«Viera, en los libros de Princeton, Harvard o Chicago no están las variables del PRI, APRA, el sandinismo o el peronismo, por hablar de algunas realidades de Tijuana a la Patagonia»
El Consenso de Washington [CW] fue presentado por primera vez en 1989 por John Williamson, economista del Instituto Peterson, a un comité de expertos en economía internacional con sede en la capital de Estados Unidos. Williamson usó el término por encontrarse en el centro el poder financiero: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Los postulados fueron historia de un decálogo liberal de cuyas tempestades aun no salimos.
Los 10 mandamientos de la prosperidad, pero…
El CW reza:
- Disciplina en la política fiscal evitando déficits fiscales en relación con el PIB.
- Redirección del gasto público en subsidios/servicios favorables para los pobres como la educación primaria, salud e infraestructura.
- Reforma tributaria, ampliando base tributaria y adopción de tipos impositivos marginales moderados.
- Tasas de interés determinadas por el mercado.
- Tipos de cambio competitivos.
- VI. Liberalización del comercio: [liberación de las importaciones eliminando licencias y aranceles proteccionistas].
- Liberalización de barreras inversión extranjera directa (IED).
- Privatización de las empresas estatales.
- Desregulación.
- Seguridad jurídica para los derechos de propiedad.
¿Por qué los “10 mandamientos” fueron el preludio en Latinoamérica de una espiral reactiva de crecimiento, pero precedida de reactividad e inestabilidad social y política que, a pesar de lo “bueno de la receta”, aún no escampa?
Sin duda, una inmensa brecha cultural y social entre lo técnico y lo real, lo macro y lo micro, lo económico y lo político desataron todos los demonios. Como me dijo alguna vez un profesor de cultura política en Canadá: “Viera en los libros de Princeton, Harvard o Chicago no están las variables del PRI, APRA, el sandinismo o el peronismo, por hablar de algunas realidades de Tijuana a la Patagonia”.
México no te rajes
Es oportuno detenerse en la historia pos-CW [1989]. Durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari [1988-1994] se aplicó la receta liberal de los chicos de Harvard y Chicago. México vivió un período de crecimiento y firmó su TLC con Estados Unidos. Las cosas lucían bien en términos macroeconómicos, pero “los números” no llegaban a los bolsillos del pueblo. Tampoco las “bondades” de la democracia. Chiapas se levantó en armas [enero de 1994] con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional [EZLN]. La revolución popular se extiende por varias ciudades. Luis Donaldo Colosio es elegido candidato del PRI, pero es asesinado el 23 de marzo de 1994 en Tijuana. El asesinato ocurre poco después de un polémico discurso de Colosio en la explanada del Monumento a la Revolución el 6 marzo.
Distanciarse de Gortari en un México de gobierno priísta, vertical, unipersonal –de una presidencia imperial como la bautizaría Enrique Krauze– y donde un segundo actor deshojaba a las sombras –Manuel Camacho Comisionado de Paz para el conflicto con EZLN– selló su destino. Al final el único culpable material e intelectual fue Mario Aburto Martínez.
Ernesto Zedillo, ex director del Banco Central de México y jefe de campaña de Colosio, asume la candidatura y gana la presidencia en agosto de 1994. Días después de adoptar medidas de devaluación estalla otra crisis con el EZLN. Vino el efecto tequila que sólo logró oxigenarse con un préstamo de 20 billones de dólares de Bill Clinton. Después vino Fox, Calderón y Peña Nieto. México siguió deshojando margaritas a las sombras del CW. Y llega Andrés Manuel López Obrador [AMLO]. Respuesta similar a lo ocurrido en Venezuela y el ascenso de Chávez, «donde las reformas las padece primero el pueblo, nunca el reformista» [dixit Maquiavelo], por lo que cae el príncipe y suben las masas.
Venezuela no fue la excepción
En 1989, a los 25 días del paquetazo, estalló el caracazo en Venezuela. Las brechas entre los expertos en macroeconomía y las élites partidistas no eximieron la máxima [ob cit] de Maquiavelo. Un escaso “medio” de aumento de la gasolina, desató todos los demonios. Y aun andan sueltos.
En 1989 Venezuela entró en el túnel más largo de su historia. Devaluaciones, conjuras, golpes de estado, colapso financiero (1994); miseria, estatización forzosa y llegada de la guinda de la torta: la V República/1998. Toda una esquilmación del corazón republicano de nuestra nación liderado por odios, derroches y desfalcos. La respuesta al CW fue el Foro de São Paulo, el foro de la violencia y la revancha. Y aún no amanece una respuesta liberal –bien elaborada– que nos conduzca a un nuevo despertar sostenible e inclusivo.
El sentimiento de desigualdad injustamente etiquetado a la economía liberal, competitiva, productiva, eficiente y de mercado ha sido atrapado y desplazado por el sentimiento retórico y maledicente de la narrativa revolucionaria. Y embriagados de pobrecitismos y resentimientos aún no salimos del túnel.
2020, inicio de una era
La transición comenzó el día que el pueblo se marchó a caminar por Latinoamérica. Pero regresará. El retorno está en pleno desarrollo. Al día siguiente de un regio despertar, florecerán las lecciones aprendidas y desaprendidas… de «Tijuana a la Patagonia”. Penurias, violencia y despojos sufridos en carne propia que sólo sanan de una forma: un nuevo consenso liberal. Pero de esto hablaremos luego.
Lea también: