Serpentean los aires con impetuosa habilidad. Son ingeniosas, curiosas, inteligentes y altamente sociables, dicen los ornitólogos. Las gaviotas fascinan el paisaje con su presencia, pero en su picoteo, pueden expandir las malas hierbas y contribuir al deterioro de algunos hábitats. Gustan de alimentarse de peces, cangrejos, camarones. También de los huevos de otros pájaros y de pichones. Pueden igualmente nutrirse de basura y son carroñeras de desperdicios alimenticios. Nada es perfecto.
Un estudio analizó el comportamiento de las gaviotas, en especial las que habitan la Estación Biológica de Doñana, España. Observaron que ingieren semillas y luego las expulsan en otros lugares, después de pasar por el tracto digestivo. Estos animales pueden convertirse en los principales dispersores de malas hierbas, junto con los humanos.
Investigadores del EBC-CSIC desarrollaron un modelo de dispersión de semillas basado en el movimiento de las gaviotas y monitoreado por telemetría GPS. Los resultados sugieren que estas aves pueden ser importantes vectores de dispersión de malezas entre áreas naturales y dominadas por humanos.
«Hasta ahora, los estudios se han centrado, sobre todo, en investigar el papel de las aves frugívoras. Es decir, las que se alimentan de frutos carnosos, infravalorando el potencial de las aves acuáticas para dispersar semillas. Solo en los últimos años se ha empezado a darles más importancia», explica Víctor Martín Vélez, de la EBD-CSIC.
Gaviotas expanden las malas hierbas
En su último estudio, la EBD-CSIC indagó sobre cómo las gaviotas acuáticas pueden incidir en la expansión de malas hierbas por distintos hábitats. Antes no se pensaba que las que carecen de frutos carnosos y presentan semillas muy pequeñas podían dispersarse a través de los pájaros. En concreto, el estudio se centró en las gaviotas sombrías. Una especie que registra un gran aumento de población en hábitats humanos por todo el mundo y que, en invierno abunda en tierras interiores en el sur de Europa.
El equipo monitoreó 19 gaviotas (Larus fuscus), procedentes de cinco colonias reproductoras diferentes del Reino Unido, Países Bajos y Bélgica que se reúnen en invierno en los arrozales situados en los alrededores del Parque Nacional de Doñana, en España. Estas gaviotas son las más comunes y en la actualidad, son la segunda especie más numerosa de las aves acuáticas que invernan en los humedales de Andalucía. Junto con la cuchara común y el flamenco. Por lo que su papel en la dispersión de semillas podría ser importante.
«Entender los patrones de dispersión puede ayudar a gestionar nuevas especies exóticas o resistentes a herbicidas dentro de un sistema agrícola», señala Víctor Martín. Estos datos de movimiento, combinados con los que estimaban el tiempo de retención de las semillas en el tracto digestivo, permitieron desarrollar un modelo de dispersión de semillas. Los datos obtenidos se usaron para cuatro malas hierbas. Entre las que se encuentran el junco de sapo (Juncus bufonius), la juncia de agua (Cyperus difformis). Así como la cola de zorro (Polypogon monspeliensis) y el amaranto común (Amaranthus retroflexus).
Impresionante radio de acción
Las gaviotas ingieren semillas junto con sus principales alimentos, cangrejos de río y restos de granos de arroz. Los resultados determinaron que, cada día, más de 10.000 semillas eran dispersadas por las gaviotas en los arrozales de Doñana, en un área de 370 km2. Alrededor del 92% de las semillas que transportan las gaviotas se dispersan entre diferentes tablas de arroz, de las cuales la mayoría son trasladadas por distancias de entre 0,5 y 40 km. ¿Qué ocurre con el 8% restante de las semillas?
El estudio precisó que ese porcentaje de semillas fueron dispersadas en otros hábitats situados a una distancia que superó los 150 km.
De ellas, el 42% también alcanzaron ambientes húmedos adecuados para su germinación, como zonas de agricultura de regadío (como campos de algodón o trigo). Y humedales naturales protegidos como la Fuente de Piedra o Doñana. Hasta ahora, no se pensaba que estas malas hierbas se podrían dispersar a distancias que superaban los 100 metros, excepto cuando eran trasladadas por humanos o su maquinaria. Estos resultados sugieren que las aves acuáticas, como las gaviotas, pueden ser importantes vectores de malas hierbas entre paisajes humanizados y áreas naturales.
Comprender la función de estas aves en este fenómeno es esencial para predecir y controlar la expansión de malas hierbas. «Esta investigación abre las puertas a otros estudios, por ejemplo, sobre cómo las aves podrían estar contribuyendo a la expansión de poblaciones de plantas resistentes a herbicidas», dijo el investigador.
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