsado lejos de la ciudad. Y la tormenta del día anterior había provocado que unos 70 barcos se refugiaran en el puerto local, por lo que el transporte estaba disponible de inmediato.
El tercer aspecto no fue cuestión de suerte sino de planificación: Islandia tenía preparado un plan de emergencia. La mayoría de las personas fueron trasladadas por mar, pero los pacientes del hospital fueron evacuados por vía aérea. Por la noche, la Cruz Roja había organizado alojamiento de emergencia en Reykjavik.
Pero un grupo de personas decidió a luchar contra la lava e intentar salvar lo que pudieran de su hogar. En Heymaey la vida de los pocos lugareños giraba entorno al puerto. Era el principal medio de subsistencia para una población que vivía de la pesca y de cuya destrucción difícilmente podría recuperarse.
Motivación y decisión en la defensa del puerto
En el caso del volcán Eldfell, en Islandia, sus pobladores no sabían cómo hacer frente a la colada de lava que amenazaba a su puerto. Sin embargo, decidieron intentar detenerla a riesgo de sus vidas.
En la operación contaban con un barco y 32 bombas de agua. Pero lo más importante fue el sistema de cañerías que construyeron para rociar la colada de lava, refiere La Razón. Con un riesgo evidente para los operarios que pusieron en pie la infraestructura, lograron llevar el agua hasta la lava montando las cañerías sobre soportes de madera y aluminio. Estos arderían y se fundirían conforme la lava los alcanzara. Pero las tuberías por las que circularon millones de litros de agua mantuvieron su integridad y continuaron cumpliendo su propósito.
El combate comenzó dos semanas después del nacimiento del volcán bombeando 100 litros de agua por segundo sobre la lava. Un volumen aún pequeño pero con el que comenzaron a ralentizar su desplazamiento y comprobar la viabilidad de la idea. Posteriormente aumentaron el volumen de agua bombeado hasta los 1000 litros por segundo. Mientras los márgenes de la lava y su superficie se solidificaban, los operarios continuaban extendiendo la red de cañerías.
La erupción del volcán Eldfell hizo desaparecer cerca de 400 hogares en la isla. Y llegó a cubrir gran parte de la misma con una capa de cenizas que en algunos puntos alcanzaba los 5 metros. Afortunadamente, su elevada viscosidad fue un freno a su velocidad que permitió la reacción de los islandeses. El fragmento de montaña que se desplazaba sobre la lava se fracturó y no llegó a alcanzar el puerto. Cuando la lava fue finalmente detenida se encontraba a poco más de cien metros del puerto.
Toda una proeza.
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